A veces Dios castiga a los malos de la forma más cruel: dándoles la
razón a sus argumentos pero impidiéndoles conseguir sus objetivos. La
corriente dominante impele a conseguir los objetivos al precio que sea. A
priori, y al margen de cualquier análisis ético o estético, puede
tener sentido aquella consigna 'si pretendes algo no pares hasta
conseguirlo, caiga quien caiga'. El problema empieza cuando se defiende
la habitación destruyendo la casa. Y la morada común es el fútbol.
En la segunda mitad de los años ochenta, el fútbol
italiano era el más pujante, el que conseguía mejores resultados y, como
si fuese una pasarela, por allí desfilaban las estrellas más
rutilantes del firmamento. Las demás ligas se alimentaban de las
sobras.