viernes, 14 de febrero de 2020

DIRÍA QUE ESTO NO ES AQUÍ

Foto "El Norte de Castilla"
Escuché muchas veces eso de que siempre hubo y habrá ricos y pobres. Del ‘hubo’ poco podía discutir, el pasado no lo cambia ni Dios; pero ese ‘habrá’ entonado con tono de certeza respecto a un tiempo que aún no ha llegado me sacaba de quicio, ¿por qué tendría que ser así?
Pasados muchos años, la pregunta sigue ahí, reviviendo como la hoja perenne de un árbol,  y no encuentro respuesta más allá de la propia condición humana. Y quizá porque pasaron muchos años, en ese revivir, la pregunta se reformula tornándose a la vez más modesta y más compleja. Más modesta, por la asunción de que no existen fórmulas mágicas; más compleja, porque la dicotomía se multiplica: entre los ricos hay ricos, entre los pobres hay pobres. De estos últimos, pobres de los de pasar hambre, personas tratadas peor que bestias de carga, pese a que apenas aparecen en las estampas oficiales, a que permanezcan lejos de la vista del día a día de la mayoría de la población, existen en nuestro país. Tomo palabras de Philip Alston, relator de Naciones Unidas sobre la extrema pobreza, tras una visita de inspección a nuestro país: "He visitado lugares que sospecho que muchos españoles no reconocerían como parte de su país. Barrios pobres con condiciones mucho peores que un campamento de refugiados". El propio Alston utiliza la palabra ‘roto’ para definir el sistema de protección social en España, un sistema que “aboca a un gran número de personas a la pobreza”. Y esto no es porque sí, no es el resultado de una maldición divina  o una ley física, “quiero decir que es una elección política”.