domingo, 14 de febrero de 2016

EL PORTERO SANTO

El gentío se arremolinaba inquieto en el destartalado salón de actos. Allí estaban todos los vecinos del microcosmos de ‘Amanece que no es poco’ esperando ansiosos que el alcalde proclamase el resultado de las elecciones. Supongo que hoy en día esta escena sorprenda, pero antaño, sobre todo en los pequeños pueblos, era frecuente que las salas municipales se atestasen mientras se efectuaba el escrutinio en su doble vertiente: la que contaba los votos y la que escudriñaba quién había votado a qué. Los presidentes de las mesas, además de abrir los sobres e indicar el sentido del voto para su recuento, mostraban la papeleta a la concurrencia. Si este interés se despertaba en cualquier pueblecillo, imagínense en la aldea creada por José Luis Cuerda donde se votaba absolutamente todo.

jueves, 11 de febrero de 2016

EMPATE A CACHIPORRAS

Hemos escuchado muchas veces eso de que la realidad supera a la ficción; pero de tanto en tanto, ambas coinciden en el mismo escenario y la cosa concluye con un empate tan cerrado que en ese enfrentamiento costaría distinguir la una de la otra. En la ficción, unos titiriteros  –con mejor o peor fortuna- pretenden mostrar cómo se criminaliza la disidencia; en la realidad, se representa la misma obra y, en este caso, son los titiriteros disidentes los criminalizados. En la ficción, unos títeres de cachiporra; en la realidad, cachiporra a los titiriteros: cachiporra, sí. No es que Raúl García y Alfonso Lázaro hayan pasado un par de noches en la cárcel, es que se les ha atizado de lo lindo. ¿La excusa? La de siempre, la pieza favorita de cualquier poder que se precie: relacionar todo lo que se menea con el terrorismo. Si sirve de información, añado que a principios de los noventa también me tocó beber un poco de ese licor.

domingo, 7 de febrero de 2016

LAS MATES FALLAN

En nuestro lenguaje coloquial, cuando nos referimos a algo que es así porque es así y no puede ser de otra manera, lo reforzamos con una coletilla: «es matemático, como dos y dos son cuatro». Las matemáticas, aun para los que huyeron de ellas en cuanto pudieron, gozan de prestigio por su rigor, por su exactitud. De hecho, es la propia Academia de la Lengua la que define el término matemático identificándolo con preciso. Es natural que así sea ya que las matemáticas se van componiendo a partir de propuestas que parecen evidentes -los axiomas- que, mediante el razonamiento lógico, han de ser demostrados para convertirse en teoremas, esto es: verdades eternas demostradamente irrefutables. Como afirma en uno de sus monólogos el matemático humorista (¿o sería mejor humorista matemático?) Eduardo Sáenz de Cabezón: «Nos han dicho que un diamante es para siempre pero depende de lo que uno entienda por siempre. Un teorema, eso sí que es para siempre».

jueves, 4 de febrero de 2016

LA ALDABA DE LA PUERTA

Migración siria/Manel Vizoso
Golpean la aldaba del portón de la vieja Europa, pero quizá por el exceso de ruido, porque estemos demasiado lejos o porque el ejercicio de sobrevivir ya nos produzca demasiada zozobra, no atendemos la llamada. De tanto en tanto nos llega alguna imagen aislada, una foto cruel que nos remueve por dentro como si quisiera cortarnos la digestión. Sentimos que algo nos cruje y, como suspirando, aflojamos un ‘una lástima lo de estos niños’, un ‘una vergüenza que lo permitan’. Soportamos el golpe, tiramos de ese útil listado de preguntas retóricas para extraer un ¿qué podemos hacer?, cerramos los ojos y seguimos con el día a día.
Eso en el mejor de los casos, en otros no existe espacio ni para la compasión. Cada vez son más las voces que, ya sin disimulo, al escuchar el sonido de la puerta, exigen a los gobernantes que azucen a los perros para que salgan ladrando a intimidar, que dejen claro que aquí no queda sitio para nadie.
Son los sentimientos contrapuestos de las dos Europas de siempre: la que busca abrirse (aunque ahora calle como resignada a su suerte) y la que cierra sus puertas, la que fue capaz de teorizar y poner en práctica los valores de los que presumimos y la que prendió hogueras.

domingo, 31 de enero de 2016

UN POCO MÁS LEJOS


Aún recuerdo el día en que llegué al colegio en el que posteriormente pasé seis años interno. Corría el año 1980. No se me quitó en todo el día la cara de búho, esos ojos abiertos de par en par que pretenden asimilar de un solo golpe de vista todo el nuevo mundo al que te incorporas. Tan recién llegados como yo había otro par de docenas de chavales. Los frailes nos juntaron a todos en la misma sala para que nos fuésemos conociendo. En realidad, esa es una idea propia de adultos: los niños no necesitan más que la ocasión para ponerse a jugar entre ellos; no requieren presentaciones, ni se ciñen a protocolo de cortesía alguno más allá de acercarse, sonreír y preguntar ¿puedo? Después, cuando el juego se haya dado por concluido, ya habrá tiempo para contarse lo que haga falta. En aquella sala, entre temerosos y sorprendidos, nos levantamos de uno en uno para decir con todo el aplomo que podíamos cómo nos llamábamos, de dónde veníamos y contar alguna cosa de nuestro pueblo. Recuerdo el dato: Rasueros, seiscientos habitantes. Años antes tuvo más, hasta mil, pero -víctima del éxodo del campo a la ciudad- sus gentes se fueron yendo para asentarse en los diferentes alcorcones’ en que se daba el proceso inverso. En 1950, en aquel pueblecillo a la vera de Madrid eran los que vivían apenas setecientos paisanos. Hoy, mientras Rasueros languidece como lo hace ese centenar de personas que aún quedan, Alcorcón camina en pos de los dos centenares de miles de habitantes. Al fin y al cabo, la dinámica económica y, por ende, la social genera fuerzas centrípetas que lanzan a las personas esa dirección. Castilla, escribía hace unos días el leonés Julio Llamazares en El País, es la región que más sufre el centralismo de Madrid y la que más carencias tiene. Llamazares recordaba al escritor soriano Avelino Hernández quien en su día aventuró que Castilla «se muere sin remisión». Nunca se sabe en qué momento se trunca una línea, pero esta parece caminar tenaz en su dirección.

jueves, 28 de enero de 2016

DEJAR O NO DEJAR HACER

Esto que llamábamos democracia fue tomando las maneras de los deportes profesionales, pero en una versión más cutre. Así, muchos de los participantes tratan, en lo institucional, de jugar al límite del reglamento con el agravante de que dicho reglamento viene arbitrado en primera instancia por el contendiente -a veces en singular, otras en plural- que tiene la potestad de hacerlo. Pero, de la misma forma, fuera de lo institucional, algunos de esos mismos contendientes buscan cómo esquivar las reglas para actuar en su beneficio. De lo primero tenemos buenas muestras en los esperpentos que se van sucediendo a la hora de formar gobiernos o de decidir las estructuras con que se regirán los parlamentos. Ayer asistimos con estupefacción a los circunloquios que condujeron a la ‘solución catalana’ de la misma manera con la que hoy lo hacemos ante el entuerto español. De lo segundo, hemos tenido muestra en Valencia. Un buen número de los que hasta ayer paseaban altaneros como honorables representantes caminan ahora cabizbajos de la mano de la Guardia Civil como vulgares ladronzuelos.

lunes, 25 de enero de 2016

LOS HILOS

El profesor de Historia cierra a la vez el libro y los ojos. Anda enredado en preparar la materia que habrá de impartir a lo largo de la semana, aunque, en realidad, está más pendiente de su cabeza en la que aún resuena la pregunta que, como si fuese una piedra, le lanzó uno de sus alumnos al finalizar la última clase. ¿Para qué sirve estudiar esto? En realidad no tendría por qué. Haciendo memoria, raro era el curso en el que no se lo hubieran preguntado, pero no se terminaba de acostumbrar a esa desafección por el conocimiento, a que los saberes solo fuesen tenidos en cuenta como el medio para obtener posteriormente algún rendimiento pecuniario. Lo malo no es que lo piensen unos críos, se decía, es que las sucesivas reformas de los planes de estudio les dan la razón: parece que en vez de instruir pretenden que adiestremos. Nunca había rehuido la pregunta y esta vez tampoco. Antes de abordar el tema, o a la vez, respondería: “Mirad, los cuatro bloques de este tema son ‘La Belle Époque’, el crack del 29, el auge de los fascismos y la II Guerra Mundial. Un hilo invisible teje la historia y, a veces, se empeña en repetir los mismos dibujos. Hasta hace cuatro días, hemos vivido una segunda Belle Époque, hubo otro crack económico posterior en el que aún estamos inmersos y el fantasma de los fascismos vuelve a ulular en el viejo continente. Si seguimos el mismo patrón tejeremos la misma cenefa. El hilo está en nuestras manos, conociendo la historia podremos escapar de ella. Comprendiendo el pasado sabríamos que a los tiempos de sosiego siempre les suceden otros turbios y viceversa, podríamos alargar los primeros y conocer las puertas de salida de los segundos”.

jueves, 21 de enero de 2016

RIOPICO CASTELLANO

Esta Castilla mortecina, que a fuer de creerse madre por haber parido un imperio, que se alimentó de huesos hasta quedar exhausta por falta de proteínas, confunde estar en medio con ser el centro. Por estas tierras, por ejemplo, pasan líneas de AVE o autovías porque es más fácil atravesarlas que rodearlas. Este culo del mundo me recuerda a Riopico, un pueblo en el fin del orbe donde se desarrolla ‘El viento se llevó lo que’, el espacio imaginario creado por el director argentino Alejandro Agresti donde sus personajes vivían aislados de cualquier mundo contemporáneo. Antonio, el sabio del pueblo, por ejemplo, marchó tres veces a la capital para exponerles sus teorías -todos somos iguales, todo es relativo, todo es sexo- porque hasta Riopico no habían llegado Marx, Einstein o Freud.

lunes, 18 de enero de 2016

GRANIZADA EN CARRIÓN

Nada más despertarme miré por la ventana y un rayo de luz me dibujó la sonrisa en el rostro. A pesar de estar a principios de febrero, el sábado se abría ilusionante. Arranqué a pedalear canal de Castilla hacia arriba. Cuando me cansaba, paraba; si quería disfrutar de una panorámica o de un paseo por los aledaños, ponía el pie en el suelo y caminaba. Así, a lo tonto, cuando anocheció estaba a la altura de Amayuelas de Abajo. El frío empezaba a castigar pero no había problema, sabía que allí existía un albergue en el que pasaría la noche. Llegué y nadie me abrió, en el pueblo no encontré ni una sola persona. Mala suerte. Tuve que desistir, seguir dando pedales e intentar llegar a Frómista, donde el canal se cruza con el Camino de Santiago, para buscar cobijo. Pero tampoco, justo esa semana estaba cerrado. Más mala suerte. Pregunté y me dijeron que en Población de Campos había otro. Muerto de frío y sin más luz que la del foco de la bici, recorrí otros pocos kilómetros hasta que por fin hallé guarida. El domingo amaneció nublado pero en principio nada hacía presagiar la que habría de venir. Me acerqué a Carrión de los Condes y la disfruté, pero empezó a llover. Más mala suerte. Al poco escampó y me puse en ruta. Unos kilómetros más allá, ya lejos de Carrión y aún no cerca de Villoldo, el cielo súbitamente se encabritó y mientras rugía comenzó a granizar. Llegar así a Palencia o a Paredes para tomar un tren se tornaba épico. Imposible peor suerte. Pero hete aquí que un hecho difuminó cualquier atisbo de miedo. Poco antes, cuando salía de Carrión, un coche frenó para que pudiera incorporarme. Era el gran (más gran persona aun que futbolista) Chus Landáburu que regresaba de su Guardo a su Pucela. Charlamos un ratín, él siguió, yo seguí. Cuando la tormenta amenazaba con arreciar, sonó mi móvil. Era Chus que, escuetamente, me dijo: “Paso a recogerte ¿no?”. Más suerte no pude tener. El fin de semana resultó, en resumen, espléndido. Cuando lo conté al día después, me recordaron que siempre tuve una flor en el culo. Pero no lo creo, la suerte está sobrevalorada. Al final consiste en disfrutar cuando la fortuna parece mirarte de frente y apretar cuando te vuelve la espalda.