lunes, 1 de junio de 2009

ER FURBOL ES ASÍN

Me acosa, tenaz, el eco de Víctor Jara en mi cabeza. Así, mientras veo el partido, tarareo repetida e inconscientemente una melodía del cantautor al que el felón chileno le cortara las manos y la lengua.
«La vida es eterna en cinco minutos». Cinco minutos interminables han desembocado en la salvación de un equipo que, por la más estúpida carencia de ambición, ha estado a punto de lastimar el orgullo de su afición. Atrás queda ese debate que mataron hace semanas sobre si era conveniente aspirar a más. Insisto, de haberlo intentado no nos hubiésemos visto en este trance.
«Suena la sirena de vuelta al trabajo». La desidia tiene estas cosas. Cuando ya habían dado por concluida su labor se topan con la realidad. Faltaba algo más, un punto salvador, y ellos con esas pintas vacacionales. Han vuelto al trabajo, cabizbajos, para gritar que, cuando quieren, pueden. La respuesta al porqué no pudieron, al porqué no quisieron, mancilla la imagen de un grupo tan conformista como lo es, a veces, la ciudad que lo alberga.

miércoles, 27 de mayo de 2009

HOMENAJE

Hoy, cuando se avista el ocaso del curso, se cierne la noche más larga sobre el Real Valladolid. No es momento para indagar en las causas que nos han traído a esta situación sino de soplar todos en la misma dirección para que el domingo, a las nueve, tengamos excusa para festejar. Muchas aficionadas y aficionados se merecen ese premio que llegará, sin duda. Mantenerse en primera está en las piernas y las cabezas de los jugadores y os deben ese último esfuerzo. Su batalla es la nuestra y su éxito nuestra fiesta. Es la justa compensación tras un año en el que las ilusiones han viajado en una montaña rusa. Hemos comprobado que pueden y lo harán. No hay motivos para esperar buenas noticias de otros estadios. Estaremos sólo pendientes de Sevilla y desde donde partirá la alegría hacia Pucela.

domingo, 24 de mayo de 2009

DOS TAZAS DE MARCHA

Hace unas semanas el Real Valladolid abandonó al fútbol, ayer el fútbol le pagó con la misma moneda. La temporada se estaba convirtiendo en un esperpento del que no esperábamos un fatal desenlace pero que, tras el partido de ayer, puede terminar en tragedia. El gol de Bilic castiga más por lo que no se supo hacer en los anteriores partidos que por lo que no se pudo en éste. Un gol que llegó tras una pésima gestión del ánimo por parte del entrenador local quien, cuando el equipo acababa de lograr el empate, cuando el Sporting podría venirse abajo, cuando Pucela cantaba y Gijón lloraba, decide, en vez de apuntillar a un rival abatido, retroceder un paso y ordena jugar con dos medios centros de contención dando entrada a Jesús Rueda. Decía Mendilibar que les iba la marcha, haciendo referencia a la mejoría del juego de su equipo cuando ve las orejas al lobo. Pues ya tienen marcha, se juegan la permanencia y no deben esperar ayudas externas.

Coda: Las vísperas se han ensuciado con mensajes cruzados entre aficionados de los dos clubes. La mecha no la encendió ningún simpatizante, sin embargo ambas hinchadas han defendido de forma irracional las insensatas decisiones de sus directivas. Imaginemos que hay una guerra y nadie va.

lunes, 18 de mayo de 2009

UN TRAJE AL QUE SE LE DESCOSEN LAS COSTURAS



Se admitían apuestas sobre el tiempo que iba a pasar hasta que el Real Valladolid atinase con una portería rival. Algunos, los más pesimistas, habían perdido la esperanza de poder contemplar dicho milagro en lo que restaba de temporada. Quienes apostaron a que ayer iba a ser el día, ganaron la porra. Al cuadro pucelano le ha costado setecientos diez minutos marcar un gol y, por esas cosas del fútbol, sólo siete repetir. Entonces nos las prometíamos muy felices. Estábamos asistiendo a una resurrección blanquivioleta. Ocho partidos después volvíamos a disfrutar de ese juego que antaño les permitió superar el umbral de puntos a partir del cual se produjo la despresurización de la plantilla.
El Valladolid dominaba en el marcador y mandaba en el campo. Había sido capaz de remontar un gol accidental del Racing y manejaba el partido con insolencia. Los cántabros tiritaban en defensa; a tenor de la impericia de la retaguardia pareciera que por su área pululaban aquellos topillos que, hartos de cereal castellano, habían emigrado al norte para desviar la trayectoria del balón y así confundir a su cuarteto de zagueros. Pero ni por esas. El equipo es un traje mal zurcido y en cuanto salta un punto se descosen las costuras. Cualquier adversidad sume al equipo en un profundo desconcierto que le deja a merced del rival y en un permanente estado de indefensión. Ayer fue una rigurosa decisión arbitral, la expulsión de Bea, la que marcó el principio del fin. A partir de ese instante el Pucela se diluyó a orillas del Cantábrico y las sonrisas cómplices de los aficionados retornaron albaúl de los recuerdos del que, por una hora, habían salido. Esta vez, además, no pudimos buscar el auxilio en las manos de un desacertado Sergio Asenjo.

lunes, 11 de mayo de 2009

EL DÍA DE LA MARMOTA

En sus últimos años, Camilo José Cela recibió multitud de homenajes -de esos que sirven más para alimentar el ego del oferente que para ensalzar la valía del perceptor- en los que pronunciaba un discurso de agradecimiento por ‘tamaño agasajo’. Cansado o porque tanto le daba arre que so, les largaba el mismo discurso, cobraba y aquí paz y después gloria. Ganas me quedan de seguir el ejemplo y hacer un corta y pega del artículo publicado el lunes pasado. La sensación, compartida con la mayoría de la afición albivioleta, es una especie de ‘déjà vu’. Parecemos émulos de Bill Murray apresados en el día de la marmota reviviendo una y otra vez lo que ya sabíamos que iba a pasar.

lunes, 4 de mayo de 2009

EL SEISCIENTOS Y LOS SANTOS INOCENTES

Una de las paradojas que plantea la relatividad del volumen se muestra con el número de ocupantes de los coches. En los actuales, tan modernos y aparentemente espaciosos ellos, mal caben cinco personas. Pero pocas décadas atrás podíamos viajar casi cómodamente el doble de personas en aquel milagro automovilístico llamado seiscientos. Seiscientos también se llama el número de minutos que lleva el Real Valladolid sin oler el aroma de la red y, de la misma forma, los ocupantes de las causas son muchos y viajan plácidamente. Diez horas consecutivas sin marcar, se dice pronto, que son el corolario desesperante de un equipo que cae en picado hacia un objetivo -la permanencia- conseguido mucho tiempo atrás.

lunes, 27 de abril de 2009

NO HAY NATA PARA ADORNAR EL PASTEL



Los gurús de la ‘nouvelle cuisine’ pretenden que sus platos entren por los ojos antes de acariciar el paladar; los que tiramos más hacia la gastronomía clásica disfrutamos del preámbulo de una buena fabada con la vista y el olfato. La temporada del Real Valladolid corre el riesgo de parecer mala porque, tras una buena preparación y una cocción adecuada, la presentación final puede despedir un hedor a languidez que nos haría olvidar los buenos ratos pasados. El partido de ayer ha sido uno más de esta retahíla que nos aboca a un fin de año plomizo. Cinco partidos consecutivos sin mojar, mal de muchos consuelo de tontos, pensará alguno en idéntico trance, dos empates a nada en los dos últimos partidos disputados en el verde de Zorrilla y poco, muy poco, que llevarse a la boca.

viernes, 24 de abril de 2009

FUERON PORQUE HABÍA QUE IR



Aquellos que estudiamos en los años previos a la LOGSE recordamos con un poco de humor -y algo más de mala baba- las notas de los exámenes de esa asignatura que entonces se llamaba Lenguaje. Se acostumbraba a restar puntos por cada falta de ortografía y, a resultas de lo cual, la calificación de algún compañero bajaba del cero.
La primera parte del partido de anoche, con aquel método evaluativo, se parecería bastante a uno de esos exámenes con mala nota en el que, además, se debería restar algún puntejo por la pésima ortografía. Un menos tres, menos tres habría sido un resultado justo. Empate al fin y al cabo, pero un resultado que hubiera reflejado de mejor forma las miserias de insulares y peninsulares durante esos insufribles tres cuartos de hora cuyo único valor fue la posibilidad de confraternizar, entre bostezo y bostezo, con la gente de esta sección. Sorprendió la falta de tensión competitiva de un Real Valladolid que, liberado del miedo al abismo, debería mostrar mayor osadía y ningún nerviosismo. Pues bien, vimos todo lo contrario, un equipo pusilánime y despistado. Los primeros quince minutos del buen lateral Pedro López ilustran lo que digo. Erró en cada ocasión que pudo. Parecía que el despiste venía de antes y había salido al campo con las chanclas en vez de con los borceguíes.

lunes, 20 de abril de 2009

EMPATE A CERO, ACERO INDUSTRIAL

El Valladolid traspasa en abril la frontera que yo cruzaré en agosto, la de los cuarenta. En ambos casos podemos decir que nos quiten lo ‘bailao’ aspirando a seguir sonriendo durante lo que nos quede. Pero mientras el que suscribe comienza la primavera con tareas pendientes y esperanzas abiertas, el Valladolid cierra el invierno con los deberes hechos y los sueños rotos. De aquí al final quedan siete partidos en los que disfrutaremos del fútbol a pelo: sin miedo a nadie y sin ilusión por nada. Siete encuentros en los que no deberá tener cobijo la especulación que tanto daño hace, a la economía y al fútbol. El final de temporada se tendría que convertir en un necesario homenaje a la grada y en una sementera de nuevos aficionados.
Pero eso será, si es, de aquí en adelante porque lo que ayer sufrimos en Zorrilla fue fútbol de garrafón, malo mientras se toma y padrastro de una amarga resaca. Frente a frente se colocaban dos de los porteros que aspiran a defender los palos de los mejores equipos europeos y, salvo una parada inverosímil de Asenjo, volvieron a casa con los guantes impolutos. El Villarreal del ‘triste con dos eles’ Pellegrini boqueaba como un pez fuera del agua. Su grupo trabaja con eficacia pero los jugadores que han de marcar las diferencias ya han jugado sus cien mejores partidos. La historia última del equipo amarillo ha sido admirable sin embargo su plantilla necesita un rearme generacional y el margen de error en este deporte siempre es grande salvo para los que pueden tirar impúdicamente de chequera. Espero que el tiempo me desmienta porque el Villarreal se ha ganado muchas simpatías pero da la sensación de que el reloj de esta Cenicienta marca las doce menos diez. El Real Valladolid adoleció de falta de definición para romper el partido en la primera parte. Hay días, el de ayer es un claro ejemplo, en los que los blanquivioletas parecen tener que elegir entre comer o beber. Cuando consiguen hilvanar un buen juego no aparece el remate, si se busca el remate se pierde el juego. En esas estábamos cuando los castellonenses se encontraron con un premio inmerecido: el Valladolid perdía a un jugador y el Villarreal se aprestaba a lanzar un penalty. Fallado el lanzamiento, el Valladolid se conformó, lógicamente, con mantener la igualada. Era menos de lo que se esperaba pero más de lo que podría haber sido. Bostezamos, concluyó el partido y volvimos a casa con los síntomas previos a la resaca. Primer partido de la temporada en que el Valladolid perpetra un empate a cero. Acero industrial, como bien añadió Luismi.