miércoles, 28 de marzo de 2001

SELECCIÓN

No soporto el baboseo patriotero que destilan los enfrentamientos entre selecciones nacionales. Entronque con el clan, asidero xenófobo. Ceder la representación de un país. ¡Que barbaridad!. Machacan a los nacionalismos periféricos y asimilan su criptolenguaje cuando de fútbol se trata, en que mal lugar les deja su subconsciente. Me pasma comprobar cómo gozan quienes se regodean el resto de sus vidas lapidando todo lo que tenga un balón de por medio. El deleite que me supone un partido de fútbol se muta en desprecio a los que disfrutan con encuentros (llamarlo partido es una osadía) como el España-Liechstenstein. Recuerdo el chiste de Gila “cuatro mozos pegaban a un niño, dudé entre pelear o no, decidí hacerlo. ¡Le dimos una paliza entre los cinco....!”. Sólo faltaba Enrique Múgica de árbitro e Isabel San Sebastián de animadora.

Si los partidos entre selecciones son inevitables, endemoniado casorio entre la tribu y el comercio, organícenlo sin el desprecio para el fútbol que traslucen los insufribles España-Liechstenstein.