Fue Isaac Newton el que, con su Principio de acción y reacción, dotó de marco teórico a aquello que ya se intuía: «Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria». Bien es cierto que el genio ciñó este postulado al campo de la física, donde además, acción y reacción se producen a la par. Podría haber extendido, sin riesgo a equivocarse, este principio a cualquier otro ámbito y seguiría siendo igualmente válido. Casi nada sucede por que sí, lo que ocurre viene precedido de otros hechos que propiciaron el que se produjese. Dirigir cualquier operación obliga, por tanto, a conocer las previsibles consecuencias de las decisiones que se tomen, a no dar un paso sin tener claro cuáles pueden ser los siguientes. Solo los ingenuos pueden ponerse a diseñar planes sin tener presente la reacción de los que se les oponen; solo ellos se escandalizan cuando dicha reacción entorpece o anula el desarrollo de lo que habían diseñado. Bueno, los ingenuos y los que son tan torpes como para creer que sus planes son tan, pero tan maravillosos que nadie se opondrá a ellos, que la ‘ciudadanía’ caerá rendida a sus pies mientras canta aleluyas.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
domingo, 8 de noviembre de 2015
jueves, 5 de noviembre de 2015
DISTORSIÓN DESDE LA CUEVA
Hace casi dos mil quinientos años, Platón ya fue capaz de explicar en su ‘Alegoría de la caverna’ como los prisioneros encerrados en el fondo de una cueva terminan por pensar que las sombras que se proyectan en el interior son la verdad verdadera. Tanto, que si alguno es capaz de salir, cuando regresa y cuenta que lo que allí piensan es falso, tendrá serias dificultades para ser creído.
Supongo que permanecer encerrado cuarenta años en lo más profundo de una caverna dé, además, para que los prisioneros adapten el lenguaje a la experiencia que viven. Los que entraron con una cierta edad van olvidando paulatinamente lo que sabían antes de la reclusión; para los que allí nacieron no existirá otra interpretación de los hechos diferente a la de la cueva, ni otra forma de contarla. Si por cualquier circunstancia se abren las entrañas de la tierra y los prisioneros empiezan a vivir en la superficie, serán esclavos del lenguaje aprendido en el interior, aquellas palabras seguirán definiendo los mismos conceptos que antes definían.
lunes, 2 de noviembre de 2015
DIGA SÍ O NO
Lo había visto en alguna película, el abogado o el juez intentan acorralar a algún acusado o testigo que pretende trémulo contar su relato de los hechos exigiéndole que ciña su respuesta a un sí o un no. Quien pregunta con estas condiciones pretende, sin más, aislar un hecho para dotarle de categoría, descontextualizar una realidad compleja para enterrarla en un escueto monosílabo. Pocas, muy pocas preguntas en esta vida, sin embargo, admiten tan lacónicas respuestas. Curiosamente, asistimos a una proliferación de interrogatorios de este cariz en los que un periodista de turno, con una impostada adustez, plantea aquellas mismas condiciones minimalistas a diversos dirigentes políticos. Diga sí o no, defina con una palabra, no se enrolle. Y el obediente entrevistado entra en el juego, todo sea en aras del espectáculo. Después nos cuentan (aguantando la carcajada) que cada vez hay más programas en los que se habla de política y que ello redunda en favor de la democracia. No, no es de política de lo que se habla, sino de políticos; de políticos, además, convertidos en personajes a los que, como en cualquier otro programa del corazón, se les da coba mientras aguanten el tirón de lo mediático, después llegarán otros igualmente inanes, igualmente prescindibles. No nos engañemos -música de fondo, aficiones predispuestas a aplaudir o silbar al líder de turno, polémica insustancial en la calle y las redes sociales- lo que ocurre en estos programas es el empaquetamiento de la política como cualquier otro objeto de consumo y su puesta en el mercado del ‘show’ televisivo. Ni un sí ni un no sirven, casi nunca, de nada salvo que vayan engarzados en un razonamiento más complejo, ni existe una palabra que, a pelo, explique o defina cosa alguna.
jueves, 29 de octubre de 2015
MILES DE SAULOS
Lo que ocurrió aquel día en que Saulo galopaba camino de Damasco fue una minucia con lo que ha pasado en los institutos de enseñanzas medias este último septiembre. El joven de Tarso sostuvo que un resplandor le hizo caer del caballo. Ya en el suelo, afirmó que escuchó voces que provenían del cielo, palabras que eran a la vez pregunta y reproche: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Fue tal la impresión producida en este joven cazador de cristianos que inmediatamente cambió de bando, pasó de perseguidor a perseguido. Posteriormente diseñó las líneas maestras de una institución bimilenaria, pero esa es otra historia. La nuestra es la de la conversión, ya digo, poca cosa si la comparamos con la de los jóvenes bachilleres. De repente miles de ellos han caído del caballo: llegado el tiempo de las matrículas, tras años de descreimiento, han optado por elegir la asignatura de Religión. Pena de un Brueghel o un Miguel Ángel que habrían sido capaces de plasmar la multitudinaria conversión y, de esta manera, haber dejado constancia para deleite de futuras generaciones. Mas como no será así, dejemos constancia por escrito.
Resulta que ahora la nota de religión computará, como la de matemáticas o la de filosofía, para el cálculo de la media esa que sirve para tener más opciones de elegir carrera. Como además ha corrido el rumor de que las notas serán altas, los desinteresados chavales han decidido que ‘París bien vale una misa’. Y vuelve el debate sobre la pertinencia de que en las aulas se imparta la asignatura de Religión. Yo, para mí, tengo que el debate como tal es estéril. Buena parte de quienes defienden la inmiscibilidad del conocimiento y el adoctrinamiento se refugian en argumentos que no rozan, ni de lejos, el verdadero interés de los defensores de la compatibilidad ciencia-creencia. En realidad, la parte de estos que tiene influencia (la iglesia oficial), me temo, no está tan interesada en que se imparta la asignatura cuanto en decidir quién la imparte. O sea, que el asunto va, de nuevo, de dineros. Me gustaría saber cuál sería la reacción de los prelados si les dijesen que habría Religión pero los profesores dependerían del estado. Igual perderían interés en que surgiera tanto Saulo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-10-2015
lunes, 26 de octubre de 2015
DISTOPÍAS
El próximo año se cumplirá medio siglo –ay, medio siglo, milenio, medio milenio- desde que el humanista inglés Thomas More publicase su influyente libro ‘Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía’. Desde entonces el nombre de esta isla ficticia en la que recrea un modelo de sociedad ideal ha trascendido hasta tomar significado por sí misma; hoy en día una utopía es un término que se refiere, de forma despectiva, a un proyecto que, de puro estupendo sobre el papel, se torna irrealizable. Este paraíso tiene su contrapunto en otro espacio ficticio donde el modelo social imperante tiene poco que envidiar al mismísimo infierno: la distopía. La mente de algunos literatos ha sido capaz de engendrar espacios tan negros como los que describen George Orwell en ‘1984’, Ray Bradbury en ‘Fahrenheit 451’ o Aldoux Huxley en ‘Un mundo feliz’. El cine ‘distópicamente’ no desmerece a la literatura y también ha sido capaz de mostrarnos escenarios tan infernales como el reflejado en el ‘Blade Runner’ de Ridley Scott. En todas ellas existe un denominador común, un oscuro poder omnímodo e inasible que pretende construir una sociedad perfecta. Para conseguirlo pretende controlar y dirigir hasta los aspectos más intrascendentes de cualquier persona. Para lograr dicho objetivo, ejecuta programas de ingeniería social tendentes a la conducción de todos los individuos. Estos programas, en la ficción y en la realidad, son caminos allanados a la infelicidad porque siempre existe un elemento que se interpone entre los planes y la realidad: el ser humano. Este, cuando no goza de algún grado de libertad, por su propia naturaleza, termina rebelándose o autoanulándose, en cualquier caso haciendo fracasar el experimento.
jueves, 22 de octubre de 2015
LA ACHICORIA NO ES CAFÉ
Tuvo buen tino Rajoy cuando decidió poner en fecha de diciembre las elecciones. Así nadie se lleva a engaño, lo que se diga en campaña electoral serán como los precios de la temporada, para después queda enero con sus rebajas. Eso, por desgracia, ha entrado ya en el terreno de las costumbres, hemos interiorizado que es así: las palabras en campaña valen por menos tiempo que la declaración de amor eterno de un adolescente. Lo nuevo en este turno es que ya no se espera, las palabras pasan a ser menos y menos antes de la fecha prevista. Incluso, en ocasiones, la rebaja de la propuesta consiste en cambiar el producto por uno de menor calidad y seguir llamando café, tras haber prometido café, a la achicoria. Es el caso de Podemos y la renta básica de ciudadanía. Esta medida -un ingreso pagado por el estado a cada miembro de la sociedad- para ser considerada como tal ha de tener cuatro características: ser universal, individual, incondicional y suficiente.
lunes, 19 de octubre de 2015
EL TIEMPO
El tiempo, se dice, pone a cada uno en su sitio. Menos cuando no lo hay en la suficiente medida para que se llegue al punto justo que nos permita conocer cuál sería dicho sitio. En estos casos nunca se sabe si es conveniente esperar al veredicto de los días o cortar por lo sano ante el riesgo de que la resolución de dicho dictamen sea funesta. Entonces, en la mente de las personas que han de tomar decisiones conviven dos futuribles que, como tales, se escriben en el agua. Las reglas no tienen validez porque todas han sido confirmadas a veces y desmentidas otras. Tiempo solo existe uno y alternativas varias. Las decisiones son para ya; los resultados de lo decidido llegarán más tarde, cuando de nada valdrá aquello de ‘si hubiera hecho esto ’ o ‘si lo hubiera hecho antes’.
jueves, 15 de octubre de 2015
¿QUÉ SERÁ ESO DE BIPOLAR?
Por más que -bien leyendo, bien escuchando- trato de estar al tanto de los devenires de aquello que en su día todo el mundo llamaba izquierda, me siento tan desalentado como mi hijo cuando, con apenas seis años, tuvo que escribir una redacción en el colegio sobre el trabajo de su madre. Mientras todas las criaturillas dedicaron sus líneas a ensalzar la labor de sus respectivas, él escribía: “Mi madre es psicóloga y por eso utiliza palabras que no entiendo, como bipolar. Después, intenta explicarme lo que significan, pero yo sigo sin enterarme”. Leo, escucho y tampoco entiendo. Pregunto, me responden y sigo sin enterarme de qué quiere decir confluencia o centralidad cuando dicen confluencia o centralidad. Tengo la sensación de haberme perdido en algún punto de la trayectoria. Para más desasosiego, cuando una palabra me suena, veo que su uso es el opuesto al que conocía. Unidad, sea como ejemplo, es ahora un chantaje, la catapulta que despide al que no acata los deseos de los machos alfa.
domingo, 11 de octubre de 2015
RARO, RARO, RARO
La semana venía rara. Los mensajes previos alzaban la mirada mucho más allá de la concordia. Hablaban de algo que sonaba más potente, que atizaba más a los sentimientos que a la razón, hablaban de hermandad. Sonaba tierno, pero, me temo, que es otra de esas trampas en las que, por exceso de buenismo, cuesta detectar. El fútbol es una representación simbólica, una escenificación incruenta de un conflicto en el que se enfrentan dos partes que pretenden ganar una batalla. El valor de la representación es que es, como el teatro, como la literatura, mentira. Que no debe pasar de ahí, de los límites del campo. Los aficionados de un equipo y otro son -deben ser- conscientes de esa realidad y, a partir de ahí, respetarse. Las peleas entre aficionados son, por eso, espectáculos vergonzosos y denigrantes. El aceite que lubrica el disfrute de la escenificación es la concordia. La hermandad, ese vínculo de mayor grado, nos baja las defensas cuando, en realidad, traza un camino peligroso. Supone entrar en la lógica de los aficionados más violentos. Estos vínculos de sangre con aires de película de mafiosos, estas relaciones que nos retrotraen a históricas hermandades creadas para apalear al de fuera, siempre se hacen contra otros. No es la concordia entre las distintas aficiones sin distinción, sino la separación visceral entre unos y otros. Hermanarse con unos supone, irremisiblemente, enfrentarse a otros. No invento nada, no hace tanto lo vimos en los aledaños del Calderón. Los ultras hablan de hermanos y el resto caemos en este discurso como primos.
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