Con demasiada frecuencia, los personajes del Congreso me recuerdan al elenco de ‘La vida de Brian’. Tanto en la película de los Monty Python como en la tribuna parlamentaria, el mismo actor, según exigencias del guion, interpreta a la vez un papel: el de su antagonista o el de cualquier personaje del reparto. Brian o Pijus Magnificus. Todos con el mismo arrojo, eso sí. Ya puede el gobierno presentar un proyecto de ley que reproduzca en su enunciado la de la gravitación universal o exponer un plan para dotar de alas a los peces, que la respuesta de la oposición anunciará desairada el mismo apocalipsis por más que la primera se cumpla por prescripción de la Física y la segunda sea de imposible cumplimiento.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
miércoles, 2 de diciembre de 2020
BRIAN Y PIJUS MAGNIFICUS
No sé en qué sentido se mueve el aire: si traslada las
emociones de la calle a los representantes políticos y estos, una vez
conocidas, reescritas, estudiadas y ensayadas, las vocean en el atril del
Congreso o sopla en rumbo inverso y deposita hasta en el último rincón del país
el resabio de las invectivas parlamentarias. En uno u otro caso, parece obvio
que existe una correa de transmisión que une ambos territorios, el de
representación y el representado. Con muchas excepciones, por suerte, aunque
estas sean incapaces de introducir algo de música en medio del ruido.
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