lunes, 6 de septiembre de 2021

CRUZ, CRUZ, CRUZ

La ley de los grandes números –esa que sostiene que cuantas más veces se repita un experimento, más se aproximará el resultado obtenido al teóricamente esperado– solo se cumple para grandes números. Vamos, que no está ‘quitao’ que lanzando al aire seis veces una moneda obtengamos media docena de cruces. Y, menos mal, de lo contrario la vida sería tan previsible como aburrida. Aunque a veces los desencuentros estadísticos conlleven tragar sorbos de hiel. El fútbol, pese a sus ‘bigdatas’ y sus historias, juega con los patrones de la vida. Uno puede sistematizar millones de datos pero llegada la hora puede ocurrir que el mismo equipo que ha sido incapaz de marcar en cinco horas de fútbol anote tres en apenas cinco minutos. La estadística que nunca falla es la que apunta al Pucela como el rival propicio para que cualquier equipo rompa sus rachas más negativas. El Burgos no iba a ser menos. De la sequía al pim, pam pum. Tres bofetadas consecutivas antes del descanso derrumbaron a un Pucela que nunca transmitió la sensación de poder igualar el ritmo de los locales. Pacheta tenía labor en el intermedio. Ya no tanto para el imposible de remontar como para mudar la piel. Hubo cambios de jugadores, hasta cuatro, que cuestionaron el papel de los retirados, que cuestionaron todo menos la propuesta de juego, vaya, menos al propio Pacheta. 
El estruendoso resultado puede llevarnos a pensar en una primera vez. Sería autoengañarnos. El final del primer tiempo fue demasiado semejante al del día del Zaragoza. La diferencia no estuvo en el desempeño propio sino en el acierto rival. Del míster sabemos que es fino eligiendo la frase que el aficionado quiere escuchar. El problema es que hablan de futuro, aumentan las expectativas. Hasta que estas chocan con el futuro cuando este se hace presente.