Las correcciones de Doña Margarita constaban simplemente de tres registros: la 'B' de bien, que refrendaba las tareas correctamente efectuadas; la 'M' de mal, que denunciaba la impericia del artista; y la 'R' que se apoderaba de todo ese vasto territorio intermedio nominado con el vago concepto de 'regular'. Regular; ni bien del todo, ni del todo mal, entendí, y me satisfizo la definición. Hasta que viendo la retransmisión, tal vez solo el resumen, de una etapa de la Vuelta escuché que se obsequiaba con un galardón y, con parecerles poco, se distinguía con una camiseta de un color especial al que obtenía el premio de la regularidad. Colapsé. Se otorgaba un reconocimiento a un ciclista por no hacerlo ni bien ni mal.