domingo, 23 de abril de 2023

AMALGAMA DE RUIDO Y SILENCIO

Tiene suerte El Yamiq de que en Valladolid, a diferencia de aquel ficticio enclave de la albaceteña Sierra de Alcaraz en que José Luis Cuerda recreara su legendaria 'Amanece que no es poco', no sea «verdadera devoción lo que hay por Faulkner»; de lo contrario, al igual que a Bruno, el escritor argentino que tras sufrir el exilio rehacía su vida en aquellos parajes, le habrían reprendido por haber plagiado letra por letra una de las obras del idolatrado autor estadounidense, en este caso, 'El ruido y la furia'. Cada acción del central blanquivioleta resulta estruendosa, el eco retumba hasta dejarse escuchar en varios kilómetros a la redonda. A veces para bien; otras, no tanto.

La rapidez con la que emprende cada acometida, el frenesí con el que ejecuta cada maniobra, tanto libran al equipo de peligros inminentes cuanto provocan series de infartos en compañeros, entrenador y en el resto de la panoplia pucelana. Su quehacer se percibe cristalino y se escucha nítido. Inmediatamente uno repara en su presencia cuando juega, en su ausencia cuando no. Desdeña el miedo, arriesga el físico, alcanza la luna saltando, la línea de fondo estirando la pierna, acomete vehemente al rival, asalta con inconsciencia el terreno contrario, está convencido de que todo saldrá bien y todo lo intenta.