Dibujo cedido a ACPP por Jacobo Gavira para la campaña pro refugiados |
En uno de sus monólogos, el polifacético
Luis Piedrahíta ironizaba a su particular
manera sobre la llegada y el
posterior asentamiento del homo sapiens
en los gélidos territorios polares.
- Hay comportamientos del hombre
que no tienen explicación; por ejemplo,
todos sabemos que el ser humano
apareció en África. Posteriormente
los homínidos fueron poblando
el planeta. Así, llegaron a Mesopotamia
buscando tierras más fértiles,
continuaron por Altamira, pasaron
por París...
El popular humorista hacía una pausa
en su narración del relato, aprovechaba
para cambiar el gesto, lo que le
permitía mostrar una pose de fingida
sorpresa.
-Mi pregunta es: ¿qué coño vieron los
esquimales para quedarse allí? Esos
tíos no aparecieron allí, no. Atravesaron
todo el planeta, no les gustó, llegaron
al hielo y dijo uno: “aquí,
¿no?”.
Visto así, claro, tiene razón Luis Piedrahíta.
Determinados movimientos
migratorios no tendrían explicación,
parecerían motivados por un simple
capricho. Pero más allá de la humorada,
las cosas nunca sucedieron así. El ser humano
se desplazó, es cierto, los movimientos
de grandes masas de seres humanos fueron
dando forma a nuestro planeta. Pero el mismo
homo sapiens también permaneció en el mismo
territorio si en él se daban las circunstancias
idóneas para desarrollar una vida en condiciones
y asegurar el futuro de su prole. Nada ha
cambiado en ese sentido salvo la dirección de
los flujos. En esas seguimos, balanceándonos en la dualidad nómada-sedentario que siempre
nos caracterizó. Cuando la realidad nos permite
permanecer, permanecemos; cuando nos arrastra
a desplazarnos, nos desplazamos. Un arrastre
que, milenio tras milenio, se ha debido a dos
causas: hambre y guerra. Al final, el territorio
solo se abandona para caminar en pos de algo
mejor o para huir de algo peor.