lunes, 26 de marzo de 2012

DIEZ MINUTOS DE SUSTO

La memoria obliga a que cualquier narración tenga una línea argumental creíble porque nuestro cerebro hilvana los sucesos para después buscar una interpretación. Quien pretenda engañar tendrá, por tanto, la necesidad de reescribir una historia hilvanando al relato hecho inexistentes y borrando cosas que sí ocurrieron.
Pero la memoria es también un trastero en el que se almacenan viejas emociones que bajan la escalera cuando las situaciones se repiten, es ese fuego que por no sentirse se denomina pasado pero siempre vuelve como el agua a su cauce: «Creí mi hogar apagado y revolví la ceniza...Me quemé la mano» escribía Antonio Machado en sus ‘Proverbios y Cantares’. Por el descanso, los aficionados del Pucela comían el preceptivo bocadillo de panceta con la tranquilidad de saber que su equipo no les iba a fallar. Tres goles en fútbol es un distancia oceánica pero bastó que Julio Álvarez marcase un gol al poco del reinicio para que la memoria programase aquella película grabada un día de diciembre de 2008 en que el Valladolid perdiera un partido que dominaba en ese mismo marcador de Los Pajaritos por tres a uno a falta de menos de cinco minutos para el final.

lunes, 19 de marzo de 2012

Fútbol sin cirugía

Lo que se encierra entre las cuatro paredes del psiquiátrico no es una locura sino unas palabras. Aislada del mundo, Catherine Holly no tendrá acceso a los salones en los que la alta sociedad de Nueva Orleans toma el té. Así, una de esas acaudaladas  fanfarronas, su tía Violet Venable, evita que se eleven a comidilla las circunstancias en las que murió su hijo Sebastian. Estamos en 1937, en Estados Unidos se está generalizando una práctica atroz para tratar a las personas que sufren ese misterio insondable al que llamamos locura: la lobotomía.
Violet, temerosa aún, decide dar un paso cruel: financiará la reconstrucción de un decrépito hospital con la sola condición de que operen a su sobrina para que con el tajo del bisturí el secreto vuele, ahora sí, definitivamente. Su dinero, la historia de la humanidad, compra voluntades y escribe diagnósticos. Mas siempre hay personas que no se dejan deslumbrar por el color del dólar, héroes anónimos enterrados sin fanfarria en la vida real que, sin embargo, consiguen sus propósitos cuando de cine hablamos. Este enfrentamiento entre Elizabeth Taylor y Katharine Hepburn se produce en ‘De repente, el último verano’ una película de Joseph L. Mankiewicz cuyo fin es una pirueta en la que se delata el secreto, se libera a la oprimida y se humilla a la millonaria. El responsable de este giro es Montgomery Clift encarnando al doctor Cukrowicz. Este médico, aunque experto en la mentada operación cerebral, comprende todo lo que está ocurriendo, sabe que el quirófano está de más y utiliza una práctica incruenta que también empezaba a estar en boga: el psicoanálisis.

lunes, 12 de marzo de 2012

PROCESO Y METAMORFOSIS

"Alguien tenía que haber calumniado a Pucela K., porque sin haber hecho nada malo, fueron a detenerlo una mañana". Once funcionarios habían detenido al susodicho allá por junio del año pasado y, desde entonces, se encuentra inmerso en un procedimiento futbolístico del que no sabe como salir, entre otras cosas porque no sabe como entró. El caso es que el Pucela K no puede defenderse de algo que desconoce y sus argumentos son vagos e inconcretos porque en realidad no sabe qué escribir en el pliego de descargos. No deja de intentarlo pero, una y otra vez, sus apelaciones chocan con instancias superiores que detienen todas sus intenciones. Pretende alzar la vista y mirar a su alrededor, pero no ve más que situaciones incomprensibles protagonizadas por los once burócratas que se encuentran enfrente; busca ayuda en quien cree que puede ser un aliado, pero tras cada escalón que sube se abre una nueva escalera. El fiscal que acusa sin acusar debería vivir en el fútbol pero asienta su despacho en oscuras buhardillas de las afueras.

domingo, 4 de marzo de 2012

Desilusión y ucronía

París había enamorado a Hemingway tanto que, aunque el joven escritor no comiese todos los días, escribiera que los allí vividos fueron años felices. De sus peripecias parisinas rinde cuentas en un libro que se convierte en foto fija de un lugar; crónica de un tiempo los años veinte reflejo de las ilusiones de un grupo de escritores norteamericanos la generación perdida: París era una fiesta, que, sin llegar a ser novela, excede los límites de un diario. En sus páginas podemos encontrar un consejo que hoy no podré seguir: «Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él, porque ese alejamiento te da una mayor perspectiva». Digo que no podré hacer caso a Hemingway porque tengo que escribir este artículo inmediatamente después de que el Real Valladolid haya perdido su partido. Ítem más, como el gol que tumbó al equipo pucelano fue en el último segundo, no hubo ni tiempo para mascar la amargura en el estadio. Así, aún sin digerir, se mezclan dos tipos de sensaciones: las que tienen como nutriente la desilusión y las que dibujan lo que podía haber sido.