miércoles, 20 de junio de 2018

QUÉ TIEMPOS AQUELLOS

Imagen tomada de oncenoticias.hn
¡Qué tiempos aquellos los de la hipocresía! Aquellos buenos tiempos en los que, para sentirse socialmente respetado, era necesaria la consciencia de las propias miserias que todas las personas albergamos, era imprescindible esconder detrás de la palabra los comportamientos a los que la debilidad humana nos arrastraba, era indispensable una referencia básica, mínima, comúnmente aceptada, sobre lo que se entendía por buen hacer. Los eufemismos se convertían en el verbo amable que pretendía revestir de dignidad lo que tenía poco de digno; la preposición ‘pero’ merodeaba en las conversaciones tratando de unir el proceder con la palabra. Tras, sea por caso, un ‘no soy racista, pero…’, justificase esto lo que justificase, se dejaba claro que el racismo era una actitud despreciable. 

SERÁS ETO’O

Imagen tomada de elmundo.es
En un mundo en el que todo se compra y se vende, todo se compra y se vende. Incluso lo que no existe, basta con hacer creer que sí. Para ello, estos prestidigitadores acarician la ilusión e implan las expectativas de unos muchachos y sus familias para venderles un futuro tan verosímil como falso, un porvenir que no se encuentra al final de ese camino. Antes, claro, han aprendido que la pobreza genera desesperación y esta debilita las defensas ante la fantasía; que la distancia entre el hoy y el mañana, entre el aquí y el allá, les ampara. Han aprendido también que el fútbol se habla en una especie de esperanto, un idioma universal que permite hacer creíble el contacto entre mundos inmiscibles.
Un cóctel que permite al tahúr esconder los ases bajo la manga para poner en marcha el truco en el que caen los niños que muestran cierta pericia en esto de dar patadas a un balón. La práctica se extiende a lo largo y ancho del África negra aunque con mayor profusión en los países del Golfo -curiosos los juegos que propone la polisemia- de Guinea. De esta forma, en los suburbios de las ciudades de Camerún, Costa de Marfil, Ghana o Senegal, se hallan los principales caladeros. El sueño de convertirse en Etoó, Drogba o Weah sirve como anzuelo para estos ‘diamantes negros’ como les bautizó Miguel Alcantud en la película que dirigió en 2013 en la que se denuncia este tráfico de menores.