Hace dos años era nada y era
todo. De golpe la calle dejó de ser solar y recobró la vida, la plaza era, de
nuevo, ágora. La política, esa peste de la que había que huir según los que
siempre vivieron de ella, empezó a ser tema cotidiano de conversación con el
peluquero, con la quiosquera, en el ascensor. Bob Dylan nos preguntaba que cuántas
veces puede un hombre volver su cabeza fingiendo simplemente que no ve. Súbitamente
se sufría por los efectos secundarios de la ingenuidad, haber regalado la
política a unos pocos, haberla dejado en manos de unos personajes que se fueron
convirtiendo en casta. Y así, con la desfachatez de quienes se saben
impunes, regalaron el país para quedarse con las mordidas. No fueron muchos los
que se lo llevaron crudo, pero fueron pocos, muy pocos, los que mantuvieron la
dignidad, los que denunciaron que ‘la ley’ venía dictada desde arriba para que
se sirviesen de ella como de un guante blanco. Regalaron el país mientras
fingían emocionarse con sus símbolos, estos patriotas de pulsera rojigualda
lloraban ante la bandera mientras entregaban en bandeja a sus paisanos.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
jueves, 16 de mayo de 2013
domingo, 12 de mayo de 2013
EL BOSQUE DEL MIEDO
jueves, 9 de mayo de 2013
BUSCO AYUDA PARA ENCONTRARME
Aunque solo sea por justificarme,
primer vericueto que tomamos al ser pillados en cualquier renuncio, diré que
perderse es la consecuencia lógica de llevar caminando tanto tiempo en este
desierto llamado España. Quiero mirar hacia delante, pero solo veo un frente de
dunas que, como las puertas que describía Sabina en calle Melancolía, niegan lo
que esconden; eufemismos que suenan a ‘sí’ donde dicen que ‘no’. Lo peor, con
todo, es que sé que tras ese frente no habrá vegetación sino más frentes. A
veces, eso sí, un golpe de calor me hace perder la consciencia y creo estar en
medio de un oasis, pero siempre hay un jarro de agua que me devuelve a la
arenosa realidad.
domingo, 5 de mayo de 2013
DE MENÚ: PECHUGA DE PAVO
A la generalización del uso de cualquier avance le acompaña siempre un
elenco de servidumbres que, en muchos de los casos, exigen otros nuevos
avances. Nadie (o casi) discute que el coche aporta posibilidades que
sin él no podríamos imaginar. Pero su uso generalizado, además de las
contraindicaciones obvias, ha modificado hasta la estructura de las
ciudades. Ahora los espacios de ocio, las áreas industriales, las
grandes superficies comerciales, los hospitales...están completamente a
desmano. En estas grandes ciudades, los diseños se plantean con la
certidumbre de que, quien más, quien menos, tiene un coche disponible.
Las menos grandes, efectos del mimetismo, imitan a sus hermanas mayores.
El coche ha pasado de herramienta a arquitecto urbanista, de opción a
necesidad. Otro tanto ha pasado con la alimentación. La industria ofrece
una serie de productos que han arrinconado en el frigorífico a los que
antaño eran la sota, el caballo y el rey. El bocadillo de chorizo (sin
cortar en lonchas) ha ido perdiendo protagonismo ante la invasión de la
mortadela o el pan de molde. Las meriendas de la chavalería actual se
parece mucho a la dieta que nos (im)ponían nuestras madres cuando
estábamos enfermos. Masticar la carne de animales engordados de forma
artificial exige mucho menos esfuerzo del que nuestro organismo puede
realizar. A los dientes, por ejemplo, no se les pide el trabajo para el
que se han ido preparando a lo largo de miles de generaciones de homo
sapiens, tienen mucho tiempo para bailar y terminan en cualquier lugar
de esa pista llamada boca. Las ortodoncias se ven obligadas a recolocar
unas piezas desubicadas por los desmanes de la pechuga de pavo.
viernes, 3 de mayo de 2013
¿De qué hablan cuando hablan?
No
hace tanto, o quizá sí, de aquellos tiempos en que sólo había dos
cadenas de televisión. Podíamos elegir entre la primera y la uhacheefe
pero rara vez lo hacíamos porque estábamos la mayor parte del tiempo en
la calle. Cuando llegábamos a casa era para cenar y dormir. Menos los
viernes que, al no haber escuela al día siguiente, se ensanchaba un
poco, no mucho, la manga y, tras la cena, veíamos el Un, Dos, Tres.
Entre preguntas y canciones, entre multiplicaciones y calabazas,
aparecía, cada día con un disfraz, Antonio Ozores. Hablaba pero no se le
entendía y de eso hizo profesión. Arrancaba carcajadas con un humor con
un cierto barniz surrealista. Sus absurdos monólogos quedaron
almacenados en mi subconsciente de tal forma que ese recuerdo aparece
cuando escucho a muchos santones de la política o de la economía. Hablan
en un lenguaje tan artificioso que resulta ininteligible, sus
explicaciones del por qué pasa lo que pasa, son como las intervenciones
de Antonio Ozores pero sin hacer reír. Lían sus discursos como un gato
una madeja. Podríamos pensar que no somos lo suficientemente listos para
comprender pero no es el caso, en realidad ocurre que han encontrado un
lenguaje capaz de engullir palabras sin aportar nada, un idioma en el
que pueden decir a la vez so y arre y convencernos de la coherencia de
las dos órdenes dadas al mismo tiempo. De esta forma evaden su
responsabilidad, esconden los errores de sus análisis previos y, sin
rubor, se erigen en portavoces de la única verdad verdadera. Pero
resulta que su oficio es –debería ser- el contrario: explicar con
nitidez las cosas que afectan al común para que pudiéramos decidir con
un criterio más formado. Pero date, eso nos convertiría en más soberanos
y menos masa. Luego no (les) conviene.
jueves, 2 de mayo de 2013
EL NIÑO YUNTERO DE BANGLADÉS
Bangladés está a una docena de horas en avión o a noventa
años en la memoria de nuestros antepasados. Allí, ahora, cualquier niño, cambie
usted yugo por telar, “Carne de yugo, ha nacido/más humillado que bello, /con
el cuello perseguido/por el yugo para el cuello.” Sus fotos nos atormentan,
tanto hemos recorrido desde antaño, como el espejo que devuelve nuestras
miserias. Ellos son los otros, la contrapartida, el mal necesario que soporta
nuestras bien parecidas vidas. Ellos, cualquiera de ellos “Nace, como la
herramienta, /a los golpes destinado”. Ellos que también, y en mayor medida,
son ellas.
Miramos de reojo y sentimos lástima, ese extraño sentimiento
que acomoda la tristeza al ‘qué se va a hacer’ que nos permite seguir viviendo
como si nada hubiera sucedido. Pero ha sucedido, y sigue sucediendo que “Cada
nuevo día es/más raíz, menos criatura, / que escucha bajo sus pies/ la voz de
la sepultura.” Mirad de nuevo las fotos, de frente, porque ellos somos
nosotros, su cara es la nuestra. Solo nos separa el azar, diez mil km allá o noventa
años atrás que nosotros no elegimos. Bangladés es hoy lo que nuestros abuelos fueron.
Ellos enrabietados, “Y como raíz se hunde/ en la tierra lentamente/ para que la
tierra inunde/ de paz y panes su frente”, se rebelaron contra el cielo que les
caía encima.
lunes, 29 de abril de 2013
JOB Y LOS VASALLOS
No sabría dónde ubicarlo en un mapa actual, pero hubo un tiempo en que
debió existir un país llamado Us porque de esas ignotas tierras
encontramos una primera referencia en el Antiguo Testamento. Conocemos,
eso sí, una ciudad con ese nombre en el norte de Francia, pero no creo
que este libro sagrado para judíos y cristianos de toda índole emplazase
al prototipo de la sumisión en tierras galas. Decir que Job, que así se
llamaba este hombre, habitaba en Us es poco decir, en realidad era el
amo del cotarro, señor de vidas y haciendas hasta el punto de ser
considerado, por aquel entonces, como el más rico entre todos los
orientales. Siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de
bueyes y quinientas asnas daban fe del poder del señor Job.
jueves, 25 de abril de 2013
LO QUE EL PENDÓN IGNORA
Los calendarios están llenos de
números que, en su mayoría, no nos dicen nada; unos pocos, sin embargo, han ido
cobrando significado, bien porque se clavan como aguijones en el corazón,
porque forman parte del selecto elenco de efemérides colectivas, bien porque
una melodía los ha apuntalado en nuestra memoria. Así, gracias a los Celtas
Cortos, el veinte de abril será siempre el del noventa y recordaremos las risas
que nos hacíamos antes todos juntos.
El pasado veinte de abril, sábado
para más señas, mientras el día iba transcurriendo igual que tantos días
iguales, en cualquiera de nuestros pueblos, donde sus habitantes se esfuerzan
para llenar las lentas horas de estas tardes que empiezan ya a ser largas, en
Becilla de Valderaduey se disponían a limpiar la iglesia. Así, entre fregonas y
amoniaco, el reloj iba dando vueltas hasta que encuentran un trozo de tela que
podía ser un trapo olvidado alguna otra tarde de limpieza. Pero no, a fuerza de
vueltas, el reloj marcaba el siglo XIII. El trapo tenía alcurnia. Era, nada más
y nada menos, un pendón que se había empeñado en transitar por el mismo oscuro camino
del silencio que tres siglos después siguieran aquellos ‘morados pendones
viejos violados de tanta espera’ que evocara Luis López Álvarez en el Romance
de los Comuneros. Desde entonces ya Castilla no se ha vuelto a levantar. Añadía
el poeta berciano.
domingo, 21 de abril de 2013
PEOR PARA ELLOS
Los agoreros son esas personas con capacidad para imaginar los caminos
que ha de recorrer una mala situación para llegar a empeorar. Si, por
que las cosas son como son, la realidad les da la razón, apretarán más
el tornillo, y dirán, con toda solemnidad, que aún no hemos tocado
fondo. Son así, sin más argumento que la tristeza de su alma, siempre
encontrarán un síntoma del que colegirán un inminente agravamiento de la
situación. Esa tristeza conlleva, al menos, otras dos desventuras
consecuentes: de una parte, la imposibilidad de gozar de las cosas
corrientes, hecho que, y es de agradecer, sufren en silencio; de otra,
les resulta sospechoso de vacuidad ética o intelectual aquel que
disfruta de nimios placeres en medio de la tempestad. Mayor aún es su
desprecio cuando estos placeres son compartidos por lo que ellos,
despectivamente, definen como masa, esa multitud informe de gentes que
disfrutan a la par. A ellos, tan suyos, les repele la palabra
mayoritario.
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