Nada pues hay aquí secreto que no se deba manifestar;
ni cosa alguna que se haga para estar encubierta, sino para
publicarse. Marcos 4:22
![]() |
Foto "El Norte" |
Si tuviésemos que hacer una lista de virtudes y otra de
defectos, en principio no nos parecería una tarea ardua. En principio, porque
una vez paramos a pensar nos damos cuenta de que existe cierto grado de
coincidencia. La palabra ‘bondad’, intuitivamente, caería en el primer cajón.
Dándolo otra vuelta recordaríamos que alguna vez dijimos, en referencia a algún
amigo, aquello de ‘es tan bueno que parece tonto’. Algo similar ocurre con
‘desconfianza’. Inicialmente, a quien así tildamos, le imaginamos con una cara
agria, con un aire de desairada suspicacia. En una segunda vuelta nos hacemos conscientes
de que esa desconfianza nos permite estar prevenidos ante quien puede usar su
posición para engañarnos; es más, esa misma desconfianza es la esencia de una
sociedad democrática en la que los poderes y contrapoderes existen para -otra
cosa es que lo hagan- vigilarse mutuamente.