jueves, 18 de abril de 2013

EL MAL BANALIZADO

Casi cuarenta años después de su muerte, Hanna Arendt resucitó en forma de película por obra y gracia de Margarethe von Trotta. En octubre visitó Valladolid y fue obsequiada por la SEMINCI con una Espiga de Plata. Pero, en realidad, la filósofa alemana vuelve cada día desde que, en 1961, asistiera al juicio a Adolf Eichmann. Este, un oficial de las SS de la Alemania nazi, estaba en el banquillo acusado de crímenes contra el pueblo judío. Dos años después, Arendt publicó un libro titulado ‘Eichmann en Jerusalen’ en el que describía a su protagonista como una persona de tantas, un ser que, sin ser intrínsecamente perverso, obró con quirúrgica frialdad para escalar dentro de la sociedad en la que se encontraba. La carrera del reo, y su defensa, por tanto, se resumió en una frase: ‘Hacía lo que tenía que hacer, solo cumplía órdenes’. Esa asepsia es la que la autora definió como banalización del mal.