A mí me sonó raro. El gobierno de la Junta aprueba un decreto ley que modifica el Reglamento de espectáculos taurinos suprimiendo la excepción del Toro de la Vega a la prohibición de matar en público animales en espectáculos taurinos. Pero ‘eh’ dice el consejero de Presidencia, la decisión se toma para lograr mantener la tradición. Raro suena, ya digo. Se prohíbe algo para mantenerlo. Puede que De Santiago-Juárez tenga razón y el tiempo se la dé, como defendía Carlos Blanco el pasado viernes en estas páginas, pero yo no consigo cuadrar el círculo: si el Toro de la Vega es un torneo que consiste en que un grupo de humanos desatados alanceen un toro hasta darle muerte y en el que gana el que lo mata (o el toro, si consigue sobrepasar no sé qué límites), evitar la muerte a priori es, entiendo, suprimir el torneo. Vale, en Tordesillas podrán soltar un toro cuando llegue la fecha, podrán llamarlo de la misma manera, pero será otra cosa. El discurso del consejero suena raro por su inconsistencia, porque no existe argumento que pueda sostener a la vez algo y su contrario. Esta decisión es una de esas -cada vez más frecuentes- que pretenden, giros retóricos de ‘bienqueda’ mediante, hacer creer a todas las partes enfrentadas en un conflicto que han salido victoriosas. El Toro de la Vega se puede permitir o prohibir, lo demás es mala literatura. No vale con llamar a las cosas de una manera para que estas sean lo que queramos que sean. No se puede, siguiendo la terminología del filósofo de moda, Ernesto Laclau, convertir a tantas palabras en significantes vacíos: hay cosas que son, simplemente lo que son.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
domingo, 22 de mayo de 2016
jueves, 19 de mayo de 2016
ISIDRO Y ESTELA
Para las generaciones más jóvenes puede resultar sorprendente que el
catolicismo haya elegido al mismo santo como patrón de dos mundos tan
aparentemente alejados como el de los agricultores y la ciudad de Madrid. Pero tiene su lógica,
Isidro vivió en el Madrid del siglo XII y allí se dedicaba a arar manejando una
pareja de bueyes. A arar o contemplar como araban las bestias solas, porque las
crónicas cuentan como hecho milagroso que los bueyes realizasen su labor mientras
Isidro se dedicaba a rezar. Pues bien, en el día en que se celebraba su
festividad hace ya cinco años, en la madrileña plaza de Sol un grupo de
personas quiso expresar su descontento. Poco a poco la plaza se fue llenando y
dio pie a lo que se conoció como el 15-M, uno de los movimientos de los que más
se ha habla y de los que menos se conoce, porque habrán de pasar unos años para
poder comprobar si todo aquello habrá tenido alguna repercusión transformadora
o habrá sido otro movimiento espasmódico con más literatura que valor real de
cambio.
Me gustaría creer lo primero pero, según pasa el tiempo, todo aquello
parece haberse quedado en lo que Alfred Hitchcock definió como ‘MacGuffin’: un
elemento que alienta el suspense en una película, permite avanzar a los
personajes, pero que pasa por la trama como la luz a través del cristal, sin
romperla ni mancharla. Vamos, un pretexto que no modifica el sentido de la
película. domingo, 15 de mayo de 2016
LA PARCA CARA A CARA
Aún recuerdo la cara de muerta de la ‘señá’ Paca. El cura había hecho una seña y, a la orden, algún hombre del pueblo levantó la tapa del ataúd. Allí estaba ella, quieta, peinada, ajena a todo lo que pasaba a su alrededor; con el mismo gesto de relajación que todas esas otras veces que la había visto traspuesta en el sillón. Yo, que apenas levantaba un palmo del suelo, también estaba allí, viendo, por primera vez, un cadáver. Aquel hecho no era extraño, no hace tanto, se miraba a la muerte cara a cara. Se la miraba y se hablaba de ella sin remilgos, sin pudores, sin eufemismos, con la naturalidad de cualquier hecho natural. Cada vez que una persona del pueblo fallecía, mi madre, venía a mí y me decía: “Se ha muerto fulanito” y ya, sin plantearse si me iba a generar algún tipo de trauma porque, efectivamente, no hay trauma que valga cuando la relación con la vida, y la muerte es parte de la esencia misma de la vida, se afronta, desde el principio, en su totalidad. Me lo decía como me decía: “Menganita tiene un cáncer” o “A Zutanito le ha dado un ataque de corazón y está en la UVI”. Hoy la enfermedad se recluye en hospitales y la muerte, directamente, se esconde. No existe el contacto con ese corolario de la vida, como si enfermar o morirse fuera algo de mal gusto. Pero la parca está ahí, preparada para venir sin que sepamos con qué prisa. Puede llegar cuando menos te lo esperas, como no llegar por más que parezca anunciarse. Morir, al fin, es tan fácil como difícil. Y bueno es saberlo. Un ‘bueno’ que no planteo con el sentido moral que destila la parábola del Evangelio de Mateo de las 10 doncellas, cinco necias y cinco sensatas, que salieron a esperar al esposo; no hablo de ‘preparación ante’ sino de ‘consciencia de’.
jueves, 12 de mayo de 2016
LA PERTINENCIA DEL PITUFO GRUÑÓN
Las organizaciones políticas no son más que constructos sociales que tienen su valor en lo que representan y en cómo lo llevan a cabo. Se podría decir, también, que encierran una historia que enlaza los sueños o las aspiraciones de diversas personas pertenecientes a distintas generaciones. Pero no sería del todo cierto ya que bajo el mismo paraguas, que se lo digan al PSOE, se pueden cobijar historias muy diferentes. Cada organización, al fin, es lo que es en cada momento, muy distinta a lo que fue tiempo atrás, a lo que será en tiempos venideros. De la misma forma que cada cual de nosotros va siendo distinto, como distinta es una generación a otra. Nada nuevo, ya lo escribió Heráclito: “en los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos (ríos y personas)”.
lunes, 9 de mayo de 2016
NENÚFARES
Los estanques se llenan de color, de todos los colores, cuando los
nenúfares florecen. Esta exhibición de hermosura no va más allá de los cuatro o
cinco días, pues ese es el tiempo que dura su efímera vida. Una especie de tapete verde cubre el agua y
sirve de tenue soporte a tan delicadas flores. Si la vida de la flor es corta;
la del tapete, no. Este permanece enraizado en las tierras del fondo del
estanque.
En el jardín de la casa que adquirió el pintor parisino Claude Monet en
Giverny dejó espacio para un estanque en el que habrían de enseñorearse estas
flores. Monet fue capaz de atrapar esos instantes de belleza y perpetuarlos por
medio del óleo.
jueves, 5 de mayo de 2016
EL SER HUMANO COMO MOLESTIA
Al ser humano, el ser humano le molesta. Desde luego es así cuando hablamos de asuntos mayores, por ejemplo en todo lo concerniente a la inmigración, a la llegada de otras gentes al territorio en que vivimos. Vinieron porque se les ‘necesitó’, pero queríamos que fuesen transparentes, que su llegada no produjese más efecto que el desarrollado en sus horas de trabajo. El escritor suizo Max Frisch allá por el 65, cuando sus emigrantes eran los españoles, sintetizó perfectamente este sentir: “Pedimos mano de obra…y llegaron personas”.
lunes, 2 de mayo de 2016
VAMOS, QUE 'LALIAO' PARDA
Hubo un tiempo, muy anterior al nuestro, en el que ‘fama’ y ‘prestigio’, sin ser lo mismo, se parecían demasiado. El matiz que separaba ambos términos tenía que ver con un par de restricciones del segundo respecto al primero: por un lado, el prestigio, aunque pueda extenderse a una población en general, venía apuntado por el notorio reconocimiento entre las gentes de un mismo ámbito; por otro, siempre nacía en torno a un hecho o una trayectoria reconocidos socialmente como positivos. Eso era antes, ahora la distancia que les separa es abismal y ello, pese a que el ‘prestigio’ sigue significando, más o menos, lo mismo. El sentido de ‘fama’, sin embargo, ha efectuado un viaje que le ha cargado de connotaciones negativas:ahora es, sin más, el hecho de ser conocido por multitud de personas sin que sea necesario que se recuerde la razón de dicho conocimiento. Es así hasta el punto de que ser famoso se ha convertido en una categoría en sí mismo. El prestigio; al fin, se labra con el cincel del trabajo callado y, como las letras esculpidas en mármol, perdura por un largo tiempo;la fama suele ser más evanescente porque se logra con gritos a través de un altavoz. Todavía queda la posibilidad de adquirir esa pretendida fama como simple corolario de un prestigio adquirido por el buen hacer, sin embargo, es más corto y tentador el atajo que se llama publicidad. En muchos casos, esta fama no es más que la coartada para satisfacer carencias personales, para poder presumir de algo; en no pocos, es una excusa para enriquecerse. Existen otros casos en que la fama llega de forma involuntaria, simplemente sobreviene a alguien por estar en el sitio preciso, en el momento indicado y acertar sin pretenderlo con lo que suelta por esa boquita. Así le ocurrió, por ejemplo, un mal día del verano de 2008 a aquella socorrista cuyo nombre no pretendo recordar. La mujer se equivocó y vertió en la piscina el líquido que no debía provocando una nube tóxica. Hasta ahí un accidente sin más. La explicación de la susodicha, sin embargo, le otorgó esos quince minutos de fama que preconizó aquel supuesto artista de lo vacuo llamado Andy Wharhol. Ella, delante de la cámara, con cara a medio camino entre asustada y colocada, explicó de forma surrealista lo que había pasado y las consecuencias en bien pocas palabras: «Me he equivocado de producto (...), ha hecho una reacción (...). Vamos, que ‘laliao’ parda».
jueves, 28 de abril de 2016
AUNQUE LE PONGAN DONDE HAYA
Esas clases particulares de las que uno sobrevive crean cierta
complicidad con la chavalería, Por ello, no es infrecuente que al acabar de
explicar cómo se resuelve una integral o de qué manera se desplaza una onda,
las conversaciones se arranquen por otros derroteros. En uno de estos casos,
tras cerrar el cuaderno, un chaval, todo ufano, me dijo:”Joaquín, he aprendido
un truco para ligar. Consiste en hacerse el sensible, que eso, a las chicas,
les gusta mucho”.
Más allá de lo que por sí misma nos muestra -la constatación
de una sociedad en que ni sus miembros más jóvenes terminan de arrancarse de
las garras del machismo-, la frasecita revela ese aspecto camaleónico tan
propio del ser humano que le lleva, con frecuencia, a mantener actitudes en las
que en las que no cree si de ellas obtiene un rédito que le compense. Por esto, cada vez me rechina más ese discurso
moralizante que se está imponiendo, ese magma social que se propaga exigiendo a
los dirigentes políticos una honestidad sin tacha. No me sorprende que esta sea
la respuesta social ante una situación económica calamitosa, ante el miedo y la
falta de perspectivas, derivada, a juicio de esa misma sociedad, por la suma de
indecencias. Responde a un comportamiento pendular que nos permite cambiar los
elementos de medida en menos de lo que canta un gallo. Así, pasamos sin
contemplaciones de la manga ancha al ojo de una aguja. No me sorprende pero me chirría, porque la
historia muestra que en cualquier lugar, momento y con todos los tipos de
gobierno que haya podido haber, los elementos más perniciosos se terminaron
colando. No entiendan esto como un canto a la desesperación, más bien todo lo
contrario. En una sociedad, la que sea, no hay forma de evitar que una persona
que llegue a un puesto de gobierno pueda tener la peor de las intenciones. Es
posible que un sinvergüenza llegue a impostar la honestidad, hacerse el
sensible como aquel chaval, y servirse de la impostura para conseguir sus
objetivos de ‘ligarse’ al electorado. Lo que requiere una democracia es estar
prevenida ante dicha posibilidad, crear los mecanismos que eviten que,
conseguido su propósito de llegar al poder, pueda cometer fechorías.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-04-2016
lunes, 25 de abril de 2016
FUERZAS CONTRA FUERZAS
Si desde el piso de arriba cayese una piedra, y fotografiase la ventana en el preciso instante en que dicho pedrusco estuviese a la altura de mi cabeza, podría decir, al ver la imagen, que la piedra está a la misma distancia del cuarto piso que del segundo. Pero, con ser cierta la afirmación, no serviría para explicar nada. Habría que añadir, si se pretende entender qué está ocurriendo, un estudio de fuerzas y concluir que la piedra se mueve en una dirección, hacia abajo, debido a la implacable ley de la gravedad. Nuestra piedrecita está condenada a caer a menos, eso sí, que otra fuerza mayor se interponga en su camino. Las fotografías, como los análisis acomodaticios, solo visualizan un instante concreto, sin contar cómo se llegó a producir, sin prever qué ocurrirá o, llegado el caso, qué se podría plantear para que ese algo inexorable no se llegue a producir. Frente a la estática fotografía caben, pecando de lo contrario, secuencias de imágenes cuyo movimiento se opone a las inmutables leyes físicas, idealizaciones que no se pueden sostener más que en escenarios oníricos o en los dibujos animados. Aquellos, por conservadores, yerran al centrarse en lo que existe dejando de lado las dinámicas sociales; estos, por ilusos, al hacerlo de lo que sueñan, dejando de lado lo que hay.
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