Todos los capítulos eran aproximadamente iguales o al menos así los recuerdo, pero puede que la memoria me falle, bien porque han pasado cerca de cuarenta años o porque la percepción de un crío de apenas nueve años tiene más que ver con lo que disfruta que con lo que en realidad ocurre. El caso es que en el año en que se iba a aprobar la constitución, los niños de aquel entonces esperábamos con ansia la llegada de la sobremesa del sábado. Ese día comíamos con ansia para después tomar como postre una nueva aventura de Mazinger Z. El enorme robot diseñado por el anciano Juzo Kabuto y pilotado por su nieto Koji luchaba a brazo partido frente a la fuerzas del mal impulsadas por el perverso doctor Hell. Es imposible , como sabemos, derrotar definitivamente al mal, porque este, con la misma fuerza que muere, resurge para acompañarnos eternamente. La victoria de Mazinger era un imposible metafísico. Todo lo más, podría obtener un triunfo temporal, una alegría cuyo efecto habría de ser de muy corto alcance: al día después tendría que volver a empezar. La batalla de los Kabuto parecía, vistas así las cosas, una quimera: nunca podrían vencer. Una quimera, sin embargo necesaria.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
domingo, 6 de diciembre de 2015
jueves, 3 de diciembre de 2015
ASÍ NO SALEN LAS CUENTAS
El ser humano es tan arrogante, tan pegado a su visión de que es el centro de todo lo que da vueltas, que ha sido incapaz de valorar el espacio en el que vive, ese planetita al que llamamos Tierra, infligiéndole el mayor de los desprecios: pensando que estaba ahí como fuente inagotable, dispuesto a ofrecernos de todo sin más límite que los que imponía nuestra capacidad de extracción, sin riesgo de sufrir modificaciones en su devenir por más que alterásemos las condiciones. Tan arrogante es el ser humano que le costó reconocer, que se lo digan a Galileo, que este satélite del Sol que nos da cobijo no era un casoplón en medio de la plaza, sino un modesto piso en las afueras. Aun así, una vez asumida parte de nuestra pequeñez, pasamos de un teocentrismo según el cual Dios era el centro de todo y nosotros su obra magna, a colocar al hombre como medida de todas las cosas. Ahora hemos vuelto a depositar las esperanzas en otra religión: la que otorga a la ciencia el papel de dios redentor que vendrá a salvarnos de los malos augurios que difunden las profecías catastrofistas. A pesar que de esas profecías, valga la paradoja, se sustentan en la misma ciencia en la que confiamos. O sea, que no creemos lo que la ciencia demuestra y sí en que todo lo resolverá.
lunes, 30 de noviembre de 2015
UN GRAN PASO
La dificultad no radica en saber a dónde se quiere ir, sino en explorar los caminos que permiten llegar. Rara vez suele darse el acierto a la primera, se indaga, se camina, se cae, se vuelve y toca comenzar de nuevo. Incluso, cuando el camino elegido parece el correcto, habrá que solventar las dificultades que aparecerán, corregir errores y repensar de nuevo, porque las dudas persistirán en su empeño de enmarañarnos para, si vamos deshaciendo nudos, permitirnos crecer.
El destino suele ser simple, muy simple, se define con pocas palabras. En la respuesta al qué queremos estamos todos, cosa arriba, cosa abajo, más o menos de acuerdo. El asunto, ya digo, es saber el cómo. Miremos en otra escala y veremos que se repite la secuencia: escuchamos a los dirigentes políticos ahora que andan en campaña –bueno, cuando no andan, también-, leemos los programas, y volvemos a la sencillez del destino: todos dicen querer, cosa arriba, cosa abajo, más o menos lo mismo. Mejores coberturas sociales, mejores servicios públicos, todo mejor. Falta, sin embargo, casi siempre, especificar el cómo, explicar de qué manera lograrlo, qué camino transitar, con qué dificultades podemos topar. Las cartas a los Reyes Magos están muy bien hasta que descubres que no existen, que la historia de los juguetes que aparecen en el poyo de la ventana es mucho más prosaica, que no llegan desde oriente, sino que se pudieron comprar gracias al esfuerzo y la ilusión de unos padres.
jueves, 26 de noviembre de 2015
TRAGEDIA Y TRÁGICA FARSA
Existe una práctica unanimidad, entre los que han estudiado aquellos años, en trazar un hilo que une el Tratado de Versalles y el ascenso del Partido Nazi al poder en Alemania. Aquel tratado con el que se oficializó el fin de la I Guerra Mundial impuso unas condiciones leoninas a la derrotada Alemania, hasta el punto de socavar cualquier esperanza de recuperación. Un caldo de cultivo ideal para que un discurso amparado en el odio pudiera incubar. E incubó hasta que no hubo remedio. La historia –ya dejó escrito K. Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte- se repite dos veces, primero como tragedia, después como farsa. Lo cierto es que, en esta segunda ocasión, el nazismo llega de oriente y allí es, sobre todo, donde perpetra sus felonías.
lunes, 23 de noviembre de 2015
LAS PUERTAS DEL PARAÍSO
Los libros sagrados son un totum revolutum incoherente con ellos mismos porque pretenden, y consiguen, tocar todos los palos del ser humano y este es, en esencia, contradictorio. Cualquiera de nosotros arranca un día con ganas de mimos y al otro, vaya usted a saber por qué, se levanta con el pie cambiado y todo parece molestar. Quizá esto explique la longevidad de estos textos, sirven para un roto y un descosido. Quizá ahí radique también que haya servido para dar cobertura a formas de pensamiento radicalmente opuestas, que en el nombre del mismo Dios se hayan perpetrado los actos más viles y escrito las respuestas más dignas. Nada distinto de lo que ocurriría si no hubiera habido quien sacralizase página alguna. Al menos, en este segundo caso, nos evitaríamos el sonrojo de contemplar el recurrente recurso a lo sagrado para justificar la propia miseria de la que están plagados los libros de historia.
jueves, 19 de noviembre de 2015
LOS DUEÑOS DEL RELATO
La realidad, cada realidad, de puro compleja, se torna inabarcable. El intento de comprenderla en su totalidad es, por tanto, un esfuerzo vano. En paralelo a esa imposibilidad, reside el deseo de entender lo que nos rodea. De ambas circunstancias, querer y no poder, surge el relato: una narración creíble de lo que acontece que asienta sus pies en cada espacio cultural y que, de esta manera, está preñada de cada forma apriorística de ver el mundo, de identidades y mitologías. En un relato se entremezclan los saberes con los deseos, los hechos con las visiones interesadas. Siempre, eso sí, simplificando el número de piezas, acomodando cada una de ellas a lo que de antemano sabíamos, identificando con un solo nombre una multitud de matices, omitiendo las contradicciones propias y ajenas. Un relato también sirve para exculpar, para justificar, para adecuar lo ocurrido a lo que nos conviene escuchar.
Cuando un hecho sobresalta y destroza la rutina buscamos, de inmediato, incluirlo en un relato de forma que este nos ayude a sobrellevar nuestro día a día. Nos aporta una falsa sensación de seguridad porque creemos que sabemos algo cuando, en realidad, es ese propio relato el que esconde las causas reales de lo que ocurre. Lo que vemos no son más que visiones parciales de un conjunto colosal de acontecimientos relacionados.
Hemos escuchado con frecuencia eso de que la primera víctima de una guerra es la verdad. Es cierto, incluso, desde el día antes: no hay guerra que no se haya amparado en algo digno. Por desgracia, este axioma se puede extender a tiempos menos bélicos: la verdad perece en cuanto los intereses aparecen. Ahí, en este deseo de falsear la verdad para obtener algún tipo de rédito, en ese afán propagandístico que esconde bajo la alfombra de los valores la basura de sus intereses, radica la necesidad de esta panda erigida en líderes mundiales de contarnos que el mundo es como ellos necesitan que sea y de que les creamos. Son capaces de volver en su favor la desgracia de los desgraciados, el dolor de los doloridos, la maldad de los desalmados.
Las realidades son demasiado complejas, pero todas tienen algo en común que ayuda a poderlas descifrar, sigan el rastro del dinero, también del suyo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-11-2015
lunes, 16 de noviembre de 2015
LA BELLA IGUALDAD
Con frecuencia, para mis paseos en bici, tomo como compañero al Canal de Castilla. A veces solo un tramo corto, cerca de casa, aquí donde vienen de nuevo sus aguas a reencontrarse con el Pisuerga. Otras veces el encuentro se ha prolongado hasta completar sus más de 200 km. Pero siempre, en unos casos y otros, miro embobado pensando en aquellas gentes que a cambio de casi nada sacaron poco más que con sus manos los millones de metros cúbicos de tierra para que las aguas pudieran discurrir plácidamente. El canal es, dicen los libros y atestiguan los carteles, una de las mayores obras de ingeniería hidráulica de su tiempo. Las crónicas honran a quien las paga y las proyecta. Ni una palabra para las manos que lo hicieron posible. La obra supuso un enorme avance técnico, pero sin desigualdad –la enorme necesidad de unos, el enorme poder de otros- no hubiera sido posible.
jueves, 12 de noviembre de 2015
MORDIDAS
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Pasqual Maragall |
Curioso, allá por febrero de 2005, el que era entonces presidente de la ‘Generalitat’ catalana Pasqual Maragall, se sintió acorralado dialécticamente por el que, también entonces, era el portavoz de CIU en el Parlamento. El postulante zahería con su verborrea incansable. El presidente respiraba hondo, hasta que no pudo más. Tomó el micrófono y allí, en sede parlamentaria, le espetó al rival: “Ustedes tienen un problema y ese problema se llama tres por ciento”. Mas, tan ofendido como aquel que oye esa verdad ingrata que –aunque se sepa- no se quiere oír, se revolvió poco menos que llamando tarado a Maragall. Febrero de 2005, recuerdo. Aquella forma de hacer las cosas, común a diversos gobernantes en todos los puntos cardinales del territorio español, sin estar demostrada, se conocía. Sin embargo, en aquel mes, el CIS constataba que un 0,5% de los encuestados (uno de cada doscientos) consideraban la corrupción como uno de los tres problemas más graves que tenía España.
domingo, 8 de noviembre de 2015
TERCER PRINCIPIO
Fue Isaac Newton el que, con su Principio de acción y reacción, dotó de marco teórico a aquello que ya se intuía: «Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria». Bien es cierto que el genio ciñó este postulado al campo de la física, donde además, acción y reacción se producen a la par. Podría haber extendido, sin riesgo a equivocarse, este principio a cualquier otro ámbito y seguiría siendo igualmente válido. Casi nada sucede por que sí, lo que ocurre viene precedido de otros hechos que propiciaron el que se produjese. Dirigir cualquier operación obliga, por tanto, a conocer las previsibles consecuencias de las decisiones que se tomen, a no dar un paso sin tener claro cuáles pueden ser los siguientes. Solo los ingenuos pueden ponerse a diseñar planes sin tener presente la reacción de los que se les oponen; solo ellos se escandalizan cuando dicha reacción entorpece o anula el desarrollo de lo que habían diseñado. Bueno, los ingenuos y los que son tan torpes como para creer que sus planes son tan, pero tan maravillosos que nadie se opondrá a ellos, que la ‘ciudadanía’ caerá rendida a sus pies mientras canta aleluyas.
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