lunes, 19 de noviembre de 2012

TIEMPOS DE SILENCIO


Los tiempos de silencio tienen capacidad para cambiar el sentido de la historia que se está contando. Pueden durar cuarenta años aunque Luis Martín-Santos sea capaz de condensarlos en unas pocas páginas que recorren un Madrid convertido en metáfora de aquella España gris conformada con una burguesía arribista, una clase media depauperada, un ambiente cultural tan embebido en sus disquisiciones retóricas como ciego ante una realidad que le pillaba a escasos metros y un submundo marginal bárbaro. 

Pero los tiempos de silencio pueden durar un instante, una minúscula pausa, y aun así ser capaces de aportar diferentes significados en función de cuando se produzcan. Sin ir más lejos, las mismas sílabas, separadas de distintas formas, aportan informaciones diversas. Hace poco más de un lustro, Telemadrid, el mismo canal que durante la víspera de la huelga del pasado miércoles grabó uno de sus comentaristas informando de lo que había ocurrido el día después, no gozaba –eso decían las encuestas– de mucho prestigio entre su potencial audiencia y emprendió una campaña de publicidad para revestirse de credibilidad. El eslogan elegido decía: ‘Espejo de lo que somos’. Instantáneamente alguien propuso que cambiásemos el lugar de los silencios y escribió como réplica: ‘Espe jode lo que somos’. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

ROCA EN POTENCIA


La vida es una enfermedad crónica que, inexorable ella, nos guía hacia la muerte. Incluso la ‘no vida’ conduce a la nada, una piedra, más pronto o más tarde, será arena diseminada. Al menos los seres racionales tenemos una potestad: sabiendo que la vida es limitada podemos optar por desgastarla nosotros mismos o esperar, como la piedra, a que sea el poder infinito del agua y el viento el que nos vaya convirtiendo en tierrilla. A veces el aire y el agua desgastan tanto que, aunque aparentemente veamos una roca, a poco que presionemos con los dedos, se desmigaja arrojándose por un balcón. Un muerto aquí, una muerta allá, y otro, y otra. Muertos que, contados de uno en uno, generan conmoción pero no crean alarma en la atmósfera que pretende, implacable, seguir con su juego erosionador. Una mala forma de remate a unas vidas que se lanzaron al suelo de la desesperación, un vuelo a la nada que solo se puede tomar cuando al futuro dibuja láminas en negro.
Quizá, eso que pensamos que son los elementos de la naturaleza, no son más que cuatro convenciones y somos nosotros los que hemos asumido que las cosas solo pueden ser así. Pero, a lo mejor, pueden ser de otra manera. Para comprobarlo no hay más que echar la vista atrás y recordar frases tan lapidarias como las que ahora asocian huelga y hecatombe. Hace menos de medio siglo, en USA, ante una convocatoria similar la patronal decía: “¿Pagar el mismo salario a mujeres y negros? Las empresas no pueden sobrevivir si las leyes del Gobierno nos ahogan”.
Por eso ayer se había convocado una huelga, para que antes de ser arena podamos, al menos, elegir en qué orilla del río queremos estar, para que la roca que se vuelva a formar a partir de nosotros sienta de nuevo la vida y pueda poner al aire y al agua en su sitio. Para no ser granos de arena solitarios sino una roca en potencia. Al fin y al cabo, si la normalidad siempre acaba en muerte ¿por qué insistir tanto en ser parte de ella?

Publicado en "El Norte de Castilla" el 15-11-2012 

lunes, 12 de noviembre de 2012

DE VÍCTIMAS VIVIMOS MEJOR


Cuando algo no ha funcionado como debería, giramos los ojos buscando en quien cargar la culpa, alguien que acarree con las previsibles consecuencias de todas las iras que pretenden escaquearse. Hay quien dice que es parte de la idiosincrasia española, pero me temo que se podría generalizar de forma casi universal. Para ello, uno de los  recursos más sencillos, pero con eficacia probada, es el convertirse a uno mismo en víctima. Un buen manejo del lenguaje, una memoria selectiva y pocos escrúpulos son los condimentos necesarios para articular un lenguaje que deje poco margen para la confrontación de los hechos. Es lo que se conoce como victimismo. Decía que suele ser un recurso eficaz aunque esa eficacia sea poco duradera ya que la insistencia en este tipo de conductas pierde valor en la medida en que se repite y, sobre todo, impide la autocrítica imprescindible para seguir creciendo como personas (o como sociedades).


jueves, 8 de noviembre de 2012

EL PODER DE LAS MANOS CON CALLOS

El 'poder', como la crisis o el Dios de los católicos, es uno y múltiple. Y no, no me refiero a esa ingenua separación clásica que lo divide en tres, legislativo, ejecutivo y judicial. El poder, el de verdad, trabaja de la misma manera que los directores teatrales: no aparece cuando llega el momento de la representación, pero ha marcado las pautas que seguirá todo el elenco cuando el público no estaba delante.

Ese poder es básicamente económico, por más que pueda vestir toga, sotana, birrete o uniforme. Hacernos pensar que está en manos de los políticos es parte de ese juego de mistificación. Y caemos en la trampa. Ahora, cuando se desacredita todo lo relacionado con la política, muchas voces reclaman, por ejemplo, que se limite el tiempo que un político puede permanecer en un cargo. No creo que falte buena intención en quienes esto sostienen, sin embargo yerran el tiro. Puedo estar de acuerdo en los segundos, terceros y cuartos escalones políticos, pero no en el primero. Ese tope supondría, en muchos casos, la imposibilidad de llevar a cabo verdaderas transformaciones sociales ya que, para ello, se necesita un poder político fuerte para contrarrestar las resistencias del poder económico. No es casualidad que en los EE.UU. se tomase esta medida tras el fallecimiento del único presidente que ganó cuatro elecciones, F.D. Rooselvelt. Este, uno de los presidentes mejor valorados por el conjunto de la población, fue repudiado por el poder económico del momento, al que no le hizo ninguna gracia eso del New Deal.

martes, 6 de noviembre de 2012

LA SOLEDAD DEL QUE ESTÁ SOLO


Son más de veinte personas sentadas en una sala de pocos metros cuadrados, más de veinte soledades que esconden su cara con ambas manos tratando de esconderse de los demás, pretendiendo modificar el pasado. El silencio suena como un estruendo cuando nadie habla porque ninguno de los allí presentes encuentra la palabra precisa. En cada cabeza bulle un instante, un error con el que habrán de cargar, una decisión inoportuna, un golpe de infortunio, un escaqueo, un ‘si hubiera llegado antes’, un reproche, un ‘por qué no haría aquello’. Pero los hechos son testarudos, precisamente, porque no tienen vuelta atrás.
El caso es que todos, hasta hace unos minutos, se imaginaban nadando, el agua les llegaba al cuello pero se sentían fuertes, sus brazos respondían a las órdenes de la cabeza aunque la orilla aún quedara lejos. Pero un golpe de mar, cuando la luz parecía más clara, ha vuelto a sumergir, una semana más, la cabeza que tanto cuesta sacar. Todos se sienten solos, pero no todos lo sufren igual, porque no es la misma soledad la del que se siente culpable, que la del que se evade, la del que rebusca las causas entre los demás o la del que, simplemente, se siente solo.
Hace cinco años, Jaime Rosales dirigió una película titulada precisamente así, ‘La soledad’. Dos mujeres de dos generaciones diferentes, Adela y Antonia, ven como las pequeñas estructuras sobre la que asientan sus vidas se desmoronan. A partir de ahí, lágrimas y culpa, mucha culpa. Lágrimas por la pérdida y culpa por no haberla evitado por más que en ningún caso tengan nada que reprocharse, a pesar de que, poco antes, celebraban unos pasos adelante en sus vidas.
Poco antes Kike Sola veía como el balón se dirigía hacia él, la portería parecía enorme. Remató, y cuando ya celebraba el gol, surgió del aire la mano de Dani para evitar el gol. Más pendientes de lamentar la mala suerte que del propio juego, lanzaron un córner sin convicción. El balón llegó a los pies de Óscar, lo condujo magistralmente hasta que encontró el momento oportuno para hacérselo llegar a Omar, este levantó la cabeza y, de forma tan inmediata como precisa, lo cedió a Ebert que aparecía por el otro lado. Allí acabó todo, un toque sutil de este torete rubio superó al portero y desentrañó el partido. Óscar y Omar, protagonistas de la jugada de una película en la que ni habían participado, permitieron que Ebert asestara una puñalada, quizá la última, a Mendilibar.
Todos continúan sentados y en silencio. Rubén se dice que podría haber frenado antes para evitar la expulsión, Andrés que podría haber retrocedido un par de pasos...Pero uno, solo uno, está solo y cuenta las horas. Huele a RIP. Sufre tanto como lo que, no hace tanto, hizo que disfrutásemos. Se merece que le deseemos todas las venturas.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 05-11-2012

jueves, 1 de noviembre de 2012

LA HISTORIA, UN MUERTO VIVIENTE

Los sepultureros de la historia tienen prisa por enterrar el  reciente pasado que parece morir ante sus ojos. El politólogo norteamericano Francis Fukuyama raudo se aprestó a inhumar, allá por el 92 del siglo pasado, los despojos de la historia; un escritor, Eduardo Jordá, no esperó ni 24 horas para arrojar tierra sobre el cadáver de Miguel Delibes, asegurando que su mundo se había extinguido mucho antes que la vida del literato. 
Pero ambos se quedaron cortos de tierra porque la historia recompuso sus cenizas, salió de la tumba y ahora vuelve a aparecer como muerta viviente o como viva muy viva.  “El gran éxito de la película ‘Los santos inocentes’ se debió a que todos comprobamos con alivio que el mundo de Delibes ya había desaparecido para siempre” dice Jordá. No se sentirían tan aliviados los que pensaban como él si tuvieran a bien levantar la vista para comprobar que los desprecios de los dueños del cotarro al saberse inexpugnables, los distintos servilismos asumidos por los muchos Alfredo Landa que no aciertan a ver otro camino que les garantice un plato caliente, ya no son retahílas contadas por un abuelo pesado, sino escenas cada vez más cotidianas.

martes, 30 de octubre de 2012

Ser lo que se es


No hay nada más difícil que ser como uno es. Bueno, sí, ser como uno quiere ser. Porque para ser como uno es hay que saltar los mil obstáculos que cada día esperan al salir de casa, e incluso dentro de ella. Mil obstáculos distintos unos de otros, colocados unos por los que te quieren mal, otros por los que no ven en ti más que a un enemigo y alguno, los menos pero quizá los más altos, por los que más te quieren  debido a su afán por tratar de reconducir lo que nadie les pidió que condujesen o, simplemente, porque el camino elegido no es fácil de digerir, de compatibilizar. Pero para ser como uno quiere ser, necesita, además, conocerse y cuestionarse; analizarse y aprender, reflexionar y estar dispuesto a conocer los propios límites,  asumir los errores y, sobre todo, se precisa una potente dosis de valor para enfrentarse a uno mismo, para no creerse el centro del mundo imponiendo sus deseos, sus apetencias, como patrones por los que se tienen que mover los demás.
La intención, imprescindible para ese empeño, no es suficiente porque cuando llegan los momentos duros dudamos hasta de lo que somos, de lo que queremos, y nos quedamos a expensas del viento. En esos tiempos dejamos de ser y pretendemos demostrar; en vez de  vivir con naturalidad, estamos pendientes de las opiniones externas, de lo que piensen o digan los demás. Javi Guerra ha sido el bastión bajo el que se ha guarecido el Real Valladolid durante los dos últimos años, pero algo se torció al comenzar este. Sobrepasada la treintena y con una carrera futbolística más que digna, no ha conseguido marcar ni un solo gol en la Primera División. No lo hizo mal en los primeros partidos pero el gol no llegó. Manucho ocupó su puesto en el equipo titular y, para sorpresa de casi todos, tuvo un rendimiento de notable alto. Guerra dejó de ser pilar, perdió la titularidad y ahora se ahoga en la duda. Si lo que soy no vale tendré que demostrar algo más, pero ese algo más no está en el catálogo de sus virtudes. La presión se le agolpa en el costado y, hasta el balón, desobedece sus instrucciones. Cuanto más se obceca, Javi es menos Guerra. Cuanto menos atención preste a lo anecdótico, ese primer gol, antes llegará y vendrá con hermanos. 
Lo agradeceremos todos, porque el Pucela se empieza a parecer a aquel chaval que disfrutaba del sexo casi todos los días, casi los lunes, casi los martes...Los partidos de fuera casi se empatan y los de casa casi se ganan. Y así, entre casi y casi, el Valladolid vive cómodo gracias al colchón de las dos primeras jornadas, desde entonces casi, tras casi, cinco puntos en siete partidos, números rojos. Si Javi vuelve a ser el que es, el Pucela volverá a reencontrarse y podrá caminar con garbo y taconeando, digan lo que digan los mediocres que se esconden en sus voces.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-10-2012 

domingo, 28 de octubre de 2012

TRIPLE CONDENA

La fuerza del fútbol, la misma que la de la vida, radica en que está lleno de imperfecciones, se juega en campo abierto y por tanto la lluvia, el aire o el frío actúan como condicionantes. Los errores son consustanciales a la propia existencia, ahí radica buena parte de su grandeza. En el fútbol hay quinielas y la vida es, como cantara Marisol, una tómbola. El árbitro forma parte de ese conjunto de factores imperfectos que afectan al desarrollo y, por tanto, más que posiblemente, al resultado final. En nuestro particular parlamento abrimos un hueco para que se siente un exponente de este colectivo vejado pero siempre imprescindible, los árbitros, un mal necesario. Nuestro protagonista debe de ser masoquista, en él se unen tres de las tareas menos apreciadas en nuestra sociedad, a la condición de  árbitro, hay que añadir que ejerce como abogado y es representante político en uno de los municipios más poblados de la provincia. Julián Rodríguez Santiago sonríe mientras recuerda y lanza una pregunta que suena a resignación ¿de qué vivirían, dice, los periódicos de no ser por nosotros?

jueves, 25 de octubre de 2012

ENSALADA DE NADA

En épocas de hambre nadie sueña con ensaladas. Y esta es época de hambre de política. Puede parecer, a tenor del desprecio generalizado a todo lo que evoca este término, que no es hambre sino hartazgo; pero no es así. Lo que se palpa es un descrédito a las formas de política que nos han traído hasta aquí basadas en la reiteración de mensajes caducos e insustanciales, unido a prácticas agrestes que decoloran, con prisa y sin pausa, el catálogo de derechos sociales.
Las elecciones del pasado domingo en Galicia y Euskadi, a pesar de la aparente disparidad de los resultados, dejan una reflexión común: el desplome de los referentes del PSOE en ambos territorios. Una caída que ni empieza ahora, ni es exclusiva de nuestro país.