Cualquier estudiante sabe que un curso se puede aprobar, en primera instancia, salvando las evaluaciones o, en segunda, superando unos exámenes finales. En el caso de no lograrlo ni en una ni en otra, queda una última bala que se disparará allá por el mes de septiembre. Pero, no son pocos los alumnos que, a pesar de la triple oportunidad, no logran aprobar el número requerido de asignaturas y se ven en la tesitura de tener que repetirlo un año después. Por aquello de tener que sobrevivir impartiendo clases de apoyo y por mi faceta de padre, he podido escuchar las sensaciones de unos cuantos chavales que veían sus respectivos cursos como un muro tan alto que se sentían incapaces de saltarlo. En algún momento, cariacontecidos, cabizbajos, te espetaban que repetirían curso y que, por tanto, no merecía la pena ni un solo esfuerzo más. El cuerpo, para motivar, te pide exponer el catálogo de frases hechas, que si no hay nada imposible, que si querer es poder, que si tal, pero con el tiempo te das cuenta de que no producían efecto alguno ya que, aunque en principio pudiera parecer que sí, al primer revolcón posterior, volvíamos a las andadas. Era mejor mirar el fracaso de frente para sobreponerse y salvar algún mueble del naufragio. El problema no era repetir, un trago por el que han tenido y tendrán que pasar un ingente número de adolescentes, sino que ese golpe pueda generar un agujero insondable. Repetir curso, lejos de lo que pueda parecer, no facilita que la nueva intentona vaya a resultar más sencilla; de hecho, en muchos casos, suele ser al revés: los resultados del segundo desempeño son peores que los del primero menoscabando las posibilidades de reenganche. Ahora, cuando algún chaval me dice que da el curso por acabado, le respondo que una cosa es no pasar curso y otra, bien distinto, tirarlo. Que si no quiere verse, un año después, en las mismas circunstancias, tiene que mantener el hábito de estudio y adquirir el mayor número de conceptos que le faciliten la posterior tarea. Y ¿quién sabe? a lo mejor suena la flauta y se salta el muro. No es fácil asumirlo pero permite modificar el contexto para encauzar los años venideros.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
domingo, 10 de abril de 2016
jueves, 7 de abril de 2016
BISIESTOS Y ELECCIONES
Con la misma rotundidad con que
Albert Einstein sentenció que solo existían dos cosas infinitas, el Universo y
la estupidez humana, y que no estaba seguro de que la primera lo fuera; se
puede afirmar que todos los años múltiplos de cuatro contienen el 29 de febrero
y se celebrará el espectáculo de las elecciones presidenciales en los Estados
Unidos, sin descartar que pueda no ser bisiesto. O sea, que el próximo primer
martes posterior al primer lunes de noviembre, los estadounidenses tendrán el
privilegio de elegir a la persona con más poder político del planeta. El mundo
no será el mismo si la responsabilidad recae en Clinton, Sanders, Trump o Cruz,
pónganse en el orden que se quiera. Los que no somos de allí les padeceremos
sin haber tenido la posibilidad de decidir quién del cuarteto ha de ser dicha
persona.
lunes, 4 de abril de 2016
HE SIDO YO, HE SIDO YO

jueves, 31 de marzo de 2016
DE CIRUJANO A HOMEÓPATA
A Pablo Iglesias se le ha puesto cara de Samuel Hahnemann, aquel médico
de la Sajonia que a finales del siglo XVIII propuso una serie de prácticas que
se enfrentaban a la medicina convencional -la basada en argumentos científicos-
que se han dado a conocer como ‘Homeopatía’ que se basaban en el principio de
que ‘lo similar cura a lo similar’. Si para Hahnemann, las enfermedades
crónicas provienen de una serie de miasmas; para Iglesias, los males de nuestra
sociedad provienen de una serie de infecciones de la clase política. En un
principio (apenas dos años, aunque nos haya parecido una eternidad) todos los
males se acuñaban bajo un epígrafe que, por repetido, caló: la casta como
origen de una situación putrefacta. Crecido, nos habló como un cirujano tradicional:
existía un tumor y había que extirparlo. Tras los resultados electorales siguió
manteniendo el mismo discurso, pero, poco a poco, nos fue recordando aquel
chistecillo infantil: Mamá, dame cinco pesetas. ¿Cuatro pesetas? ¿Para qué
quieres tres pesetas si con dos tienes bastante? Anda, ten una y compártela con
tu hermano. El cirujano que iba a extirpar el bipartidismo ha recompuesto el
rostro y ofrece renuncias para facilitar que lo que antes era tumor se
convierta en solución: Lo similar cura a lo similar ergo una dosis de
bipartidismo es el remedio para acabar con el bipartidismo.
lunes, 28 de marzo de 2016
TAMBORRADA EN MIRANDA
En la provincia de Albacete, situada en la carretera que une su capital con la de Murcia, está la localidad de Tobarra. Allí dicen que su Semana Santa es mundialmente conocida y debe ser cierto ya que, no en vano, sus celebraciones están declaradas de interés turístico regional y nacional. El que yo no hubiese oído hablar de ellas hasta hace unos días no resta valor a ese 'mundialmente'. El desconocimiento era debido más a mi torpeza que a otra cosa. El caso es que, ahora sí, estoy en condiciones de situar a Tobarra en el mapa, ya me ha llegado la onda. Ya sé que cada año, llegadas las cuatro de la tarde del Miércoles Santo, miles de tobarreños -a la vez- se aprestan a aporrear el tambor y la tamborrada no ceja hasta las doce de la noche del Domingo de Resurrección. Alguien contó las horas y salían 104. Pues bien, institucionalizaron las fechas y los números, de forma que miércoles a las cuatro es miércoles a las 16, domingo a las doce es domingo a las 24 y 104 son 104, ni una más ni una menos. Pero, mire usted por dónde, este año tocaba el adelanto de hora en medio de la efeméride, lo que conllevaba un recorte y eso sí que no -104 son 104 y 103 es un coñac-, que por otros recortes no nos movilizamos pero las costumbres son las costumbres y si hace falta quemamos las calles y ¡muera Esquilache! El ayuntamiento, que otra cosa no hará, se rebeló contra la imposición centralista y editó un bando haciendo saber que allí cambiaban el reloj cuando querían y a esa hora, no querían. Lo dejaban, pues, para más tarde.
jueves, 24 de marzo de 2016
INERMES ANTE EL MAL LEJANO
La tierra tiembla bajo nuestros
pies y nosotros, rilando, pensamos que bastante tenemos con no dar de bruces
contra el suelo. Las noticias de estos últimos días, por ejemplo, nos han
trasladado de la lechera vallisoletana Lauki a la capital belga, haciendo
escala en las islas griegas y Turquía. Esta secuencia de informaciones disparejas
se casan en un punto de intersección: la vida del común de los mortales se
encuentra desamparada ante unos vaivenes que se escriben en puntos lejanos.
Los trabajadores de la planta
vallisoletana ya saben que, frente al blanco del producto con el que trabajan,
se aposta el negro de su futuro laboral. Ellos han trabajado todo lo bien que
se puede trabajar; gracias a ese esfuerzo, su empresa (personas, ¿eh?, no entes
abstractos) se ha embolsado ingentes cantidades de dinero y, sin embargo, una
decisión ajena, lejana, les deja en la calle. ¿Qué pueden hacer? ¿Qué podemos
hacer para que no se repita?
domingo, 20 de marzo de 2016
VIVOS Y SIN BOFETADAS
En los años setenta no se estilaba lo de «papá, el maestro me ha pegado». Si aún eras un renacuajo, las actitudes quejicosas no te salían rentables. Digamos que lo que ahora es una queja, antes se convertía en un autoinculpamiento que conllevaría, con absoluta seguridad, la sentencia lapidaria de tu padre en forma de otra bofetada siempre adornada con aquella imprecisa -pero definitiva- condena: «Algo habrás hecho». Varias eran las manos adultas que se sentían legitimadas para ser estampadas en una tierno rostro infantil. Un día de entonces temí que, una tras otra, todas ellas fuesen repicando sobre el mío. Había estado en el ‘petril’. Enfrente se apostó una furgoneta de la que salió un forastero que venía a realizar una instalación en la iglesia, abrió la puerta lateral y se agachó de tal forma que puso ante mis ojos su culo en pompa. No lo pude evitar: le pateé y el hombre cayó dentro de su furgón. Salió con frenesí persecutorio lanzando al aire todo tipo de improperios. Yo corría con la certeza de que no conseguiría alcanzarme, conocía cada recoveco del pueblo, cada escondite de las afueras, y él no; por lo que le daría esquinazo. Pero no era menor otra certeza: no sabría cómo escapar de aquel listado de manos autorizadas a golpear y que, a buen seguro, más temprano que tarde habrían de conocer los hechos. La noticia corrió más rápido aun de lo que imaginé y cuando salí de mi escondrijo lo sabía ya todo el pueblo. Me fui encontrando, de uno en uno y por este orden, con el cura, el maestro y mi padre. La escena se repitió tres veces: me preguntaron -como si no lo supieran- que qué había hecho. Yo, obviamente, decía que nada y cuando esperaba la bofetada, les asaltaba una carcajada. Adulto que se ríe no pega, pensaba, y así fue. Una tras otra se fueron quedando en los bolsillos y me acosté con la grata sensación de impunidad, de haber salido vivo.
jueves, 17 de marzo de 2016
DIEGO LO HA RESUMIDO MUY BIEN
-Sí, dígame. Buenos días, ¿es usted el padre de Diego Robledo?
-Sí, sí, soy yo.
-Mire, soy su profesora y…
-Mire, soy su profesora y…
En ese momento le interrumpí. La voz de la profesora denotaba cierto desasosiego, como no sabiendo cómo abordar lo que me quería decir. Entre eso, que era la primera llamada que recibía desde el colegio y que siempre me pongo en lo peor, empecé a temblar.
-¿Ha pasado algo?
- Bueno verá -me dice con más incomodidad, si cabe-. Para conmemorar el Día de Europa, habíamos dejado en cada pupitre una bandera europea. Cuando he llegado a clase he visto que había una en mi mesa y que a Diego le faltaba la suya. Le he preguntado que por qué me la había devuelto y me ha respondido que su padre le había dicho que esto es una puta mierda. Quería saber si usted le dice estas cosas.
Según me va contando me voy relajando, por malo que fuese no era peor que lo que suponía, y le respondo.
domingo, 13 de marzo de 2016
TIBA A MEDIO PLAZO

Desde que Carlos I, pongamos por caso, firmaba una orden hasta que esta se aplicaba en el punto más recóndito de ‘sus dominios, podían pasar meses. Hoy, sin embargo, si un concejal de cualquier villorrio eructa en un pleno por la mañana, toda España habrá visto las imágenes antes de la hora de comer. La tercera revolución industrial, la que ha permitido que la comunicación de cualquier hecho en tiempo real, ha permitido cambios de tal enjundia que han configurando una nueva sociedad, un nuevo tipo de ciudadanos. Como consecuencia, los dirigentes políticos tienen que responder a otros patrones también modelados por la inmediatez; esto es, que están más pendientes de la respuesta momentánea que de la virtualidad de las medidas que puedan tomar. Así, apostarán por iniciativas que sean tangibles al minuto de ser aplicadas en detrimento de los verdaderos cambios estructurales y primarán que su presentación tenga todos los componentes pintureros que sean posibles. Vamos, que escuchado el consejo que hace siglo y medio apuntara el novelista francés Victor Hugo: «Abrid escuelas para cerrar prisiones», harán oídos sordos y elegirán el camino opuesto. Al fin y al cabo, una apuesta decidida por la educación vertería sus efluvios años después, serán otros los que presuman de sus resultados. Con la apertura de cárceles (o el endurecimiento de los códigos penales), sin embargo, se puede en marcha la maquinaria de hacer demagogia desde el primer minuto.
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