domingo, 29 de febrero de 2004

NO SABE PERO CONTESTA





Carlos Taibo, uno de esos trotamundos de la disidencia intelectual, habló el jueves en Valladolid. Curtido cómo uno está en el triste cobijo de los cuatro gatos que decoramos  estas citas asombra ver su capacidad de convocatoria. Eso ya es adrenalina para un tiempo. 

Amén de resaltar la gran paradoja: los únicos mentores de una lectura sosegada de la letra (la grande y la pequeña) de ese pretendido tratado constitucional son los postulantes del “no” mientras los patronos del voto afirmativo escamotean su contenido difundiendo vaguedades, Carlos, tirando de sus nutrientes intelectuales ironizó sobre el nuevo tipo de encuestas al uso de cara al referéndum. Al consabido si-no-no sabe/no contesta se le debe agregar un cuarto epígrafe: no sabe pero contesta, aun más, no sabe pero acata. En realidad la sociedad que estamos construyendo parece el sueño de Esquilache, aquel ministro de Carlos III, máximo exponente del despotismo ilustrado, menos de lo segundo que de lo primero. La inercia social al uso conlleva un desencanto de tal calibre que el personal por hastío dimite de su labor crítica. Del todo para el pueblo pero sin el pueblo al que hagan lo que quieran se cierra un círculo que recrea un panorama parejo. Como entonces el único motín quizá provenga de la reacción nostálgica. Del resto, sumisión por cansancio o desidia.

En éstas la televisión asume el rol de Oráculo de Delfos, de prontuario ético, capaz por saturación de dibujar el abanico de gustos y necesidades. Algún programa se escapa de la vorágine y pretende hablar de ideas, de libros. Al margen de gustos o tendencias, el que modera Sánchez Dragó es uno de ellos y a veces dan una clave aunque, como días atrás, lo hagan de forma inconsciente; el elenco de polemistas intercambiaban ejemplos de malos usos del lenguaje, uno de ellos con rostro sorprendido relató que los chiquillos para negar usaban la expresión “va a ser que no”. Nadie dio respuesta. A la par que los más mimetizan actitudes recogidas de la tele como las ratas aprenden en las jaulas experimentales, los sabios analizan el por qué pero la realidad se les escapa entre los dedos.

La conciencia se evade refugiándose en los cuarteles de invierno y el resto no sabe pero opina lo que le han coreado mil veces. Dad al poder una tele y moverá el mundo. A su gusto.

Publicado en la edición de Castilla y León de 'El Mundo'.

lunes, 16 de febrero de 2004

UN DÍA CUALQUIERA DEL AÑO QUE VIENE

Afahin Chiddi está tumbado sobre una colchoneta en un calabozo. No hace aún dos horas caminaba de vuelta a casa tras finalizar otra interminable jornada laboral. Como todos los días desde hace 10 meses. Pero hoy, tras ver como se acercaba un policía, se abrigó con una sensación de desasosiego y empezó a correr. Una llamada del policía a la central y al minuto varios coches patrulla siguieron su rastro hasta que le detuvieron.

Sobre la colchoneta llora. Ya no podrá enviar a su madre el dinero que arranca de sus 400 euros de sueldo. Llora y se le agolpan las emociones en forma de recuerdos. Aquel primer día en que su padre le dejó al cargo del rebaño de cabras y ayudó a un cabritillo a nacer, aquel día que fue con su hermano mayor a la ciudad de Imzurem enorme para él que sólo conocía su aldea y cada trocha en las montañas, aquel día que conoció a aquella chiquilla de ojos negros. Aquel día en que la tierra se estremeció y se tragó todas las casas de su aldea y bajo la suya quedó para siempre la alegría de su hermana. Ese día maldijo a Alá, el miedo se convirtió primero en dolor y después en ira. Pasaron unas semanas, sin futuro y odiando al suelo que cubre a su padre y a la niña, decidió huir al norte. Tomó el hatillo, vendió sus cabras y supo a quién tenía que dirigirse para embarcarse en una patera que le arrojó a la costa y de allí a buscarse la vida.

Hablaba un más que correcto castellano y no le fue difícil encontrar trabajo. Sin papeles estaba a merced de quien le contratase, nada podía exigir y tuvo que aceptar lo que le dieron: doce horas, seis días por semana, cuatrocientos euros de salario.

Ya ni eso, hoy es carne de deportación, le trasladarán de nuevo a su aldea. Pero sabe que lo volverá a intentar. ¿Qué otra cosa puede hacer? Ha soportado humillaciones e insultos, ha sobrevivido con lo mínimo viviendo con otros siete hombres en la misma casa, no ha vuelto a ver a aquella muchacha. Pero es consciente de que no puede volver atrás aunque le obliguen. Llora con la rabia de la que extraerá la fuerza para volver. 

Llora pero sabe que sólo es una interrupción en su destino. Llora y levanta la mirada. En la misma celda hay otro hombre más oscuro todavía. Con lágrimas en los ojos le cuenta su historia, de dónde vino, cómo tembló la tierra bajo sus pies, cómo le detuvieron. Cuando Afahin calla su compañero se arranca. Me llamo Laurent y vine de Haití.

lunes, 9 de febrero de 2004

CRUZADA CONTRA EL SEXO

Cuentan que allá por el 48, cuando se estrenó Gilda en Madrid, hubo alboroto. El detonante fue el dichoso guante de terciopelo que la Hayword se quitaba ante el pasmo de esa España hambrienta de pan y libertad. Los que acudieron a esa sesión, en pleno delirio onanista, percibieron que les robaban, exhibiendo una versión alicorta de la película, el desnudo de la diva que hubiera saciado, siquiera fugazmente, sus deseos cohibidos. Intuyeron censura donde no la había, porque la había incluso donde no la intuían. Erraron de diana pero el disparo iba bien dirigido.

domingo, 1 de febrero de 2004

JULIO MÉDEM

ETA es vil y envilece. No cabe éxito mayor. Treinta años acaparando portadas y debates. Dictadura, transición y democracia. Caudillos y presidentes. Una generación, la mía, no ha conocido el antes. De niños escuchábamos a nuestros mayores que ETA era el paradigma de maldad y, ya entrados en grasas, el paradigma de maldad sigue siendo ETA. Seis lustros de anuncios de agonía de la banda pero “el muerto que vos matasteis goza de perfecta salud”.

Ese hijo bastardo del ramplón nacionalismo araniano que mamó odio al albur de la represión franquista y se hizo grande asumiendo para sí deseos de insatisfechos de toda laya se ha instalado en nuestras vidas y no vemos el día del alivio de su extinción definitiva. Si nunca tuvo sentido su existencia, hoy menos. Pero sigue y sigue matando y no sólo, también confundiendo, atemorizando, manchando... pudriendo.