miércoles, 6 de mayo de 2020

DESCONFINADO PARCIALMENTE


Foto "El Norte de Castilla"

Al paseante parcialmente desconfinado le sorprende la amabilidad en esta ciudad que, de natural, al primer sorbo, se muestra fría, seca, distante, desabrida, como si las nieblas perpetuas de antaño hubieran hecho mella en el carácter de sus habitantes. Por el contrario, el tiempo que lleva viviendo en ella le ha servido para constatar que bajo esa epidermis se encuentra el músculo de una ciudad profunda, leal, acogedora a su manera. Por eso, claro, tiempo ha, decidió establecer aquí su morada. De lo que, por otra parte, no se arrepiente.
Pues bien, el paseante en fase 0 percibe que la misma ciudad que ha convertido en arte la pronunciación entonada de la palabra ‘pelele’, la misma en que una asociación de comerciantes pretendió dulcificar el carácter de sus asociados mediante el lema ‘ser amable es rentable’,  ahora sonríe de gratis. ¡Gracias!, sonrisa, ¡pase usted!, sonrisa, ¡por favor!, más sonrisa si cabe.

jueves, 23 de abril de 2020

SORPRENDE LA SORPRESA

Foto "El Norte de Castilla"
Una cosa es utilizar de tanto en tanto una metáfora bélica, un ‘lucha’ por aquí, un ‘batalla’ por allá, un ‘enemigo’ por acullá y otra revestir con liturgia de guerra lo que no es (debería ser) más (ni menos) que un ingente esfuerzo físico e intelectual para paliar las consecuencias de la extensión de un virus, encontrar cuanto antes las fórmulas que lo desactiven y, en paralelo, pretender que las secuelas económicas posteriores no se ceben con los sectores más vulnerables de la sociedad. Imbuido de ese dialéctico ardor guerrero, el ejecutivo ha depositado parte de la labor comunicativa en miembros de cuerpos militares. Y las palabras de uno de ellos, el Jefe de estado Mayor de la Guardia Civil, le han estallado en las manos. En medio de un debate que debería ser sobre el derecho a una información veraz y que se ha convertido en una ciénaga, José Manuel Santiago, que así se llama, ha dicho que están trabajando para “minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”. Terremoto 8 escala Richter. El Ministro del Interior, al poco, pretendió matizar las palabras y corregir el sentido de la afirmación. El empeño de Grande-Marlaska tuvo escaso éxito porque de antemano unos estaban, o hacían como que estaban, convencidos de que el ministro solo quería tapar sus vergüenzas y otros, desde antes, hacían como que estaban, o estaban, convencidos de lo que Marlaska aún no había dicho.

martes, 7 de abril de 2020

EN UN DÍA

“Un café y un libro”, Manolo Sierra 1995




“En un día el sol alumbra
y falta; en un día se trueca
un reino todo; en un día
es edificio una peña;
en un día una batalla
pérdida y vitoria ostenta;
en un día tiene el mar
tranquilidad y tormenta;
en un día nace un hombre
y muere…”

Capitán Álvaro de Ataide.

El alcalde de Zalamea, Pedro Calderón de la Barca.



En nuestros ámbitos de trabajo, sobre todo en el de cooperación, damos por supuesto lo atinadas que son las palabras de este lamento del personaje, bien que por lo demás con despreciable actitud en el resto de la obra, creado por Calderón. Hemos comprobado con demasiada frecuencia como en nada y menos un proyecto se caía; como, en otro momento, lo que amenazaba ruinas de repente parecía recimentarse. Sin embargo, lo que teníamos claro para otros mundos, no parecía probable, ni siquiera posible, para el nuestro: aquí, nos llegamos a creer inmunes, invulnerables. Una especie de muralla tecnológica, económica, mental, nos aislaba de riesgos propios de otros tiempos, de otras latitudes. No estábamos preparados y la vida nos sorprendió con la guardia baja. En un día se ha apagado un mundo, en un día nos hemos visto aplaudiendo en nuestras ventanas. En un día, como porcelana que golpea el suelo, se han hecho añicos nuestras certezas.
Son los científicos los que habrán de encontrar las respuestas al cómo fue que este virus nació, creció, se reprodujo, se expandió. Especular carece de sentido. Dejémosles hacer su trabajo. El nuestro pasa por cumplir lo que ellos nos indiquen y, en paralelo, eso siempre, mantener el espíritu crítico, el ojo avizor, las orejas tiesas.
Pero sobre todo, la labor nuestra empezará el día después. Ni un minuto más tarde. Aventurar el qué podrá ocurrir, qué mundo hallaremos cuando volvamos a pisar la calle, es un ejercicio de trileros. Sabemos que muchas cosas van a cambiar, pero no tenemos ni idea de cómo ni de hacia dónde. Hemos leído pronósticos que auguran el fin del capitalismo; otros, su consolidación. Hemos escuchado análisis que profetizan el advenimiento de modelos políticos cuasi-dictatoriales con la excusa de frenar vandalismos venideros; otros, preconizan el arribo de democracias socialmente más avanzadas escudándose en el aprendizaje colectivo de estos días de zozobra. Quedémonos con que habrá que reformularlo todo, con que será la propia realidad la que nos coloque en nuestro sitio, con que tomará forma una nueva normalidad en la que nos tocará vivir, como siempre, improvisando sobre la marcha.
En este viaje solo hay un objeto que no podemos perder: nuestros principios, una forma de entender un mundo en el que todos quepamos, en el que todo el mundo tenga acceso al mínimo que permita vivir la vida con dignidad, un todo el mundo que se extiende a todo el mundo. Porque si hay una cosa clara es que las desgracias golpean más donde previamente ya había herida y si, aun ayer, antes de que esta pesadilla arrancase, ya existían inmensos territorios en los que los demás jinetes negros ya galopaban, enormes bolsas de población castigadas, es obvio que allí recibirán un castigo más contundente. Las ideas podrán variar, lo que antes nos sirvió tal vez deje de hacerlo, lo que antes despreciamos tal vez ahora nos sea útil. Los principios eran y son. Y estos nos impelen a levantar la vista, por más que en nuestro entorno más cercano la situación general haya podido empeorar y se haga necesaria nuestra acción concreta, no podemos olvidar, ni por palabras, ni por hechos, la mirada larga, el alcance global del reto. Será, también, la hora de postular por respuestas audaces de las instituciones. Cerrarse, desde luego, no es el camino.
Del presente, presente, nos queda el dolor por las vidas derramadas. También en nombre de ellas, procuraremos ser más felices. Y más conscientes de que es suficiente un día. Para derribar y para construir. 

Publicado en el boletín ACPP

Boletín electrónico de ACPP

jueves, 26 de marzo de 2020

EL TÚNEL

Hubo un antes y un después. El transcurso no será más que un breve lapso: el paso a través de un túnel que, sin figurar en el mapa, aparece de súbito. Los historiadores del futuro podrán dar cuenta de dicho transcurso, de ese después. Los que vivimos el shock del presente solo podemos referirnos al antes, en el túnel apenas hay luz, días que se asemejan a domingos por la tarde que preceden a domingos por la tarde; sucesión de tardes tontas esperando un lunes que se posterga.
De lo que vaya a haber en el momento de la salida, ni idea. Queremos imaginar que esperamos un tren que simplemente llega a la estación con retraso; que, aunque algo más tarde, llegaremos al destino anteriormente previsto. Pero no: ya no existe más realidad, más futuro inmediato, que “quién sabe”.
Por ahora, el túnel. De repente, todo es silencio, lentitud, miedo. Lo gaseoso, lo no mensurable, el aprecio, el reconocimiento, el ‘¿estás bien?’, se ha solidificado: volvemos a comprender el valor de lo que no cuesta, a desdeñar el precio de lo que no vale. Reparamos en el otro, sin embargo, perversa metáfora, un “otro” que tanto es apoyo, ayuda y afecto, cuanto recelo: cualquiera es, puede ser, quizá sea, foco potencial de infección. Nos necesitamos y nos tememos. 

viernes, 13 de marzo de 2020

DE LO QUE TODO EL MUNDO HABLA

Foto "El Norte de Castilla"
Entre que últimamente apenas salgo de casa y que, a cuenta de que se me rompió el mando del TDT, no he podido resintonizar canales de la tele, pues no me cosco de nada. El caso es que he salido a hacer la compra y veo a la gente arremolinada conversando con cierto gesto mohíno. Pregunto a un conocido con el que me cruzo en la puerta del supermercado.  “Chico, ¿no te has enterado? De lo del coronavirus, no se habla de otra cosa, ya no hay más temas ni de conversación, ni de información, ni de nada”. No lo entiendo bien, “¿Coronaqué? ¿Andan de nuevo los republicanos con alguna matraca?”. “Coronavirus”, especificó antes de irse. Virus y corona en la misma palabra. Mira, pensé inconcreto, algún algo que haya pasado con la monarquía. Quizá sea alguna enfermedad o tal vez solo sea un juego de palabras, una metáfora por vaya usted a saber qué. Discretamente,  pongo la oreja en las conversaciones y me entero de que el asunto afecta básicamente a las personas mayores. Tate, no va a ser Felipe sino Juan Carlos.

viernes, 6 de marzo de 2020

SONABA A EXCUSA

Imagen "El Norte de Castilla"
Hace casi 40 años se presentó en mi colegio el que entonces era obispo de Palencia, Nicolás Castellanos. Apunto antes el cargo que el nombre porque lo relevante, como recordaba por las escasas veces que un prelado se perdió por mi pueblo, se sustanciaba en el excepcional hecho de que un obispo nos honrara con su visita. Enseguida dio y dimos la vuelta al asunto: donde esperábamos pompa, prosopopeya y protocolo nos encontramos con un tipo tan normal que no nos parecía obispo. En vez de bendiciones, besamanos y demás zarandajas, hizo corro con nosotros y hablamos de lo que se nos fue ocurriendo.
Quizá por tragón, me asustaba la palabra hambre, me desasosegaba saber que existían personas que no podían comer, que morían por ello. Siempre sentí y pensé que no se podía estar tranquilo mientras hubiera alguien sin alimento. Mi colegio, el de San Juan de Dios, en ese sentido dotaba de contenido teórico y práctico a esa inquietud: sirva como ejemplo y recuerdo que en aquel corro también estaba Miguel Pajares, el cura que falleció tras contraer el ébola en Liberia.

viernes, 28 de febrero de 2020

ENTONCES, ¿A QUIÉN MATAMOS?

Foto "El Norte de Castilla"
El campesino Muley, con la desesperación contenida, la rabia refrenada, la angustia en los ojos, se dirige al arrogante hombre del traje que acaba de comunicarle, a él y a su familia, que tiene que abandonar lo que siempre fueron sus tierras, su casa.  Le cuesta levantar la mirada, quizá por esa vergüenza propia de muchas gentes del campo que les lleva a apocarse ante los trajeados de ciudad. Le cuesta, incluso, alzar la voz a pesar de que lo que está escuchando, “te tienes que ir”,  rompe por completo su existencia, destroza toda expectativa vital. Argumenta, explica su situación límite extensiva a todos sus vecinos, pero es incapaz de torcer el designio. El recién llegado, sin bajar del coche, altanero, se justifica, “yo no puedo hacer nada, solo cumplo órdenes […], no hay por qué enfadarse conmigo, yo no tengo la culpa. […] El dueño de la tierra es la compañía”. Y la compañía no es nadie; luego, nadie es responsable. Es del banco, pero en el banco solo está un apoderado que solo cumple lo que se le encomienda desde Nueva York. No hay salida. Todo ocurre pero no se sabe de quién es la responsabilidad. Y Muley, expulsado de sus tierras, necesita un culpable, “Entonces, ¿a quién matamos?”. Ahora sí, cuando todo está perdido, el campesino levanta la voz… ante los sordos oídos del visitante que arranca el auto y se va con la tranquilidad de quien ha cumplido con su cometido.

martes, 25 de febrero de 2020

PECECITOS DE COLORES

Foto "El  Norte de Castilla"
El dinero es un argumento recurrente cuando se habla de fútbol. En realidad da casi igual de lo que se hable, el asunto del dinero permea cualquier ámbito. El fútbol simplemente no es una excepción; siempre anda, por tanto, con el dinero a vueltas. Las cuestiones pecuniarias sirven tanto para ponderar los logros de un equipo, como para justificar decepciones o asumir que el caché de algunos futbolistas es inasumible para tal o cual club. También son útiles como lanzas que justifican la cicatería y mezquindad de algunas propuestas futbolísticas: «somos pobres, no podemos jugar de otra manera». Siendo así, la labor más importante de cualquier directiva, desde las rifas de un jamón en los tiempos de la prehistoria hasta los patrocinios de la actual era mercantilista, consiste en encontrar los cuartos necesarios para mantener vivo el tinglado. Como los gastos no dejan de crecer, los clubes se ven apremiados para que el volumen de los ingresos aumente al mismo ritmo. Miles son las cabezas que rebuscan fórmulas que permitan la rentabilidad de los clubes. Alguna de ellas trabaja para el Real Valladolid y ya ha pensado, y si no aquí dejo la idea, en nuevo nicho de negocio aún sin explotar. Si han tenido éxito canales de vídeo que se limitan a emitir el movimiento de pececitos de colores en una pecera y a envolver dichas imágenes con música new age, ¿por qué no se venden a hospitales, residencias de personas mayores o salones de yoga los últimos partidos del Pucela editados sobre una base melódica de Loreena McKennitt o Ludovico Einaudi? Sería una amable y certera forma de vender calma, paz, sosiego y sueño a cambio de unos eurillos que harían feliz a Ronaldo.

viernes, 21 de febrero de 2020

RETRATOS DEL EMISOR

Foto "El Norte de Castilla"
Mal asunto cuando remitimos al Código Penal la solución de todos los conflictos provocados por algún, vamos a llamar, exceso verbal en los que la  parte escuchante se sienta ofendida. Mal asunto porque ni la extensión del Código Penal tendría límite, ni en las cárceles quedaría sitio. Eso sí, reconozco que es tentador el afán de que enchironen al que súbita e inopinadamente diga algo que golpee las creencias más firmes de uno. Pero hasta ahí. De la misma manera que más de una vez te quedas pensando eso de “si no me valiera más…”, y con ello se cierra el asunto sin necesidad de reventar la cabeza de nadie.
Visto así, no entiendo que haya que proteger jurídicamente ningún sentimiento de una posible ofensa. Otra cosa sería que alguien pusiera algún impedimento para llevar a cabo las prácticas derivadas de ese sentimiento. Vamos, perdón por la simplificación, que referido a Messi no puede ser delito ‘cagarse en ese enano de mierda’, y sí romper la tele para que no veas el partido, impedirte la entrada en el bar en el que ves el fútbol o amenazarte por si vas al estadio. No entiendo, pues, que el actor Guillermo Toledo sea juzgado por blasfemar. Mucho, poco, de forma más delicada o más soez, sus palabras no deberían constituir delito alguno.