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Imagen tomada de vesuviolive.it |
No es de extrañar que Italia sea el lugar en el que la
política bufa cobre mayor protagonismo; no es de extrañar porque el país
transalpino fue capaz, de la misma manera, de crear, desarrollar y difundir la
ópera bufa o la bufa televisión. El asunto, en el caso de la política, es
especialmente dañino porque lo burlesco es inexorablemente el prólogo del drama
venidero. Y en estas estamos. No todo es tan simple, claro: para llegar a este
punto fue imprescindible el previo descrédito -más que bien merecido- y el
consiguiente deterioro de las fuerzas políticas clásicas. El caso es que el
regurgitar del Berlusconismo, con más o menos paréntesis, ha expelido un
gobierno en el que se abrazan el populismo nihilista del M5S y la ultraderecha
con corbata de la Lega. Dos líquidos que, a simple vista, podrían parecer
inmiscibles pero que, estudiadas sus particularidades, se comprende que, en
tiempos convulsos, mezclen bien. Ambos, verbo fácil, discurso simple, buscan la
culpa en unos terceros que cargarán con el estigma del chivo expiatorio: habrán
de ser sacrificados para purificar el alma de los que se consideran puros. Uno
de los cabritos dispuestos para ser degollados en el altar fue ese barracón de
mercaderes a los que eufemísticamente llamamos ‘Europa’; el otro, los
inmigrantes. El primero es duro de roer y requiere, para su sacrificio, más
energía de la que suelen demostrar los bocachanclas de salón. No han tardado en
desdecirse: no se plantea la salida de Italia del marco institucional de la
Unión. Los emigrantes son débiles, carecen de defensa, serán ellos los que cargarán
con las culpas propias y ajenas.