jueves, 15 de marzo de 2018

LA SANGRE DE LA QUE NACIMOS

Imagen tomada de elpais.com

La sangre de la que nacimos nos vuelve a dar vida. Las calles de nuestras ciudades, venas de agua, vías de tránsito entre dos puntos de la nada cotidiana, las mismas que parecían muertas o aletargadas, vuelven a ser espacio de encuentro y reivindicación, a mostrar pulso y aportar impulso. En ellas se oye de nuevo el ruido propio de miles de personas que no quieren callar más. Voces que ya saben que el silencio suena a un dejar hacer, que han comprendido que quien detenta el poder confunde –-siempre y de forma intencionada–- el ‘callar’ con un ‘otorgar’ que entienden a su favor. A su favor y en beneficio de quienes no necesitan gritar para ser escuchados en Palacio porque los palacios son suyos.
Ellas, la sangre de la que todos nacimos, tomaron las calles el ocho de marzo. Millones de mujeres, de voces, de experiencias, de formas de sentir; millones de aspiraciones, mitad comunes, mitad diversas; millones de mensajes a veces contradictorios pero suyos, de ellas, de todas ellas, que denunciaban lo que nosotros ni hemos sido capaces de ver. La fusión de todas esas voces nos pide abrir los ojos y derribar esos esquemas mentales con pirograbados de un mundo macho. Como hijo, exmarido, pareja, amigo… me siento interpelado. Quiero seguir escuchando para seguir aprendiendo; quiero seguir aprendiendo para seguir creciendo.