domingo, 5 de marzo de 2023

LA NOSTALGIA VESTIDA DE NEGRO

Algunos nombres acogen en sí mismos la esencia de lo sublime. Basta escucharlos para adivinar el elogio en la comparativa, la entidad de lo referido con tal apelativo. Durante toda mi infancia y adolescencia, 'Iribar' fue sinónimo de excelencia en la portería. Su memorial de paradas, su sobrio estilo bajo palos, su dominio del juego, del área, quedaron impresos para la perpetuidad en la memoria de los mayores. Los que apenas habíamos alcanzado una exigua decena de años cuando Helmut Senekowitsch, aquel entrenador austríaco de apellido impronunciable, relegándole al banquillo propició que adquiriese el rango de mito, no pudimos disfrutarlo en todo su esplendor. Pero de tanto escuchar sus cantares de gesta, asumimos que su desempeño superaba holgadamente el de cualquiera de los porteros que pudiéramos admirar en aquel presente. Por muy Arconada que fuese, porque «Iribar, Iribar, es cojonudo, como Iribar no hay ninguno». Eso sí, incluso los que solo presenciamos el ocaso de su carrera, asociamos su figura al negro riguroso de su indumentaria. De casi toda, porque las medias de los porteros de aquel pasado eran idénticas a las de sus compañeros. Así quería jugar yo. Y por eso me enfadé con mi madre cuando, tratando de reunir la ropa que me pedían en el internado, me trajo de Peñaranda unas medias de colores disparatados que en nada se parecían a los azulgrana que yo le había descrito.