La figura del
cómplice es la más rica en matices, tanto da si hablamos de la realidad como si
lo hacemos de cine o de literatura. No deja de ser un personaje ambivalente ya
que el papel que juega pasa por parecer otra cosa distinta de la que es con el
fin de distraernos para que no fijemos la vista en el sitio donde su compinche
perpetra el crimen que entre ambos habían preparado. Es el que grita ¡fuego! para que abandonemos nuestra
casa facilitando que otro la desvalije o el que roba unos caramelos para atraer
la atención del vigilante mientras su secuaz se lleva el contenido de la caja
registradora. A veces, me da por pensar que todo esto de la corrupción no es más que otra película con el mismo
argumento, que los tipejos que van apareciendo en estas primeras escenas no son
más que los cómplices de un robo de mayor calado: la de nuestras haciendas y
nuestras vidas.
El estruendo de las noticias sobre Rato o Pujol, de las
informaciones sobre Moral Santín o los ERES andaluces, es de tal nivel que nos
quita tiempo y energía de forma que la indignación dirige nuestra mirada a ese
punto mientras hechos de mucha mayor trascendencia pasan absolutamente
inadvertidos. Sirvan como ejemplo cuatro letras, TTIP, el tratado que andan
negociando los jerifaltes de los Estados Unidos y la Unión Europea. Un tratado
que si se firmase bien podríamos cerrar por fuera la puerta de cualquier
Parlamento, no serviría de nada. Este acuerdo sería la última y definitiva
publicación de un relato vendido por fascículos que se empezaron a publicar al
comienzo de la década de los ochenta. Es el cuento de cómo las grandes
corporaciones se han adueñado del mundo mientras los estados asistían inermes a
la foto de su rendición. No exagero, si este tratado de libre comercio se
rubrica será la muerte de la democracia -no habrá leyes que puedan defendernos
ante cualquier voluntad depredadora de estas multinacionales- y lo poco que
queda de servicio público pasará a ser historia. Además no habrá en el futuro
forma de revocarlo.
No perdamos de vista a los que solo nos han robado los caramelos -por muchos y gordos que
estos sean- pero no quitemos el ojo de la caja registradora. Insisto, cuatro
letras, TTIP, busquen, lean, decidan.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-10-2014
¿Y que pueden hacer las hormigas contra el niño que escarba el hormiguero con un palo?
ResponderEliminarO como dice uno en Las Uvas de la Ira: "Entonces ¿a quién hay que matar?"
Lo que se ha apoderado del mundo es la memez, las supersticiones y las religiones políticas que siguen proponiendo el paraíso a cambio de sacrificar el progreso. Volvamos a las cavernas, a la autarquía y a la pobreza extrema. Esa es la receta para el siglo XXI..............
ResponderEliminarDe acuerdo con ello. Lo sintetizaría en un párrafo que me parece fundamental: "(...) nos quita tiempo y energía de forma que la indignación dirige nuestra mirada a ese punto mientras hechos de mucha mayor trascendencia pasan absolutamente inadvertidos (...)". Creo que así es. Por desgracia es muy difícil luchar contra unos medios monolíticos. Incluso muchos medios de los que llamamos "alternativos" e "independientes", en el fondo en parte siguen el guión informativo marcado por los grandes medios.
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