lunes, 31 de mayo de 2004

PALESTINA. EL HILO DE LA MEMORIA

Es sólo un libro pero este hojaldre de páginas es a la vez una clase vigorosa de periodismo impartida por Teresa Aranguren. De principio avisa, sin tapujos, “El testigo del drama está en el drama...no creo que pretender ser distante y aséptico sea condición de objetividad y verdad”. Escribir es mirar el mundo desde un particular caleidoscopio, componer desde la mirada propia, una de tantas. La pretensión de objetividad es un ejercicio de cinismo retórico que esconde la individualidad del ángulo de visión de quién escribe. Teresa, al contrario, marca su territorio, sale a la calle casi a cuerpo, pertrechada sólo con el poder de la palabra. De la palabra escrita, de la que no se lleva el aire, de la que demanda permanecer; palabras revestidas con tanto orgullo como las personas, no personajes, que habitan en las páginas del libro. 

martes, 11 de mayo de 2004

DECÍA, DIGO Y DIRÉ “NO”

Mis ojos se ensucian de rabia y asco ante esas fotos que colocan al hombre un peldaño por debajo del cerdo. Una soldado, émula de Jonh Wayne, muerde un cigarrillo y con una sonrisa señala la polla de presos iraquíes, un grupo de militarones se regodea tras amontonar  a futuros cadáveres. En el amor y la guerra no hay moral que valga más que el deseo de sojuzgar al vencido. Esto es la guerra y así se escribe; se mata y se muere, pero sobre todo se humilla. Nada es inocuo por más que sus impulsores pretendan revestir sus propósitos de bienaventuranzas y disfrazar sus efectos con la seda de los eufemismos, por más que acudan al catálogo de virtudes para declararla. En el bien entendido pretenden llenar sus bolsillos de dólar y poder aunque emborronen discursos de amor a su pueblo y gloria de dios por los siglos de los siglos. Saben de sobra que ellos morirán viejos, cuidados y con un termómetro bajo sus aseados sobacos tras haber sembrado la mierda de la muerte prematura lejos de sus casas. Y odio que generará muerte, que generará odio, que... así el mundo no girará en el sentido que marquen jóvenes armados de futuro sino por el recuerdo de los desafueros sufridos por unos abuelos mancillados. ¿A ellos qué?

lunes, 3 de mayo de 2004

SIN POSTRE

El melón constitucional está en un tris de ser abierto mientras discutimos con las enaguas abajo si son galgos o podencos. Los gerentes de esta comunidad, esos que miran de soslayo a Madrid antes de tomar una decisión, dirán que algo se ha ido y no sabrán cómo ha sido. Con prosopopeya relatarán que unas perversas fuerzas centrífugas se han llevado por delante ese sueño inconcluso de la paisana Isabel Montatanto llamado España. Digo inconclusa porque la pieza Portugal falta del puzzle onírico de la tan católica.

jueves, 29 de abril de 2004

NUEVE PROVINCIAS DE ESPAÑA

Díceme Hoyas, a la sazón sufriente prior de esta página, que los escribas que aquí garabateamos malamente nuestras ideas somos una recua de desarraigados, que a la menor nos descarriamos por vericuetos que nos arrastran allende la meseta. Vamos, que para el bueno de Tomás conducimos nuestras letras hacia Irak, el tripartito o, cuando no, la nostalgia nos seduce como aquella prima que vivía en el extranjero; pero que de este páramo cuyo topónimo se engarza con el alambre de una conjunción copulativa, ni letra. Tiene razón, lo que de por sí ya es un síntoma. Porque Castilla y León no es ni por arriba ni por abajo. El techo que nos cobija no se aleja mucho de los sueños frustrados de España eterna con las goteras sin restañar que narraron los tristes hombres tristes de aquella generación del 98. Somos un vivero de nacionalistas de la España que se sintió imperial y que aún espera que los designios de ese Dios uno y trino se posen sobre nuestra hidalguía y nos sonría como pueblo elegido para gestas que engrandezcan la historia de lo universal. Pero ya no estamos para trascendencias.

martes, 20 de abril de 2004

EL CRISTO Y LA BOLSA

Si hiciera caso a mis descreídos ojos y nada más me preguntase, esos renglones de feligreses  escritos en las calles a lo largo de la semana santa obligarían a reconocerme en medio de una sociedad henchida de un fervor religioso que, sin embargo, el resto del año desmiente. Una contradicción nada aparente que en principio me desconcierta. 

Bajo las caperuzas de esas reatas de penitentes que marcharon en filas de a uno se disimulan las caras de nuestros vecinos mostrando resabios de una religión prescrita con analgésicos marca dogma cuya modernidad se enarbola en pos de las treinta monedas que nos aporta el gran fetiche futurista: el turismo. Mañana, cuando las tallas reposen en sus aposentos cotidianos y muchos escondan sus convicciones religiosas para mejor recuerdo en el mismo armario donde guardan almidonada la túnica de sayón, los hosteleros harán cuentas.

jueves, 11 de marzo de 2004

CARTA A ETA MIRANDO A LOS OJOS DE MI HIJO

Una tos alérgica impidió a mi hijo dormir bien la noche del miércoles al jueves. Decidí no llevarle al colegio y que descansase. Pero esa mañana era ya noche, noche de dolor a las ocho de la mañana. Unos salvajes apagaron el sol como vosotros lo habíais hecho otros días siniestros. Con Diego a mi lado no pude hacer otra cosa en todo el día que mirarle, sólo mirarle. Fundí mi pupila en sus ojos transparentes y le hablaba, “que el azar de la barbarie no convierta tu futuro, ese que aún ni has soñado, en amasijo de carne de víctima y, aún más, que nunca seas verdugo”. Y frente a él, llorando reflexionaba y os maldecía cómo tantas otras veces, cómo seguiré haciendo mientras permanezcáis anclados en sueños tiznados de sangre mil veces inocente. Comprenderéis que el reflejo condicionado, que el primer impulso, dibujase vuestras siglas en nuestros ascos. No fuisteis vosotros. Pero eso no borra de nuestra memoria la semilla de dolor que habéis sembrado a lo largo de treinta años. Esas muertes mancillan vuestro debe, el pasado es lamentablemente terco. Hoy, sin embargo, debéis dar un paso al futuro, valiente, sin cortapisas ni vuelta atrás. Un pie en pared que marque el final del ansia homicida que hasta ahora mostráis. Ninguna causa merece la muerte ajena y la vuestra, por supuesto, tampoco. La carnicería del jueves fue brutal pero el dolor es individual y una víctima, una tan solo, en el silencio de sus cercanos, hilvana el mismo drama. Llevo años soñando, con muchos, con casi todos, en ese instante de lucidez en que decidáis que callen para siempre las armas. Para vosotros existe una guerra, yo soy uno más de vuestros enemigos, vale, pero la paz se hace con los enemigos. Abandonad las armas, asumir el error hace grande a quien lo hace. Estáis a tiempo de tener un gesto de dignidad. Pedid perdón a todas las víctimas, purgad culpas de sangre y luchad por vuestra arcadia desde los votos.

Sentid, pensad, que cada víctima tiene cara y su visión es un acicate; mientras enturbio estas letras con mis lágrimas os recuerdo que la voluntad mayoritaria es la de vivir en paz, la de buscar vías pacíficas para la resolución de conflictos. Incorporaos. Y recordad que en la masacre de Madrid murieron gentes que vinieron de Colombia, de Rumanía, de Marruecos y así hasta doce lugares de origen. Esa es mi patria, la de los que viajan en tren, la de los que se levantan a las seis a trabajar y no llegan a fin de mes. Si la vuestra es otra reclamadla pero con la palabra. En nuestras conciencias está grabado a fuego que seremos libres en la medida en que queramos serlo y hoy lo queremos más que nunca. Falta vuestra palabra, esa que silencie definitivamente las armas. Está en vuestra mano.  

domingo, 29 de febrero de 2004

NO SABE PERO CONTESTA





Carlos Taibo, uno de esos trotamundos de la disidencia intelectual, habló el jueves en Valladolid. Curtido cómo uno está en el triste cobijo de los cuatro gatos que decoramos  estas citas asombra ver su capacidad de convocatoria. Eso ya es adrenalina para un tiempo. 

Amén de resaltar la gran paradoja: los únicos mentores de una lectura sosegada de la letra (la grande y la pequeña) de ese pretendido tratado constitucional son los postulantes del “no” mientras los patronos del voto afirmativo escamotean su contenido difundiendo vaguedades, Carlos, tirando de sus nutrientes intelectuales ironizó sobre el nuevo tipo de encuestas al uso de cara al referéndum. Al consabido si-no-no sabe/no contesta se le debe agregar un cuarto epígrafe: no sabe pero contesta, aun más, no sabe pero acata. En realidad la sociedad que estamos construyendo parece el sueño de Esquilache, aquel ministro de Carlos III, máximo exponente del despotismo ilustrado, menos de lo segundo que de lo primero. La inercia social al uso conlleva un desencanto de tal calibre que el personal por hastío dimite de su labor crítica. Del todo para el pueblo pero sin el pueblo al que hagan lo que quieran se cierra un círculo que recrea un panorama parejo. Como entonces el único motín quizá provenga de la reacción nostálgica. Del resto, sumisión por cansancio o desidia.

En éstas la televisión asume el rol de Oráculo de Delfos, de prontuario ético, capaz por saturación de dibujar el abanico de gustos y necesidades. Algún programa se escapa de la vorágine y pretende hablar de ideas, de libros. Al margen de gustos o tendencias, el que modera Sánchez Dragó es uno de ellos y a veces dan una clave aunque, como días atrás, lo hagan de forma inconsciente; el elenco de polemistas intercambiaban ejemplos de malos usos del lenguaje, uno de ellos con rostro sorprendido relató que los chiquillos para negar usaban la expresión “va a ser que no”. Nadie dio respuesta. A la par que los más mimetizan actitudes recogidas de la tele como las ratas aprenden en las jaulas experimentales, los sabios analizan el por qué pero la realidad se les escapa entre los dedos.

La conciencia se evade refugiándose en los cuarteles de invierno y el resto no sabe pero opina lo que le han coreado mil veces. Dad al poder una tele y moverá el mundo. A su gusto.

Publicado en la edición de Castilla y León de 'El Mundo'.

lunes, 16 de febrero de 2004

UN DÍA CUALQUIERA DEL AÑO QUE VIENE

Afahin Chiddi está tumbado sobre una colchoneta en un calabozo. No hace aún dos horas caminaba de vuelta a casa tras finalizar otra interminable jornada laboral. Como todos los días desde hace 10 meses. Pero hoy, tras ver como se acercaba un policía, se abrigó con una sensación de desasosiego y empezó a correr. Una llamada del policía a la central y al minuto varios coches patrulla siguieron su rastro hasta que le detuvieron.

Sobre la colchoneta llora. Ya no podrá enviar a su madre el dinero que arranca de sus 400 euros de sueldo. Llora y se le agolpan las emociones en forma de recuerdos. Aquel primer día en que su padre le dejó al cargo del rebaño de cabras y ayudó a un cabritillo a nacer, aquel día que fue con su hermano mayor a la ciudad de Imzurem enorme para él que sólo conocía su aldea y cada trocha en las montañas, aquel día que conoció a aquella chiquilla de ojos negros. Aquel día en que la tierra se estremeció y se tragó todas las casas de su aldea y bajo la suya quedó para siempre la alegría de su hermana. Ese día maldijo a Alá, el miedo se convirtió primero en dolor y después en ira. Pasaron unas semanas, sin futuro y odiando al suelo que cubre a su padre y a la niña, decidió huir al norte. Tomó el hatillo, vendió sus cabras y supo a quién tenía que dirigirse para embarcarse en una patera que le arrojó a la costa y de allí a buscarse la vida.

Hablaba un más que correcto castellano y no le fue difícil encontrar trabajo. Sin papeles estaba a merced de quien le contratase, nada podía exigir y tuvo que aceptar lo que le dieron: doce horas, seis días por semana, cuatrocientos euros de salario.

Ya ni eso, hoy es carne de deportación, le trasladarán de nuevo a su aldea. Pero sabe que lo volverá a intentar. ¿Qué otra cosa puede hacer? Ha soportado humillaciones e insultos, ha sobrevivido con lo mínimo viviendo con otros siete hombres en la misma casa, no ha vuelto a ver a aquella muchacha. Pero es consciente de que no puede volver atrás aunque le obliguen. Llora con la rabia de la que extraerá la fuerza para volver. 

Llora pero sabe que sólo es una interrupción en su destino. Llora y levanta la mirada. En la misma celda hay otro hombre más oscuro todavía. Con lágrimas en los ojos le cuenta su historia, de dónde vino, cómo tembló la tierra bajo sus pies, cómo le detuvieron. Cuando Afahin calla su compañero se arranca. Me llamo Laurent y vine de Haití.

lunes, 9 de febrero de 2004

CRUZADA CONTRA EL SEXO

Cuentan que allá por el 48, cuando se estrenó Gilda en Madrid, hubo alboroto. El detonante fue el dichoso guante de terciopelo que la Hayword se quitaba ante el pasmo de esa España hambrienta de pan y libertad. Los que acudieron a esa sesión, en pleno delirio onanista, percibieron que les robaban, exhibiendo una versión alicorta de la película, el desnudo de la diva que hubiera saciado, siquiera fugazmente, sus deseos cohibidos. Intuyeron censura donde no la había, porque la había incluso donde no la intuían. Erraron de diana pero el disparo iba bien dirigido.