Apenas había arrancado el año 1875, cuando por las calles de
Madrid, un joven, a lomos de su caballo, se abre paso entre una multitud que le
aclama. El entusiasmo no le cabía en el cuerpo, no en vano acababa de vivir
experiencias similares en Barcelona y Valencia. El que iba a ser proclamado rey
como Alfonso XII sentía en sus carnes que el pueblo le veneraba, que anhelaba
su presencia. Tanto era así que dio rienda suelta a su campechanía y descabalgó
de su montura para mezclarse con la plebe. Pie en tierra, confiado y feliz, se
dirigió a unas rapazas para mostrar su contento por tan efusivo recibimiento. A
una de ellas la algarabía no le había nublado la memoria y respondió: ‘Más
gritábamos cuando echamos a la puta de tu madre’. Y es que poco había transcurrido desde la
septembrina, la Revolución del 68 que había derrocado a Isabel II. Era tal el
hartazgo con la dinastía borbona que Prim, el Jefe del Gobierno encargado de
buscar un sucesor a la reina, había asegurado que: ‘Los Borbones, jamás, jamás,
jamás’. Cuatro años después de tan tajante aserto, un Borbón cabalgaba hacia el
trono.
España siempre fue demasiado voluble. Un país que cuando
pretendió sacar la cabeza, se la cortaron, guerra con triunfo fascista
mediante. Un país en el que cuarenta años de dictadura asentaron el desprecio
por la política y, sobre todo, el miedo. Un país donde mi madre, cuando le
cuento que estoy escribiendo algo, aún me dice eso de ‘hijo, no hables de
política’ o ‘ten cuidado con lo que pones’.
Hace cuatro años, las gotas de pintura depositadas en las
urnas tiñeron de azul el mapa político por un solo motivo: patear el culo del gobernante
PSOE. Hoy, el color de la pintura es otro, pero la causa sigue siendo la misma,
patear el culo de los gobernantes actuales. Más que confianza, aunque en muchos
casos así sea, los recién electos deben saber que lo son, en buena parte, por
el rechazo a los anteriores. Ese hastío abre una puerta que para traspasar
exige dotar de contenido a unas palabras bellas pero aún inocuas, poner en
marcha los cómos para conseguir los qués prometidos. Más que nada para evitar
que se repita más adelante lo de las patadas en el culo.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-05-2015
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