Hace ya muchos milenios que la evolución dotó a nuestros antecesores de la capacidad de separar algunas extremidades del suelo, de vivir erguidos. Gracias a aquellos saltos que nos separaron de los reptiles, que nos privilegiaron entre los mamíferos, fueron posibles los avances del proceso de hominización. Como contrapartida, hemos perdido habilidad para movernos a ras de tierra, para arrastrarnos -ojo, solo en sentido literal- con soltura. Quebrada involuntariamente la verticalidad, tanto da si el decúbito es supino, lateral o prono, nos sentimos frágiles, asumimos nuestra endeblez, nos empequeñecemos. Una de las causas se relaciona con la visión que se nos presenta desde tan abajo: las perspectivas, las distancias, la accesibilidad, hasta las relaciones, son radicalmente diferentes a las del mundo que conocemos.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.