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martes, 1 de julio de 2025

BASES FRENTE A LAS BASES

 


Foto: Reuters

Giro la cabeza y observo, limpio, aséptico, integrado, el mismo ‘Duque de Lerma’ que, descollante, insurgente, me recibió a mi llegada a Valladolid con el grito de ‘OTAN no, bases fuera’, un clamor silenciado por el paso y el peso de una historia que ha arrinconado en el desván del bienestar, en el cajón individualizador de la competición aspiracional, cualquier reclamo colectivo. Aquella voz, auspiciada por, y frente a, la imagen del despilfarro del gasto militar que suponía el desarrollo en Valladolid del desfile del Día de las Fuerzas Armadas, se ha tornado en un susurro melifluo, un lamento apenas perceptible, ante la pretendida imposición por parte del presidente de los EE.UU. del incremento del presupuesto bélico hasta alcanzar el 5% del PIB.

Europa, en este tiempo, ha mutado de jabalí bravío en cerdo doméstico que ha interiorizado que la ‘panija’ le corresponde ‘per se’, por su cara bonita, y no como parte del proceso de amansamiento, de domesticación; no con la intención de un cebado previo al degüello. Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, epítome del modelo complaciente -aquí, en diciembre, ya comentamos sus serviles ademanes cuando nos impelió a asumir ‘una mentalidad de guerra’- se deshace en grotescas carantoñas al ‘papi Donald’ que ha movido pieza para un doble jaque. Amontonados los 5% incidirían en la cuenta de resultados de las empresas suministradoras de cañones, compañías mayoritariamente estadounidenses. Y el mate: el deseo no escondido de un Trump que desprecia el modelo europeo: obligaría, por la vía de los hechos, a los países que acepten el artificio a renunciar a la mantequilla. Y a los que no, si se quedan solos, les insistirá -al menos lo pretenderá- pero ya por las malas.

Giro la cabeza en sentido contrario y observo, salvífica, la vigésima caja de pastillas dispensada por la farmacia del Clínico, la que su coste superior a los dos millares de euros ha sido pagado entre todos. Qué suerte, qué riesgo.

Acecha el 5%. Ay, con lo desmesurado que resultaba el 0’7 propuesto por Naciones Unidas para ayuda al desarrollo…

Publicado en El Norte de Castilla el 1-7-2025

 

 

 

martes, 17 de junio de 2025

DEMOCRACIA EROSIONADA

 

Foto. EFE

De la misma forma en que el tiempo resquebraja un edificio, el transcurso de los años agrieta cualquier arquitectura institucional, cualquier entramado social. Los buenos propósitos, siquiera aparentes, de todo arranque de ciclo van siendo sepultados por los fangos depositados por las hornadas de dirigentes subsiguientes: las conformadas por individuos que supieron acodarse en los resortes de poder político aprovechándose de la dejación colectiva de generaciones que habían asimilado como como algo natural la estabilidad del sistema; las que se aunaron adaptándose a los usos y costumbres que servían de escalera; las que se encumbraron como la hiedra. A buen seguro, la generalización es injusta: ni lo iniciático se conforma desde el absoluto candor, ni lo posterior enmugrece a todos sus protagonistas; pero la deriva es inexorable, los ciclos nacen y mueren; fenecen ahogados por sus propias contradicciones. Llegado el momento, o la consciencia general impulsa una catarsis o el desmoronamiento del inmueble -auspiciado por los dueños del solar- aplastará a los más vulnerables y dejará sin hogar a los que se pretendían por encima de estos riesgos.

La sacudida del último cutre lodazal que ha zarandeado al gobierno y anquilosado al PSOE incide en el desgaste, aumenta la indignación y promueve la desafección -eufemismo que sustituye a ‘mandarlo todo a la mierda’-. El ramplón ‘y tú más’ al que se recurre como excusa se convierte en síntoma. Con la misma lógica con la que se repite el aforismo ‘locura es hacer lo mismo esperando resultados diferentes’, los señalados en esta ocasión se han amparado en el ‘si nunca pasa nada, no tiene por qué ocurrir ahora’. Olvidan o desconocen los procesos de erosión.

Al final, el cuerpo destruido por la continua fricción resulta la democracia. Salvo que por democracia se entienda la elección entre susto y muerte, el asumir lo menos malo como opción.  

Entretanto, en la parte de democracia que ya ni se considera, por más que la ficción muestre una ruptura irreconciliable entre las organizaciones políticas mayoritarias, el presupuesto en defensa, acatando imperativos externos, aumentará a costa de lo necesario.

Artículo publicado en El Norte de Castilla el 17-06-2025

 

 

miércoles, 4 de junio de 2025

AÑORADA HIPOCRESÍA

 

Foto: EP


Rebusco en el Diccionario de la lengua española el término ‘hipocresía’. “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”, me responde el glosario. No se trata de la primera vez que aquí, al pie de un café, cavilo al respecto. Desde que antaño me topé con el rotundo aforismo del escritor francés François de La Rochefoucauld  -“la hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud”-, volteo recurrentemente este carrusel de reflexiones. Más en unos tiempos en los que la hipocresía, en cuanto homenaje, se desvae. ‘Fingimiento’, significan en su definición las academias. Una circunstancia que limita y aísla: por un lado, la hipocresía obliga a un juego de máscaras, a un esfuerzo de apariencias, que restringe al menos un poco el potencial pernicioso del embaucador; por otro, complica -complica, no impide- la confabulación de quienes presumen del ‘vicio’ referido por de La Rochefoucauld.

En esta ocasión me ha traído de vuelta el artículo de Fernando Colina ‘Es igual pero peor’ publicado el viernes pasado en esta misma ventana en el que el autor, al respecto de la barbarie desencadenada en la Franja de Gaza por el Estado de Israel, de la ‘solución’ amparada en la masacre provocada aquel 7 de octubre por Hamas, señala que “se lleva a cabo a la luz del día”. Y abunda, “sin muestra de pudor por parte de los autores”. Y sentencia dolorido, “ni respuesta efectiva a cuenta de los espectadores”.

En esa falta de respuesta colectiva se enmarca la altivez de quienes ahora alardean de comportamientos inicuos. Callamos, asentimos, asumimos. Una falta de respuesta derivada, entiendo, de la complejización de un mundo que nos resulta inabordable, inaccesible. Apocados, nos sentimos incapaces; además, bastante tenemos con sobrevivir.

El humano no es peor, ni mejor que en otras épocas. La coyuntura sí se diferencia profundamente de las que reconocíamos. Y nos modela de manera distinta.

Una coyuntura que revoca advenedizas certidumbres de nuevo rico: ni más cultura hace mejor, ni viajar exime de miserias.

Publicado en El Norte de Castilla el 3-6-2025

domingo, 25 de mayo de 2025

PUNTO FINAL, PUNTO Y SEGUIDO

 

Foto: Carlos Gil Roig

Obviamente me equivoqué, cuando, en los días previos al comienzo de esta infausta temporada, decidí que 'caminando sobre el alambre' sería un título idóneo para esta ventana, un encabezamiento que habría de definir la venidera peregrinación por la categoría recién adquirida: un caminar de funámbulo contorsionándose en pos de equilibrar su cuerpo para lograr mantenerse en pie y así alcanzar la plataforma de salvación. Mis dotes proféticas quedaron en entredicho demasiado pronto: la caída fue tan prematura que no ha existido caminar, ni siquiera alambre. Tan temprana, que el resto del trayecto ha supuesto sin más el prolongado trasiego hacia la nada del acróbata abatido, un rosario de pasos intrascendentes, desilusionados y, peor aún, desilusionantes. Tan largo, que el final ha generado un resuello de alivio. El sonido del silbato que puso fin a este pertinaz esperpento me provocó la misma exclamación que recordé se producía tiempo atrás en mi pueblo cuando, en verano, mi tío Pedro celebraba la misa. Este, que ejercía de sacerdote en otros puntos de la provincia, regresaba a la casa de sus padres y sustituía a don Rufino, el párroco local, que simétricamente se desplazaba a su localidad de origen. El hombre se extendía tanto en el ceremonial que la misa excedía con creces el tiempo al que la concurrencia estaba habituada. De tal forma que, tras el 'podéis ir en paz', alguna voz socarrona, en vez del consabido 'demos gracias a Dios', se limitaba a resoplar, entornar los ojos y aventar un sonoro 'gracias a Dios'.

El colofón, no podría ser de otra manera, se ha convertido a la vez en compendio y antítesis. Compendio en cuanto que el encuentro ha recopilado las carencias arrastradas a lo largo de la competición –perdón por utilizar esta palabra ultrajada en blanquivioleta–por este grupo desasido, desamparado, incapacitado, abatido... El Leganés, otro descendido, ha plasmado la abisal diferencia que separa el 'caminar sobre el alambre' de un equipo consciente de sus limitaciones del arrastrarse semana tras semana en cada estadio de la categoría. Antítesis, precisamente, al observar el desempeño pepinero. Al final, comprobamos que un idéntico resultado no responde a prácticas similares. Al constatar la opuesta reacción de ambas aficiones –una reconoce aplaudiendo, la otra digiere maldiciendo–, resulta sencillo colegir los antagónicos estados de ánimo. De la misma manera con la que encontramos, así cantaba Leño, 'maneras de vivir', también existen maneras de descender. Y ha correspondido la peor.

Punto final, punto y seguido. Vendrá la próxima temporada, trasiego para arrostrar, desierto para atravesar. Un viaje, además, pleno de cambios por desentrañar. Más que venir, iremos a ella. Y puesto que será obligatorio tomar una decisión al respecto de cómo enfrentar el tiempo que atravesamos y nos penetra, me quedo con el consejo de la abuela Luz María –el personaje interpretado por Zenia Marabal en la película dirigida por Benito Zambrano 'Habana Blues'– en una de las escenas rodadas y no incluidas en el metraje: «Pase lo que pase y venga lo que venga, nunca pierdas la ternura». Pues eso. Ternura y agradecimiento a ustedes.

Publicado en El Norte de Castilla el 26-5-2025

 

martes, 20 de mayo de 2025

CENSURAR RETROCEDE

 


Foto: Efe


La piedra está echada a rodar cuesta abajo, obedece, sin más, las leyes de la dinámica. El desplazamiento no arranca ahora: ahora se percibe porque ya ha adquirido una velocidad que asusta, incomoda o, según a quiénes, ilusiona. Los nombres de líderes que sucesivamente han emergido no fueron resultado de una generación espontánea surgida de la nada, de una sociedad inerte, sino el efecto lógico de un mundo agrietado, de una estructura que amenaza ruina, de un armazón institucional que no trasmite sensación de cobijo.  

Apuntaba Manuel Vázquez Montalbán, en la revista Ajoblanco en 1993, que “una sociedad puede perfectamente legitimarse mientras funcione la alianza entre los dos tercios dominantes: instalados y emergentes. Y los sumergidos, como no hay ninguna posibilidad de vertebración […], esta sociedad los puede digerir perfectamente”. Tesis ya anunciada por el economista J. K. Galbraith

La alianza entre los dos primeros tercios se ha roto -el tiempo, las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2028 aportarán una pista, constatará si esta separación se tornará transitoria o irreversible. O camine de lo segundo a lo primero estableciéndose una nueva alianza tras hacernos deambular por un escenario de trágicas consecuencias-, y no como fruto de que los sumergidos encuentren una fórmula de vertebración que haya desestabilizado el statu quo; sino a resultas de que -como efecto de las fallas estructurales del sistema, las tesituras que no se han abordado, los movimientos que en amplios círculos se han transmitido como amenazas- ha crecido en el segundo tercio -incluso en vetas del primero- un desafecto hacia lo que perciben como impuesto, un temor hacia un modelo que depaupera, una ecuación que cuestiona privilegios.  

Ocurre que el sistema no percibe (o sí y les conviene) que los rechazos no crecen a favor sino en contra, no responden a leyes de su modelo caduco. Las fuerzas que representan el desafecto son apoyadas porque se asume que molestan, que duelen. La pretensión de cancelarlas, léase por ejemplo Rumanía, lejos de anularlas, implica un mayor crecimiento por más que se postergue. O sea, doble error porque, además de contraproducente, censurar supone caminar hacia atrás.

Publicado en El Norte de Castilla el 20-05-2025

lunes, 19 de mayo de 2025

EL MIEDO A OTRO PRECIPICIO

 

Foto: C. Espeso

Al Pucela se le fue la luz, se le apagó el fútbol. Se ha conducido de la penumbra a la tiniebla. La percepción del entorno no alivia la realidad con ensueños. Si en otras ocasiones, las certezas de los descalabros alentaron el ánimo del desquite, si las heridas de la defenestración se aderezaron con el bálsamo de las expectativas, si las lágrimas del infortunio se enjugaron con la toalla del seguro retorno; ahora la certeza, la herida o el llanto se hunden en la congoja del desaliento, en el agonizante 'vete a saber cuándo volveremos a jugar un partido de Primera'. El miedo propio de la sensación de vulnerabilidad atenaza y presenta la espesura de los peores escenarios. No aparece ni por la imaginación un clavo ardiente al que agarrarse. En este irse la luz blanquivioleta, la afición –la ciudad, diría– se halla como la mayoría de españoles aquel lunes, último de abril, que ya preservaremos indefinidamente en nuestra memoria: sorprendidos, atenazados, sin entender qué, sin comprender cómo, confiando en que... Mi cabeza entonces recurrió al pasado. A mi madre sacando de la cómoda las velas –que obviamente guardaba porque los apagones resultaban previsibles–, o retirando con premura el cable de la antena si el apagón se producía de resultas de una tormenta. A mí mismo ordeñando a mano las vacas hasta que alguien inventó una piececita que, colocada en el tubo de escape del tractor, permitía a la ordeñadora realizar su tarea. A todos con la certeza de que la avería sería resuelta en poco rato. Ahora, el apagón nos abocó a la paralización casi absoluta de las actividades, nos presentó un descenso a los infiernos, una secuela de interrogantes cuyas respuestas se empecinaban en mostrarnos quebradizos, vulnerables, fútiles. Respuestas sin respuestas ante el hecho.

 

No atisbamos solución al apagón pucelano. Encadena derrotas en este patético final, asume lastres que habrá de acarrear en el reinicio, desconoce las manos que habrán de dirigirlo en las distintas instancias de decisión... Su imagen como club, quebradiza, vulnerable, fútil, descorazona. Sobrevive, así lo transmite, encadenando patadas 'p'alante'–no escribo patada a seguir porque en el argot rugbístico se denomina de esta forma a un golpeo intencional al balón, un pateo con sentido–. En la respuesta del 'Ronaldo vete –o vende– ya' se esconde el riesgo, visto lo visto, leído lo leído, de que la alternativa aún empeore lo inempeorable. No es cuestión de ser agorero: cuando Ronaldo llegó, no lancé salvas. Como Santo Tomás, no lo haré con quien haya de venir hasta que palpe carne resurrecta.

 

Ante el Alavés, la tristeza por este devenir se me incrementó ante la circunstancia de que, pese a jugarse todos los encuentros a la misma hora, no hube de estar pendiente de las alteraciones de los marcadores en otros estadios. Siquiera para concebir una secuencia de imprevistos resultados, algún súbito gol ajeno que apremiase a mantener encendido el concentrador de oxígeno, una maquinita mutada a inútil una vez refrendado el apagón futbolístico blanquivioleta.

Publicado en El Norte de Castilla el 19-5.2025

 

miércoles, 14 de mayo de 2025

CHICOS DE BARRIO, MUESCAS DE ARRAIGO

 


Foto: Rodrigo Jiménez

Miguel Delibes, en sus 'Viejas historias de Castilla la Vieja' no le cupieron todas las historias que en esta tierra el discurrir del tiempo ha ido avejentando, relatos desatendidos en el geriátrico donde aguardan ese puñado de días por el que se deslizan hacia el olvido, andanzas de otros tiempos sin parangón con las vivencias del presente. Tiempo atrás me contaba mi padre una peripecia que bien podría haber servido de base a Delibes para relatar otra vieja historia e incluirla en el libro citado; una correría que, cosas de la tradición oral, a él también le habían referido sus mayores. En una de tantas épocas en las que el hambre apretaba, un zagal acarreaba una olla con los garbanzos de un cocido que habría de servir de sustento a una partida de labriegos. De camino, aprovechaba para ratear alguna cucharada. Una no se notará, debió pensar. El asunto es que tuvo el mismo pensamiento varias veces. Y claro, una, y otra, y otra..., merman considerablemente el conjunto. Al llegar a la tierra correspondiente y entregar el puchero, los campesinos se dieron cuenta del menoscabo. Le preguntaron al chaval qué había pasado. El mancebo, azarado, tuvo que buscar un requiebro que le sirviese de escapatoria. Y lo halló.

–Cuando venía, se me cayó la cazuela al suelo y me tocó recoger lo que pude.

La carcajada de los labriegos, a pesar de la certeza de que la ración sería corta, de que habría mucha jornada para tan poco garbanzo, despistó al zagal, no la comprendía; aunque le alivió: bien sabía que el adulto que ríe se convierte en inofensivo y, por tanto, la travesura no conllevaría azote alguno.

–¿Y cómo conseguiste recoger el caldo del suelo?

Excusas para salir del paso, excusas como las utilizadas por Álvaro Rubio –que si hacemos méritos, que si competimos cada vez mejor–; excusas de mal pagador que ante el Girona sí han cobrado sentido: el fútbol, quizá como venganza, no ha procedido con justicia con el Pucela.

Al menos, el partido ha servido para presentar dos caras nuevas, dos pilares sobre los que se deberá edificar el Pucela que habrá de venir. Uno, Alani, ha apurado los últimos minutos del encuentro; el otro, Iago Parente, adquirió credencial de titular y ha dispuesto de minutos sobrados para mostrar competencia. Salvo el argumento de la necesidad de salvar la categoría del Promesas, suena herético el empeño de alinear en estos últimos partidos a jugadores que ya son pasado, el desperdicio que supone el que no hayan servido para aportar cuajo –o para probar el nivel– en jugadores que, tal vez, puedan alimentar lo venidero.

Iago, junto con Chuki, además de canteranos, son críos de la ciudad, chicos de nuestros barrios, jóvenes amigos de jóvenes que se retroalimentan en el sentir como propia la blanquivioleta. Señas de identificación, muescas de arraigo, cimiento emocional. ¡Cuánto tiempo perdido!

Publicado en El Norte de Castilla el 14-5-2025

lunes, 12 de mayo de 2025

ESCASEZ DE MOTIVOS DE GRATITUD

 

 Foto: Francisco Ubilla-Factoría 9

Nuestra existencia, sin más, encabeza la lista del catálogo de los milagros. Siquiera, de los milagros estadísticos, de los que transforman en hecho lo numéricamente improbable. Al menos cuando la vida se desarrolla en condiciones de dignidad, incumbe celebrarla, conviene estimar el regalo de los sentidos por la capacidad que nos otorgan de percibir, de relacionarnos... Nos corresponde agradecer la vida a la propia vida y así lo infirió allá por el 1966 la cantante chilena Violeta Parra cuando compuso su 'Gracias a la vida', cuando musicalizadamente expresó su gratitud porque «me ha dado tanto».

 

Pocos meses después, en febrero del 67, sin que en ese lapso aparentemente le aconteciera nada traumático que le impeliese a mudar esa impresión, acabó con su vida. De hecho, pretendió dar por concluida su existencia en alguna otra ocasión a lo largo de esos meses. Aparentemente, el canto y el hecho se contradecían, resultaba paradójico tal fin en la misma persona que escribiera su gratitud a esa vida que «Me ha dado el sonido y el abecedario./ Con él, las palabras que pienso y declaro:/ madre, amigo, hermano, y luz alumbrando».

Cuesta acoplar letra y hechos. Aunque, para intentarlo, la propia música aportaba una información adicional. La tonalidad musical despedía un aroma melancólico; la melodía transmitía un aire lánguido, una apariencia mustia. Más vestigios: Violeta Parra habla ya de la vida como desde fuera, asumiendo que el proceso de su fin estaba en marcha, que abordaba con esa letra una despedida en la que plasmaba una cierta sensación de contento, de reconciliación consigo misma. Un rastro final: el disco al que pertenece el tema se titula 'Últimas composiciones'. En este contexto, el término 'últimas', como el 'nuevas', son adjetivos que refieren a lo más reciente. Un disco o un libro es el último o el nuevo de un autor mientras no aparezca otro más último o más nuevo. Sin embargo, ese 'último' arrastra una carga de ambivalencia, en su significado cabe el 'hasta aquí he llegado'. La pesadumbre por el desenlace no elimina la percepción de una vida que le mereció la pena haber vivido, una existencia que se puede inhumar bajo el epitafio 'fue bonita mientras duró'.

Epitafio lejano a las palabras con las que cualquier aficionado del Pucela cincelaría la lápida de esta temporada. Lejano o útil para reciclarlo añadiendo una doble negación: 'no fue bonita ni mientras duró'.

La pesarosa melodía que acompaña a los últimos partidos del Valladolid no resulta una despedida de la categoría porque la impresión, visto lo visto, sentido lo sentido, nos muestra un equipo que nunca formó parte de la primera división por más que la historia recordará que participó en dicha competición. Estuvo, pero ni puede dar las gracias a un trayecto vital que se ha consumido sin siquiera haber tomado forma reconocible.

Estos últimos partidos aportan menos emoción que las contiendas futboleras entre pueblos vecinos –carecen de la rivalidad que aporta la cercanía–, que los enfrentamientos mañaneros entre las peñas; la misma que los enfrentamientos de solteros contra casados en las fiestas de los pueblos. Menos, me atrevo a apuntar, porque, sin nada en juego, no transmiten ni la alborozada desenvoltura de aquellos. Se juegan porque entra en la obligación de completar un calendario. Podríamos pensar en que aportan utilidad para forjar una estructura de cara a la próxima temporada. Observando el elenco, ni eso. Si acaso rescato el crecimiento de Chuki. Pero al parecer tampoco hay garantía de que permanezca. A ver si sí.

Publicado en El Norte de Castilla el 11-5-2025

 

martes, 6 de mayo de 2025

HÁGASE LA LUZ

 


Foto: EP

De repente, cuando esperaba que el charcutero, mientras andaba entretenido lamentándose del triste devenir del Pucela, me cortase unas lonchas de algo con que adornar la barra de pan, se ennegreció la mañana. En el mercado, expectantes, nos mirábamos aguardando esos segundos previos a la vuelta a la corriente normalidad, pero ya saben ustedes que los minutos se alargaron hasta vestir de horas. Una semana ha transcurrido. No se ha dejado de hablar, mucho blablá y poca aclaración que, al parecer, a (casi) nadie de los empeñados en perorar conviene: de un lado, por esconder responsabilidad; de otro, por esparcirla.

Una imagen de aquel rato se me ha grabado como definición, del momento y de tantos otros: un operario, supongo que de mantenimiento del mercado, esbozando un gesto sereno, una sonrisa aliviada, una laxitud delatora, recorrió los pasillos haciéndonos saber que no había luz en toda la calle. Vaya, que el marrón que minutos antes intuyó habría de tragarse se había disipado. “Escúchenme, a mí no me miren”.

Los días transcurridos han desalentado a la razón. Ustedes ya lo saben, poco más puedo añadir, donde y cuando se requiere información precisa se superponen la prisa por exculpar y la premura por embarrar. Con un añadido, el recelo al conocimiento expresado. En este caso, no tanto por desprecio al saber, por la suplantación de la superchería, sino por el ruin ejercicio de aplicar interés al raciocinio, de dosificar la información técnica en pos del provecho de parte. Escucho argumentos como quien se topa con un médico a sueldo de una funeraria. Así, oigo análisis juiciosos, argumentados, con sólida base científica, pero que guardan ases para concluir lo que a priori sabes que, en función de la firma, van a concluir. Sea, en este caso, al respecto de la energía nuclear… o de las renovables.

Un último parecer. Hablamos de la luz, de que se fue… pero me da que el elemento distorsionador, tal vez porque el lapso no duró lo suficiente, no fue tanto la bombilla oscurecida como las conexiones interrumpidas.    

Publicado en El Norte de Castilla el 6-5-2025

 

 

 

lunes, 5 de mayo de 2025

VALLADOLID COMO LUGAR EN EL MUNDO

 

Foto: Rodrigo Jiménez

En Santa Rosa del Conlara, pequeña ciudad ubicada en un valle del departamento Junín en la zona rural de la provincia de San Luis, en un territorio que despectivamente adjetivaríamos por estos lares como 'la Argentina profunda', Mario Dominicci repartía su tiempo laboral entre la cooperativa lanera que tiempo atrás había concebido e impulsado y una docencia encaminada a formar –a formar como sinónimo de instruir e ilustrar; no como mero ejercicio de adiestramiento, de capacitación profesional– a la chiquillería vástaga del resto de cooperativistas. En el fondo ambos pilares sujetaban el mismo edificio en construcción: un refugio que ahuyentara el miedo, un soporte para aglutinar las fuerzas individuales en renuencia colectiva que inmunizara ante los Andrada de turno siempre dispuestos a negociar con la debilidad de los trabajadores y pequeños propietarios.

Mario, protagonista del recuerdo de su hijo Ernesto que sintetiza la película 'Un lugar en el mundo', tropieza con una realidad que choca de frente con su prédica, con su concepto ético y filosófico, con su rebeldía; al fin y al cabo, con toda su labor vital: el miedo siempre aparece, los 'Andradas' –por si acaso– lo promueven en cuanto encuentran ocasión –y siempre la encuentran– e impele a tomar decisiones contraproducentes. Y cuando el miedo no procede, brota una comodidad que amodorra.

Los cooperativistas, con premura por cobrar, con atávico pánico a los designios del opulento de turno, rompen el pacto fundacional y venden a Andrada la lana a un precio inferior al que hubieran obtenido simplemente habiendo esperado. Mario, con el encolerizado rostro de Federico Luppi, inflama aquella lana acomodaticia. Sin nada, entiende, no existe miedo a que nada se pierda. En el continuo comenzar se descomponen las semillas de la complacencia, de la molicie; se destruyen los gérmenes de la resignación.

Demasiado pronto vendió el Pucela su lana al primero que postuló. Tal vez desde que ascendió y consideró un logro la presencia en Primera división. Un logro, no un desafío. Su patético deambular por la categoría suponía pan para hoy y hambre para mañana: estar sin ser.

De repente, ante el Barcelona –un Barça que no deja de serlo por plagar la alineación de suplentes– se ha atisbado un incendio, un ataque de rebeldía. Los culés se han visto obligados a correr más de lo que deseaban, a jugar menos de lo que querían. Cierto que jugar ante un grande, al menos en los días en los que no te bambolean, ofrece una ventaja conceptual: ellos te colocan, jugar bien no exige marcar los pasos del baile –como sí requiere el enfrentamiento ante un igual–, basta con seguir el ritmo marcado y, a ser posible, no errar para exigir, no regalar para obligar.

El Pucela ha quemado lo que tenía. Corresponde un nuevo inicio. No un reinicio, que es asunto diferente, un nuevo inicio. En la dignidad de esta derrota se ha debido de dar cuenta de que no es nada y lo tiene todo. De que no es momento para capitular sino para pensar y ejecutar. De elaborar un proyecto de arriba a abajo que sepulte este con tan calamitoso final, implementar una idea que parta con un afán: asentar las raíces en este territorio, encontrar en esta ciudad ese lugar en el mundo, su lugar, su mundo.

Publicado en El Norte de Castilla el 5-5-2025

 

sábado, 26 de abril de 2025

LAS LÁGRIMAS SE SECARÁN

 


Comprendo que multitud de personas no alcancen a decodificar determinadas querencias; al final, a las gentes no aficionadas al fútbol les sorprende que los ventrículos de buena parte del paisanaje aceleren o retarden su proceso de impulsar a la sangre por sus sistemas arteriales en función de las vicisitudes de su equipo futbolero. De forma similar, concibo que a los seguidores de los equipos grandes les resulta ininteligible el apego a clubes que consideran menores, desde tan alto no asimilan la conexión con un equipo que no aspira a disputar los máximos honores, a ser considerado el mejor del mundo. Asumen tal inclinación como excentricidad tangencial, apego cojitranco: ‘del Pucela, sí, ¿pero del Barça o del Madrid?’ requieren en busca de la información perentoria que sus meninges echan en falta.

Hasta que se me abrió esta ventana en El Norte, me incluía en este segundo colectivo. Nací en una provincia sin resonancia futbolera en los medios; en un pueblo, además, demasiado lejano de la capital. Por algún motivo -no descarto que la razón tuviera que ver con el deseo de abrazar la camiseta ‘menos querida’ en aquel entorno- me incliné por el grande menor: un Barcelona que rozaba unos triunfos que casi siempre se le escapaban, nada que ver con el de este siglo. Así, justo tras la derrota blaugrana ante el Steaua en la infausta final de Copa de Europa del 86, llegué a Valladolid. Un tipo – no está de más recordar el aserto de Guillermo Francella encarnando a Pablo Sandoval en ‘El secreto de sus ojos’– «no puede cambiar de pasión» y el blaugrana continúa encandilándome pero, en este proceso, el Pucela se ha ido adueñando en no menor medida de mis latidos en este asunto del balón, ‘el más importante de los no importantes’.

Es preferible, apuntan aquellos aficionados, tal vez me sumé en alguna ocasión, bancar a clubes que regalan alegrías casi cada semana. ¡Qué sandez!, admito hoy. Voy prefiriendo no engañarme. Ser consciente de lo que cuesta todo, de lo falsa que se muestra la euforia cotidiana. El descenso del Pucela se aproxima más a mí que cualquier triunfo de un grande. No es más que otra cagada recordatoria de las veces que uno tropieza, que cae. Y toca ponerse en pie aun con la certeza de que más adelante se producirá otra caída que requerirá una nueva incorporación y otra caída. Y auparse, y dejar, llegado el caso, que te ayuden para poder continuar.

De la misma manera, el Pucela, y yo, no necesitamos el falso refuerzo de sentirnos superiores a nada ni a nadie, procuramos ser nosotros mismos para respetarnos aun con la consciencia de que, de vez en cuando, nos perdemos el respeto a nosotros mismos. Ningún aficionado elige al Pucela para presumir. Tal vez porque, en su modestia vital, sin agarrarse a la contabilidad de títulos, tenga cubierta esa faceta.

El día de este desenlace, Javi Sánchez sintió que su rodilla crujía. Unió su desdicha a la desgracia del club. Las lágrimas dibujaron una trayectoria de caída por sus mejillas. Llanto personal, sollozo colectivo. Lágrimas que brotan y se secan y viceversa. Vida desde la atalaya del Pucela, equipo periférico, ventana desde la que se atisban y reconocen nuestros problemas.    

Publicado en El Norte de Castilla el 26-4-2025

martes, 22 de abril de 2025

HUMANIDAD SE LLAMA EL CAMINO

 


Foto:Efe

Tenía intención de aprovechar este espacio para presentarles dos referencias de un mismo momento, la Semana Santa, en dos tiempos diferentes. Por un lado, ‘Los farsantes’, la película con la que, poco más de sesenta años atrás, Mario Camus presentó credenciales cinematográficas. En ella, el director cántabro muestra las peripecias de una compañía de teatro que malvive actuando en diversos pueblos castellanos. Cada año, al llegar el Viernes Santo, se ven obligados a detener su labor: son días de recogimiento en los que se prohíbe cualquier actividad que rompa el luto. El grupo procesiona por las calles de Valladolid en su desvencijada camioneta en pos de una generosidad que les aloja. Por otro, el ‘hoy’ pleno de actividades tanto en el mundo rural como en el urbano. Unas relacionadas con la propia Semana Santa pero enfocadas, cada vez más, al negocio turístico generado alrededor; otras, aprovechando el ‘otro turismo’ -el que en época vacacional revitaliza unos pueblos heridos de muerte- congregan a los hijos de la emigración en torno a cualquier excusa. “El turismo puede con la lluvia”, observaba ayer el titular de nuestro El Norte.

No tenía intención, claro, de relacionar este proceso de cambio acelerado -sesenta años, normalmente nada en la historia, que han supuesto probablemente el mayor cambio conocido- con el fallecimiento del papa Francisco. Él fue más testigo que protagonista de un mundo que se desestructura. No me atrevo nunca, no soy profeta, a aventurar si camina a mejor o a peor: lo cierto es que nos hallamos en uno de los claroscuros a los que se refería Gramsci. El Manuel bueno de Unamuno hoy no impostaría su fe, de nada le serviría: se desmorona todo el andamiaje.

Pase el tiempo que pase, muchos humanos necesitarán amparo porque otros humanos o el propio modelo social les continuará excluyendo: los recién llegados, los que intentan alcanzar nuestras tierras sin la escarapela de turistas. Francisco tal vez no tuviera la solución pero apuntó el cómo no tratarles. Humanidad se llama el camino.   

Publicado en El Norte de Castilla el 22-4-2025

 

 

ACARREANDO LA PANTÓMETRA

 

 Foto: Rodrigo Jiménez

En las tarde-noches desocupadas de verano, cuando aparece algún incauto jovenzuelo recién llegado al pueblo, la chavalada de la generación del forastero organiza una quedada para salir a cazar gamusinos. Se le explica que los participantes han de separarse con el objeto de rastrear el mayor terreno posible y, mostrando la mayor cara de sorpresa posible, ante la segura pregunta sobre cómo son los gamusinos, se le responde con alguna vaguedad, que si es inofensivo, que ni grande ni pequeño, que hay que estar pendiente porque salen y entran rápidamente de las huras... El resto, ya lo conocen. Mientras el visitante, saco en mano, recorre infructuosamente las afueras de la localidad, los embaucadores vuelven al pueblo y esperan su regreso para celebrar juntos.

 

Claro, que también existe una versión de estos juegos de acogida a la que se recurre en los momentos de ocupación: al estar la chavalada faenando en alguna labor de la que el visitante desconoce los entresijos, para no tener que estar pendiente de él, se le encarga 'ir a buscar la pantómetra' a casa de –normalmente– las personas que le alojan. Si pregunta al respecto, se le contesta con una larga cambiada, ya lo vería cuando la trajese. Al final, como el forastero no lo sabía, la pantómetra era lo que cada cual quería que fuese, una amalgama de trastos sobrantes con la que llenaban el saco que habría de cargar de vuelta.

Ocupados en otras cosas como están los –iba a escribir rivales– equipos que juegan su partido ante el Real Valladolid, uno tras otro, se quitan de en medio al Pucela como a un desprevenido y desubicado forastero mientras transcurre el tiempo de espera para que sus tres puntos preasignados se conviertan en oficiales.

La cuestión es que a este incauto forastero en una categoría que no le corresponde le apetece poco celebrar las bromas, reír la gracias. Más que nada porque, en vez de recibirlo con una sonrisa, le despiden como una insignificante molestia. Y consciente además de que habrá de caminar hasta no sabe cuándo con el lastre de la pantómetra, un saco cargado de utensilios inservibles para la próxima encomienda.

Mientras, aún en esta, corresponde relatar un partido idéntico al pasado, al pasado del pasado y al posterior. Una especie de cansina condena que recuerda al pobre Sísifo pero empeorado. El equipo blanquivioleta ni se afana por una vida inmortal ni agota el ámbito de lo posible. No corre el riesgo de que la roca ruede monte abajo desde la cercanía de la cima porque no ha la ha alzado ni un palmo. No cabe vuelta a empezar porque el primer empezar se mantiene pendiente. Ni los dioses le atarean porque no necesitan condenar a quien no les reta. Albert Camus, mediante este mito griego, pretendió reflexionar sobre el suicidio. El filósofo, por lo demás buen aficionado al fútbol, portero en sus tiempos mozos, habría encontrado material de sobra para profundizar en su reflexión. Al final, Sísifo representa el esfuerzo sin premio, la labor que se desvanece antes de alcanzar el objetivo. El absurdo de la existencia aumenta cuando ni siquiera es posible el engaño a priori, cuando no existe músculo ni para deslizar la piedra unos centímetros.

El fútbol, eso sí, permite vida más allá de la muerte. Siempre ofrece una revancha. Vida al fin, aunque haya que acarrear un lastre que te lo cargaron tiempo atrás así, a modo de broma.

Publicado en El Norte de Castilla el 21-4-2025

 

martes, 15 de abril de 2025

REÍR POR NO LLORAR

 


 Foto: Carlos Gil-Roig

Hemos interiorizado aquella proposición expuesta al modo de una identidad algebraica que asevera que la comedia es igual a tragedia más tiempo. El aforismo se atribuye al escritor (y humorista) Mark Twain aunque, años después, en la película 'Delitos y faltas', Woody Allen puso la frase de marras en boca de Lester, personaje interpretado por Alan Alda, el eterno capitán protagonista de la serie MASH. Falta por definir el tiempo para cerrar la cuestión. Ernst Lubitsch entendió esa cantidad indeterminada como un ligero intervalo entre el hecho trágico y el humor, de forma que en 1942, solo tres años después de la invasión de Polonia, en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, con un Adolf Hitler aún encaramado en el pedestal del poder, presento 'Ser o no ser', una película que relata el trabajo de una compañía de teatro para llevar al escenario la obra 'Gestapo', una invectiva contra los nazis. En otros casos, por menor talento de los autores que el de Lubitsch, menor tolerancia de la sociedad o mayor conciencia y percepción del daño provocado por un hecho, el tiempo transcurre sin que el drama dé el paso transformativo.

 

De alguna forma, la tremebunda temporada del Real Valladolid ha anunciado desde tan temprano el resultado de su lamentable quehacer, que la consciencia del trágico resultado se asumió ya muchas fechas atrás. Tanto, que, aún en plena competición, ha transcurrido tiempo suficiente para que el desastre deportivo alimente alguna chanza. Al fin y al cabo, reírse de uno mismo sirve como terapia para cicatrizar las heridas del alma. Sea el caso, bromeaba un amigo con el hecho de que el partido se jugase en lunes.

 

–A priori, mal horario. Dadas las circunstancias –apuntaba el colega–, podría considerarse bueno porque el Pucela no podría estropear el fin de semana.

Sea otro, en un bar, cuando un cliente apuntó el 1 quinielístico como pronóstico del Atleti-Pucela, la dueña del establecimiento le refirió que esta jornada todo el mundo había puesto a ganar a los colchoneros. El apostante, insinuando una sonrisa que se peleaba con la pena, se encontró en la obligación de apostillar.

 

–O todo el mundo ha puesto a perder al Pucela.

Pues pese a la condena de antemano, los blanquivioleta han soltado a orillas (iba a escribir del Manzanares) de la M-40 un encuentro más que digno, tanto que al pie del minuto setenta vislumbraba alguna posibilidad de puntuar. Ensueño del que despertó por pisotones a jugadores de ese grande empeñado en lucir como pequeño. Sus aficionados captarán la gracia, pero a este menda, pase el tiempo que pase, el juego propuesto por Simeone le resulta trágico. Se aculó ante el Pucela. Ante este Pucela. Me hizo pensar que, cualquier día, el once rojiblanco, permanecerá en el campo guarneciendo su portería como Sam Bartram, aquel portero del Charlton Athletic que el día de Navidad del 37, en un partido ante el Chelsea, se mantuvo bajo los palos pese a que el árbitro había suspendido el encuentro debido a que la niebla imposibilitaba la visión. La diferencia consistirá en que Bartram estaba seguro de que su equipo dominaba mientras los del Atleti creerán que el rival despliega un juego poco incisivo. Aun así, ganaron. ¡Qué fácil es el fútbol contra este Valladolid!

Publicado en El Norte de Castilla el 16-4-2025

 

martes, 8 de abril de 2025

UNA HORA ANTES

 


Foto: Alberto Mingueza

Cada lunes que me corresponde enviar artículo, me enfrento sistemáticamente al límite del último minuto. En esta ocasión, también. Eso sí, a la manera de las noches primaverales de cambio de hora, he adelantado, mentalmente en este caso, el reloj con el fin de rubricar estas palabras con tiempo para acudir puntual a la prueba médica prescrita. Una de las caras, una cuenta pendiente que mantengo con ustedes. Escucho, leo, cálculos a vuelapluma sugiriendo que trabajamos gratis hasta mayo/junio debido a que los ingresos anuales obtenidos en ese tramo acaban en la saca recaudatoria de Hacienda. Remuevo mis números, también a grosso modo, y concluyo con que no podría pagar ni juntando los ingresos totales de un lustro lo recibido de la Sanidad Pública alguno de estos años.

¿Que se producen gastos innecesarios? Seguro. ¿Que las cañerías pierden agua de ineficacia? Sin duda. ¿Que existen albañales indebidos, vaporizaciones interesadas? Indudable. Incluso se puede añadir que la calidad de los servicios públicos tiene margen de mejora; que, aun así, en medio de la complacencia, un tercio de los menores en España camina por las playas del mar de la pobreza. Ahí, en esos puntos, entiendo se debe apuntalar el debate. No vaya a ser que, enrabietados, saquemos el tapón de la bañera y, si me permiten, se nos cuele el niño por el desagüe.      

Escribo esto ahora por mi prueba, sí, pero, sobre todo, inducido por la sensación de que en el frontispicio del debate global que nos atañe se escriben las palabras del Secretario de Estado norteamericano Mario Rubio: “comprendo que haya políticas internas, tras décadas de construcción de vastas redes de seguridad social que quizá no quieran desprenderse de eso e invertir más en seguridad nacional”. Comprendo, pero. Ya saben. Quizá parte del ‘desencuentro’ trumpista con Europa surge por la voluntad de socavar un modelo social proteccionista que se ha mostrado viable. No le molesta Europa, sino su sistema. Exigir más gasto militar pretende obligar a la renuncia. Claro, no son pocos los interesados de aquí que, amparados en la propuesta, escudándose en el ‘yo no quería, pero…’, afilan el colmillo. 

Publicado en El Norte de Castilla el 8-4-2025

 


 

 

 

 

lunes, 7 de abril de 2025

PLAZA DE LA INCAPACIDAD

 

Foto: C. Espeso


En la Plaza de la Incapacidad arranca el paseo de la Incomparecencia. Por esta vía caminan, mostrándose a quien los quiera ver, la sucesión de resultados de un grupo de futbolistas cuya presencia no ha incomodado a los rivales, cuyo quehacer no ha superado el nivel de anécdota intrascendente, cuyo expediente se asemeja al del alumno que, tras acudir al aula del examen en la fecha y hora indicada, arroja el folio de la prueba lleno de garabatos a la papelera. Caminan los que reciben del Getafe –un grupo aguerrido que había anotado apenas veintiséis tantos en veintinueve encuentros– cuatro goles, cuatro por voluntad de no atestiguar groseramente la ausencia de contendiente que pudiera incomodar.

Un recodo muy al final del paseo nos conduce a un portón habitualmente cerrado. Habitualmente, porque cuando se abre trasciende un hedor nauseabundo, si me permiten el pleonasmo. Traspasarla nos adentra en una bocacalle conocida como de la Impotencia. No es frecuente alcanzar este punto de la ciudad; pero, una vez puesto el pie en la callejuela, el portón se cierra por el otro lado. La impotencia arrastra indefectiblemente a un camino de difícil retorno. Los sentidos se embotan, la sesera se ofusca, el arrebato guía el comportamiento: alguno de los pasajeros encuentra la expulsión al confundir intensidad con violencia, otro no domeña la frustración y la transforma en una ira que golpea –al menos pretende– a uno de sus compañeros por hacer o no hacer, decir o callar. Llegados a este punto, el retorno, siquiera a la plaza de partida en busca de otra salida, se torna odisea.

que lo que asustaba en el presente. Nadie puede atemorizar al que ya lo ha perdido todo. La remembranza nos trasladaba al enfrentamiento homólogo de dos temporadas atrás. A aquella noche en que Pezzolano especuló confiado en la ayuda de marcadores ajenos. Por Dios, Paulo, ríndase o no se rinda, pero no espere a que el destino ejecute la labor que está en su mano. En su momento pensé que en ese partido se apuntaba un punto de inflexión, el paso del crecimiento convexo al encogimiento cóncavo. Mal apuntado: si la retracción se mostraba nítida, la inflexión, sigilosa casi siempre, ya venía de antes.

El ascenso posterior, observado desde la perspectiva del tiempo pasado, se convirtió en una trampa que, me atrevo a decir, pilló con el paso cambiado al (o a los) propietario del club. Ni lo preveía, ni lo pretendió consolidar. Dado que muchas de las decisiones en el aspecto deportivo fueron objetivamente erróneas, dado que no tiendo a menospreciar –a acusar de torpeza– a la gente que las toma, sigo creyendo que algo se me escapa. Algún día conoceremos la motivación.

Y en estas estamos, con Catoira realizando análisis, no sabemos si sintácticos o morfológicos, de la nada. Con la nada aparente como proyecto del (o de los) hacendados de la entidad. Con una afición esperando que concluya la tortura rezando para que la calamidad no se prolongue más allá de esta temporada. Y mirando temerosa a Gijón, a Zaragoza, a Coruña...

Publicado en El Norte de Castilla el 8-4-2025