El trece de diciembre, sábado por la tarde, se nos
convoca a una manifestación en la que se exigirá a Renault que mantenga los
puestos de trabajo. La multinacional se escuda ¡qué novedad! en la crisis
económica para justificar unos planes que expulsarían a muchas trabajadoras y
trabajadores de sus empleos. Será el momento de recordar a la empresa que
muchas personas de Valladolid, con su esfuerzo y buen hacer, han reportado
ingentes montañas de dinero a los dueños de la multinacional.
No hay justificación (ni justicia). La crisis
económica es una enfermedad sistémica. No hay un órgano enfermo sino que es el
cuerpo completo el que padece el mal. Ahora que el modelo muestra su cara
amarga, pretenden que nosotros cumplamos la penitencia, mientras ellos ni hacen
examen de conciencia, ni sienten dolor por sus pecados, ni tienen propósito de
la enmienda. Sus beneficios son suyos y sus pérdidas a medias. Renault es otra
más de las grandes compañías que, precisamente por el número de personas que
emplea, puede utilizarlos como “rehenes a la inversa” para presionar a las
administraciones públicas. O me entregáis jugosas subvenciones o les despido.
Es la democracia neoliberal al desnudo: el poder económico se impone a los
poderes públicos. Podemos elegir a los segundos pero es un poder subordinado al
primero y a ésos no les elegimos. Su poder es omnímodo: mandan sobre todos e
imponen su santa voluntad. En los seis últimos años, los beneficios de Renault
han sumado 571 millones de euros, en el mismo tiempo ha recibido de las
administraciones -sólo en concepto de subvenciones- 172 millones. Un flujo
perenne de subvenciones que no han garantizado, en modo alguno, el
mantenimiento de los puestos de trabajo ni, mucho menos, la permanencia de la
empresa en la ciudad. Reciben y a cambio ofrecen poco y poco concreto. Si no se
les entrega lo que piden por el rescate, amenazan con seguir el atajo que ya
comenzaron a transitar y que les conduce hacia otros países -ellos usan un
eufemismo, deslocalización- como en su día hicieran cuando llegaron aquí.
Nosotros, nuestras administraciones, debemos exigir rigor y responsabilidad a
la empresa. Necesitamos compromisos concretos que garanticen la permanencia, la
estabilidad y la dignidad de quienes allí trabajan, un plan de viabilidad
creíble y un proyecto de reconversión industrial que avale el proceso. Ni más
ajustes, ni ayudas sin contraprestaciones.
La crisis en general y la del sector de la
automoción en particular, nos plantea unas preguntas ¿qué mundo estamos
construyendo? ¿es este modelo depredador el tipo de sociedad que queremos dejar
a nuestros hijos? ¿es posible continuar así? ¿a qué precio?
Los
avances tecnológicos unidos a una voracidad ilimitada generaron un modelo
desequilibrado, se produce mucho más de lo que el mundo rico (o sea, nosostros)
puede consumir. Esa sobreproducción produce unos perversos daños colaterales
que conciernen a nuestro medio ambiente (y a medio plazo a sus habitantes).
Cabe citar aquí la crisis energética, el impacto medioambientalque -el planeta
no puede digerir tanto-, la depredación sistemática de los recursos naturales y
la condena a la miseria a más de media humanidad debido a un latrocinio del que
no pueden defenderse. No es un planteamiento de un inane “ecologismo de salón”,
al contrario. El planeta Tierra, obviamente, es nuestro único manantial de
recursos y éstos son limitados. La sobreexplotación no genera mayores cotas de
felicidad en el presente y garantiza problemas de abastecimiento para el futuro.
Tenemos que ser más audaces, mirar más alla para
encontrar soluciones que nos permitan vivir mejor. Pero hay un “mientras
tanto”, un tiempo en el que no podemos permitir que la empresa, que -no lo
olvidemos- ha enriquecido a sus propietarios gracias al generoso y constante
esfuerzo de varias generaciones de convecinos, pueda jugar con las cosas de
comer.
Ellos, Renault y los demás, se han constituido en
poder -son el poder- y nosotros no podemos permanecer callados por más tiempo
mientras llueven piedras sobre nuestras cabezas. Más democracia significa más
control sobre nuestras vidas para poder desarrollar la autonomía personal,
ahora ellos se erigen como los dueños de nuestros destinos. Quiero terminar
diciendo que, Izquierda Unida apoyará todas las movilizaciones que propugnen
las trabajadoras y los trabajadores, exigirá a Renault España responsabilidad
en esta difícil situación, considera que las empresas del sector deben preparar
proyectos empresariales con continuidad
en el tiempo y que tengan en cuenta las variables del nuevo entorno,
solicitará al conjunto de los poderes públicos un cambio en la gestión de la
crisis y llamará a la ciudadanía para que esté en permanente estado de alerta.
El 13 de diciembre, el santoral católico marca la
festividad de Santa Lucía a quien celebran como patrona de los ciegos. Y no hay
peor ciego que el que no quiere ver.