Dos versiones de un mismo artículo, una más burra que otra.
Una noche
cualquiera, Adolfo Infante paseaba con su marido por las calles de Palencia,
tamaño afrenta no podía quedar impune y ya hubo quien les dio la tunda que se
merecían. Denunciaron, pobres incautos, los hechos a la policía y esta emitió
un informe clarificador. No fue una agresión homófoba, fue, vamos a decirlo
claro, una gamberrada propia de dos alegres borrachines, Asunción, Asunción,
echa otra de vino al porrón, y a mí, como
ya recordara el prócer Aznar, nadie me tiene que decir cuánto vino tengo
que beber. Adolfo, como la mujer del boticario del pueblo de Gila al ver
asesinado a su marido, ‘se enfadó el tío asqueroso’ y a posteriori recibió la
misma respuesta que aquella: ‘Si no sabe aguantar una broma, márchese del
pueblo’.