domingo, 17 de septiembre de 2023

LOS UMBRALES DE VALLADOLID

Cuando una buena noticia me acomete, el alborozo dispone mi cerebro a danzar. En cuanto resuena en ella el mondo y lirondo 'qué alegría', la cabeza se me recrea, evoca los años mozos interno en un colegio religioso, se dispara y prosigue tarareando al ritmo de aquella cancioncilla –réplica, luego supe, más o menos ajustada del Salmo 122– que machaconamente se nos grabó 'ad aeternum' en la mollera: '...cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor'. Cariacontecidos andábamos en el instante previo a que al (lamentable) partido entre el Valladolid y el 'Efesé' Cartagena (registro los nombres de los malhechores futbolísticos que perpetraron el encuentro para que quede constancia) le brotase un gol a favor de los blanquivioletas. A punto de que el sopor concluyese, de que el árbitro, en vez del fin, indicase un 'por fin' apuntando el camino de otro triste regreso a casa, cuando ya –retocando el verso de Gabriel Celaya– nada esperábamos futbolísticamente exaltante, apareció Cédric en el segundo palo introduciendo con tanta suavidad como determinación la pelota en la portería cartagenera. Qué alegría. Tras cuatro fiascos concatenados; un club, en apariencia desolado; las tuberías de la relación de este con la masa social, abruptamente reventadas... con ruido, demasiado ruido, en el ambiente, el Pucela se reencontró con la victoria.