En
la segunda mitad de los ochenta, los que aún eran niños pudieron seguir
una serie de animación en la única televisión que por entonces emitía.
Dicha serie popularizó a un personaje: el Amo del Calabozo, el tutor de
los protagonistas, el encargado de mantener el equilibrio aunque para
ello no siempre hiciese lo que le pedían sino lo que entendía como más
conveniente. Él era quien hablaba con todos y a cada cual le daba los
consejos o recomendaciones pertinentes, era quien escuchaba los
lamentos, ponía oídos a las dudas, atemperaba los enfados y reducía los
calentones.