Lo deja
todo atado y bien atado como sus maestros: Havelange y Franco. Imagino al
generalito “Juan haz como yo, no te metas en política”. El delegado nacional
para el deporte obedeció. Demócrata de toda la vida, como mi maestro en la
vieja escuela de Rasueros, como tantos que cuentan la vida desde el punto que
les interesa, como si antes nada hubiera ocurrido, como si ellos mismos no
hubieran existido. Nos roban la memoria con absoluta impunidad. Aquí nunca se
cumplió la profecía que, sobre Chile, cantó Serrat “...y pagarán su culpa los
traidores...”. Con hilos dorados tejieron paños de orfebrería que deslumbraron
las zonas de sombra y nos hicieron ver que allí nunca estuvieron. Negó la
camisa azul y emergió inmaculado para trazar la besana de la mercantilización
deportiva. Enterró a Coubertain y la plataforma soñada para unir a los pueblos
a través del deporte se convirtió en una corrupta empresa gestora de
espectáculos. Prefiero recordar la sonrisa de Jesse Owens miniaturizando, más,
a Hitler. Verano del 36. Alborada de Samaranch.