Enfrentarse a un nuevo reto desencadena sensaciones
ambivalentes: por un lado, el desafío nos sirve como estímulo; por otro, genera
una especie de pánico. En las horas previas, como espantando miedos, cerramos
los ojos, fantaseamos con un desenlace fetén y recordamos aquel latinajo “veni,
vidi, vici” supuestamente pronunciado
por Julio César ante el Senado romano.Foto "El Norte de Castilla"
Ese “llegué, vi, vencí” tiene su miga. No es que parezca una muestra de soberbia, efectivamente lo es. Si hacemos caso a los historiadores Suetonio y Plutarco, Julio César, enfrascado en una guerra civil que le enfrentaba a las facciones más conservadoras del Senado al mando de Pompeyo, quiso sacar pecho ante la alta institución de su victoria en la batalla de Zela, frente a las tropas de Farnaces II del Ponto. Consciente el cónsul de que las cosas no pintaban bien en Roma, con la necesidad pues de regresar, aceleró las maniobras para propiciar el inmediato enfrentamiento. En menos de una semana, Julio César pudo encaminarse a Roma con otro sello en su historial de victorias y, una vez en la capital de la república, alardear de ello.