Con demasiada frecuencia utilizamos palabras que crean categorías y sirven para definirnos. En algunas ocasiones estas palabras útiles para generar un vínculo de pertenencia que permite el encuentro con otras personas cuyos pareceres, aficiones o sufrimientos son comunes; en otras solo son útiles para marcar una distancia insalvable con quienes no pueden definirse de la misma manera. En los vínculos de este segundo tipo, ocurre a veces que lo que aglutina no es ‘lo que somos’ y que podríamos especificar con una palabra concreta sino ‘lo que no somos’ frente a una categoría detestada. En estos casos, por desconocimiento o por inexistencia de un término apropiado, son muchas las personas que se definen como ‘normales’. Normal, efectivamente, es todo y es nada pero el adjetivo de marras no tiene más objetivo que discriminar por diferentes o raros a los que se salen de esa línea. Si sacamos la memoria a bailar, podemos recordar que, no hace tanto, era frecuente que, mucha gente, para indicar que no eran homosexuales, se catalogasen a sí mismos como personas normales dando a entender que aquellos portaban alguna tara. Tan así era que diversos colectivos utilizaron en su más que justificada defensa una frase que hizo fortuna: “Normal es solo un programa de la lavadora”.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.