martes, 9 de mayo de 2023

LA CONDICIÓN HUMANA

Por más que uno se empeñe en creer lo contrario, nunca hubo tiempos idílicos. El ejercicio de recordar te acerca momentos que -por cuestiones personales o circunstancias sociales, ya no digo cuando se unen motivos de ambas índoles, cumplir los dieciocho o veinte años en un país que ebulle y se expande por haber dejado atrás una dictadura- hemos alzado al anaquel  de lo excelso. Mantengo presente esta reflexión porque con frecuencia conviene frenar: la propia naturaleza humana nos arrastra a cuestionar el presente al compararlo con un pasado falso por hermoseado del que, por supuesto, sale perdiendo. Y echamos pestes.

sábado, 6 de mayo de 2023

LÁZARO Y VICEVERSA

Ay, las sensaciones; si por las sensaciones de ahora mismo fuera. Menos mal que nos medio apacigua la certeza tomasiana: el haber visto a este muerto futbolístico alzarse, sacudirse el polvo de la pechera y caminar como si antes nada hubiera ocurrido; el haber tentado clasificatoriamente unas carnes recias que dos semanas atrás hedían putrefactas. Claro, en paralelo hemos sufrido el dolor del 'no puede ser' al constatar estruendosos síncopes, aparatosos desvanecimientos, arrebatados prolapsos, súbitos infartos, en un Pucela galán que parecía trotar con apostura tras haber dejado aparentemente muy atrás los peligros de los que huía. El propio Pezzolano, antes de averiguar cómo se las gasta aquí el invierno, cuando aún no ha completado el listado de los rincones emblemáticos –¿habrá paseado ya por el Viejo Coso?– de la ciudad pendientes de descubrir, ya ha comprobado que aquí no es recomendable caminar con la cresta muy subida ni –salvo que seas un pavo del Campo Grande– lucir altanero el penacho por haber vencido consecutivamente al quinto y al séptimo clasificado. Pim, pam, pum, tres derrotas consecutivas y a tiro del abismo.

lunes, 1 de mayo de 2023

UN INESPERADO GIRO ARGUMENTAL

Las referencias a nuestro pasado son inevitables. Una tendencia innata nos induce a comparar lo nuevo que se presenta ante nuestros ojos con nuestro panorama rutinario. «Fíjate, de saltar el Trabancos a pasear al lado del Pisuerga, ¡dónde va a parar!» o «los edificios de viviendas son más altos que la torre de la iglesia». Ahora, por más bares a los que acudía, los callos de ninguno conseguían borrar mi reseña cerebral de los que servía Nieves los domingos después de misa. Tiempo después paseas por Barcelona o Madrid y se te vuelven diminutos los antaño imponentes edificios vallisoletanos o estrecho y corto el mismo Paseo de Zorrilla ante el que no hacía tanto tus ojos se abrían como un par de lagos de Sanabria.

De la misma forma, la ciudad futbolera aún anda parangonando al técnico flamante con el Pacheta que se había convertido en nuestro paisaje corriente. El proceso durará unos partidillos, hasta que aquel se haya convertido tan solo en un recuerdo y Pezzolano se configure en nuestro horizonte cotidiano. Y así, inevitablemente, hasta la próxima muda en el banquillo. Tras cuatro atisbos que sirvieron para ir acostumbrándonos al porvenir, de repente, el pasado nos abordó como si en mi quinto día en Pucela hubiera callejeado por el barrio de Girón. En blanco y con una iglesia más fea –habría pensado–, pero Valladolid al final no es tan diferente de Rasueros. De repente, decía, ante el Atleti creí (me atrevo a añadir un 'mos') que estábamos volviendo a ver el encuentro de la primera vuelta. Veinte minutos de nada blanquivioleta en los que se intuía a los rojiblancos afilarse las uñas y, «en lo que se 'presina' un cura loco,» que diría mi madre, un, dos, tres, juego terminado es. Lo mismito allí y aquí. Un 'dos', dicho sea de paso, en el que el infortunio arrulló de nuevo a un Masip que parece haber arrugado su capa de superhéroe. En este 'déjà vu' asumíamos que el número final de perillos con los que se habría de rellenar esta vez la saca dependería sin más de la condescendencia colchonera. Entonces parecieron saciados, no sintieron necesidad de más bocados. Esperaron calmados que cayera la tarde.

Casi rezábamos para que la sangría no fuera a más, para que tuvieran a bien dejar las cosas como estaban, para que decidieran reservar las fuerzas con que batallar en lides venideras. Pero el guionista del destino –uno mismo, al final– había escrito un giro argumental. No sé si espoleados por un gol aparecido gracias al disparate del ex Hermoso, avergonzados ante una afición que exigía al menos dignidad, azuzados en el intermedio por el iracundo Pezzolano, el Pucela quiso, creyó y pudo haber volteado la malaventura impuesta por el fatalismo. El acceso de rebeldía conformó una epopeya tan inconclusa como la catedral, pero aportó un espasmo de ilusión, un arrebato de armonía, el afán al sentir el latido de la vida. Un 2-3, de haber acabado ahí, partiendo del inicial varapalo, con ser derrota, habría dejado el paladar endulzado; molesto, pero grato. Total, vamos ahora con mi padre, «cagajones con miel, saben bien». Aunque no alimenten, añado yo. El triste epílogo apenas tiene fuerza para modificar esta sensación: los dos goles finales suenan como el canto a la desesperación, un 'de perdidos, al río' que empapó el marcador.

Coda: unas semanas atrás, en esta misma ventana, planteé una reflexión sobre el modelo de arbitraje actual en un artículo al que titulé 'Las quinientas integrales'. Comentaba entonces que, para ejercer su labor, los árbitros han sustituido el conocimiento del juego por la patética memorización de una serie de protocolos que les sirve de coartada. No sé si merece la pena darlo más vueltas.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 01-05-2023

viernes, 28 de abril de 2023

UN MURO POR DERRIBAR

De repente, todo se ponía de cara. Pero cuando no hay hábito, cuesta saborearlo, disfrutar el momento, regarlo para que la buena noticia enraíce. Algo habrá de ocurrir que nuble la tarde. Los lóbregos presagios de los humildes son hijos de la costumbre, nietos de la estadística. Sabemos que suele ocurrir, tememos que ocurra y, de habitual, ocurre. Ocurre porque ocurre, porque compramos los números en la rifa del que ocurra, porque el miedo allana el camino al suceso. Era el día. Ganar al Valencia suponía, a falta de colgarlo en la percha, dejar preparado el traje de la permanencia.

De repente, todo se puso de cara. Con el partido por descorchar, un error grosero de Diakhaby , uno de esos de los que no caben tres en una liga, ofrenda a Larin el presente del gol. Ocho puntos de distancia al precipicio del descenso. Siete partidos pendientes en los que el sufrimiento se habría evaporado. No es propio de la afición pucelana acudir relajada al estadio. Mucho tendría que estirarse la memoria para encontrar un sosiego tal. Vivimos sin terminar de alcanzar esa placidez, como si al levantar la vista la fatalidad nos condenase a cantar con el Bambino Miguel Vargas Jiménez «Ahí está la pared que no deja que nos acerquemos». Herencia de hijos de campo. La cosecha pinta bien, ya verás como cae alguna granizada. Y cayó. Cosas de la vida, cuando menos se esperaba, de la forma menos prevista y con el intérprete menos habituado a protagonizar. Sería sencillo apuntar el yerro del portero como germen de la derrota que a la postre se consumó.

Tal vez sea yo el que yerre, pero observando con detenimiento el gol encajado, me resultó más consecuencia que causa. El miedo allana el camino al suceso. El miedo o la falta de determinación. Al Pucela bien le venía el resultado. Y contemporizó. El rival estaba desquiciado. Basta entender el pánico que supone en nuestra ciudad el riesgo de descenso para extrapolar y adivinar la conmoción en la ciudad del Turia. Era el momento. El equipo, sus jugadores, por falta de costumbre se desenvuelven mal en estas tierras de la supervivencia. La afición, habituada a otras peleas, se embravece sin saber muy bien hacia dónde lanzar el fuego interior que les calcina. El club, cuestionado y distante. La amalgama conformaba una yesca presta para prender. Yesca que no ardió porque el Pucela fue esponja donde correspondía pedernal. En vez de frotar, esperó a que flameara por sí sola. En una de esas, Masip, por dilapidar unos segundillos, pretendió que el balón se escapara y lo dejó ir sin percatarse de que la dirección que llevaba apuntaba al interior de la portería. Tras no abrasarse, el Valencia entró en ebullición. Y terminó quemando al Pucela y embriagándose celebrando uno de esos instantes que pueden convertirse en fotografía histórica, en la página uno del relato de un resurgir. Un veinteañero de la cantera, esa que se convierte en virtud cuando la necesidad apremia, detiene la caída de la curva, traza el punto de inflexión, reilusiona y funde equipo y afición.

martes, 25 de abril de 2023

TODO CAMBIA, TODO QUEDA

Cada año, en abril para más señas, discurren pegaditas las nostalgias del veinte y el veintitrés. Una nos acerca al fiel que se sitúa entre los ochenta y los noventa, una época de oro para una generación, aunque en realidad todas las épocas lo fueron para alguna, pero esta es la mía; otra, a un pasado que nunca fue, al enunciado de frases en condicional, ‘si hubieran, ay, si hubieran’.

Pasa un año, pasa otro, tarareas ‘estaba aquí solo, me había puesto a recordar’, y recuerdas; acudes a la campa de Villalar, ves, abrazas, y recuerdas, o no acudes y es peor, recuerdas más. Comentas con tu hijo, con la chavalería de tus clases, y te da la sensación de que para ellos el abril del noventa o el de 1521 comparten espacio en las páginas de un libro de Historia, de que la cabaña del Turmo o el patíbulo donde desgajaron la cabeza a Padilla, Bravo y Maldonado, son fotos que adornan el texto de ese mismo libro. Habías asumido que tu sucesión de presentes vividos conformaban ‘el presente’ y no son más que astillas del pasado. Pensabas que todo era igual, pero es distinto.  

domingo, 23 de abril de 2023

AMALGAMA DE RUIDO Y SILENCIO

Tiene suerte El Yamiq de que en Valladolid, a diferencia de aquel ficticio enclave de la albaceteña Sierra de Alcaraz en que José Luis Cuerda recreara su legendaria 'Amanece que no es poco', no sea «verdadera devoción lo que hay por Faulkner»; de lo contrario, al igual que a Bruno, el escritor argentino que tras sufrir el exilio rehacía su vida en aquellos parajes, le habrían reprendido por haber plagiado letra por letra una de las obras del idolatrado autor estadounidense, en este caso, 'El ruido y la furia'. Cada acción del central blanquivioleta resulta estruendosa, el eco retumba hasta dejarse escuchar en varios kilómetros a la redonda. A veces para bien; otras, no tanto.

La rapidez con la que emprende cada acometida, el frenesí con el que ejecuta cada maniobra, tanto libran al equipo de peligros inminentes cuanto provocan series de infartos en compañeros, entrenador y en el resto de la panoplia pucelana. Su quehacer se percibe cristalino y se escucha nítido. Inmediatamente uno repara en su presencia cuando juega, en su ausencia cuando no. Desdeña el miedo, arriesga el físico, alcanza la luna saltando, la línea de fondo estirando la pierna, acomete vehemente al rival, asalta con inconsciencia el terreno contrario, está convencido de que todo saldrá bien y todo lo intenta.

domingo, 16 de abril de 2023

CARTAS MARRUECAS DE LA PLANA BAJA

Bien habría deseado José Cadalso que la misma suerte que «quiso que, por muerte de un conocido mío, cayese en mis manos un manuscrito» hubiera contribuido a la remisión desde el futuro de relatos epistolares en los que el bisoño Gazel narrase –con orgullo al anciano Ben-Beley, con apostura a su amigo Nuño Núñez– los dos episodios 'golísticos' del Pucela en tierras de la Plana Baja para, al modo del tiempo de descuento, disponerlos al final de las noventa 'Cartas Marruecas' reglamentarias. No pudo ser, el futuro es así de ingrato, nunca aparece cuando se le requiere. Cadalso se quedó sin epístolas para publicar; Gazel, sin escribir las epopeyas, en un deporte aún por inventar en su presente de la segunda mitad del siglo XVIII, protagonizadas en los epílogos del XXI por sus paisanos Selim Amallah y Jawad El Yamiq; Nuño y Ben-Beley, sin disfrutar de tan deseadas lecturas. Y es que, obviando el natural optimismo futbolero, los pucelanos arramblaron tres puntos porcelanosos, donde y cuando menos se podía augurar, por ventura de dos goles con remites marroquíes. El primero nos levantó de la silla cuando aún no habíamos acomodado el culo en el asiento, mientras compartíamos con colegas nuestro parecer acerca de la alineación, debatíamos sobre la pertinencia de los cambios, tratábamos de apuntar el influjo del nuevo entrenador y especulábamos alrededor de la disposición del once inicial. 

miércoles, 12 de abril de 2023

SER LIBRES PARA SERLO

Hace poco más de cuatrocientos días, a eso de la media tarde, me desperté de una anestesia. Aún medio alelado, percibí una conversación entre enfermeras al respecto de una invasión del ejército ruso en Ucrania. Cuando una de ellas se acercó a mi cama para cerciorarse de que ningún indicador se desmandaba, le pregunté qué había pasado. Escuetamente, confirmó la noticia. Insistí. ¿Sabes si se ha limitado al Dombás o ha ido más allá?

Semanas más tarde, en medio de la consternación por asistir a una nueva guerra en suelo europeo, por asumir que los nunca de ‘nunca más lo que sea’ son ‘nuncas’ efímeros, se celebró el Festival de Eurovisión. En los plebiscitos populares (supuestamente para elegir la mejor canción), al unísono, como si de recitar una consigna se tratara, se repetía incesantemente el nombre de Ucrania. Por supuesto, ganó. Mi cabeza entendió que la ciudadanía europea representada por esos votantes había asimilado como propios los deseos de los poderes gobernantes, repartió la solidaridad como le dijeron.

lunes, 10 de abril de 2023

LA SEMANA SANTA DISTORSIONADA

La única Cofradía Penitencial que procesiona a lo largo de casi todo el año, la del Real Valladolid de las Lágrimas Perpetuas y las Exiguas Alegrías, siquiera por una vez, ha distorsionado los ritos –los litúrgicos y los sociales– de la Semana Santa. Este Domingo de Pascua, el equipo resucitó pero muy poquito: movió algo la cabeza, como queriéndose incorporar, pero sin terminar de erguirse. También es cierto que el difunto aún respiraba, había llegado a esta fecha con el óbito a medio hacer. Con esta pizca de resurrección no podemos saber con certeza si el Pucela llegó al Domingo de Gloria medio vivo o casi muerto, si sale de él medio muerto o casi vivo. Lo que sí advertimos es que en las gargantas de los fieles de esta santa cofradía, en vez del tradicional 'Aleluya', resuena un más flamenco 'ayayayay'.