lunes, 29 de febrero de 2016

PIANO PIANO NON SI ARRIVA LONTANO

No creo que exista un idioma en que no se relacione la lentitud con la consecución de los objetivos mediante un aforismo. Algunos de esos dichos hacen fortuna y se cuelan en otros territorios lingüísticos. No es infrecuente, por ejemplo, que es esta tierra recurramos al italiano ‘piano, piano, si arriva lontano’ para calmar al que se acelera. El consejo no suele caer en saco roto en muchas de las facetas de nuestra vida en las que hay tiempo de sobra; en otras, cuando el reloj apremia, ese ‘despacio, despacio’ solo sirve para no llegar a sitio alguno.

Hace años, cuando al que ganaba un partido de fútbol le otorgaban dos puntos, el punto obtenido por un empate tenía el sabor de media victoria. Tan es así que, en el territorio en que se inventó esto del balompié, se ajustó el ritmo que debería mantener un equipo que pretendiera conseguir el título de liga: habría de vencer en los partidos de casa y empatar en los que jugase en campo rival. En conjunto, tres puntos cada dos partidos. Un ritmo al que se denominó ‘media inglesa’. Este alto valor del empate condujo a la proliferación de unos planteamientos futbolísticos cada vez más cicateros. Al fin y al cabo, siempre fue más sencillo destruir que crear. Había que idear algo para fomentar el juego más imaginativo, las apuestas más osadas y se encontró una sencilla solución numérica: mantener el punto por la igualada pero otorgar tres al que obtuviese la victoria. Desde entonces, el empate no es sino un mal menor, un pequeño consuelo que adquiere valor si se rodea de algún triunfo. Sin embargo, cuando tras uno viene otro y otro y otro...,amortigua su peso.

sábado, 27 de febrero de 2016

UNOS CURAS EN EL PASAPOGA

Para que una película pudiera rodarse, la productora estaba obligada a enviar el guion a un comité de censura. Los censores recortaban las escenas que tuvieran a bien y, posteriormente, devolvían el nuevo guion con el correspondiente nihil obstat. Los criterios de estos comités dependían de lo calenturienta que fuera la mente de sus componentes, de su capacidad para ver, incluso, lo que no existía. Contaba Luis García Berlanga que, en una ocasión, envió un guion y le fue devuelto con varias tachas, una de ellas eliminaba una escena en la que simplemente indicaba: “Plano general de la Gran Vía”. No lo entendió, pero no estaba el horno para ir a pedir explicaciones. Tiempo después, cosas de la casualidad, coincidió con uno de los censores y este le explicó los motivos de aquel corte: “Siendo usted el director –le dijo- ¿quién nos garantizaba que en esa plano no incluyese un grupo de curas saliendo del Pasapoga?”. Era, en resumen, un tijeretazo preventivo.

lunes, 22 de febrero de 2016

ÉMBOLO Y ORQUESTA


La luna se ha convertido en el perfecto reclamo para debatir sobre los dedos que la tapan. Quizá sea porque para hablar del satélite habría que tener conocimientos suficientes, además de la integridad propia del científico, esa que solo le permite decir que es cierto lo que está demostrado. Para soltar parrafadas sobre los dedos, sin embargo, vale cualquiera. No es la primera vez que lo digo, pero, pienso, no está de más repetirlo: tras tres largos lustros de un paulatino decaimiento del interés por la política, de repente, siquiera desde una mirada desafectiva, esta volvió a ocupar un espacio preponderante en las conversaciones cotidianas. Las cadenas de televisión, empresas al fin y al cabo, comprendieron que había un filón por explotar y fueron incorporando programas en los que la política habría de ser esa luna. Para esta función se encomendaron a una suerte de ‘todólogos’ que, al modo de un programa del corazón, se enzarzaban repetidamente sobre cualquiera de los dedos que la tapaban. La política se oscureció dando paso a tristes debates sobre políticos. Este escenario propicia la insustancialidad y alienta una camada de representantes adaptados al medio: son los que se nutren de una ocurrencia, de una frase, de una aparición, que pueden hilvanar un discurso en el que cabe todo y su contrario a la vez. Y este menda, que se hace mayor, añora los discursos con los que pueda estar de acuerdo o disentir desde la primera frase, pero que abordan las propuestas asiendo el meollo y se escriben con coherencia argumental. Así, cuando la materia está sustanciada, cuando nos dejamos de dedos, puedo saborear y aprender de las tesis expuestas, aunque estas sean antagónicas. Después, los discursos, por buenos que parezcan sobre el papel, tienen que confrontarse con la realidad y, no pocas veces, terminan en la papelera.

jueves, 18 de febrero de 2016

ALGUIEN DE FUERA

En estos días se están cumpliendo tres años de uno de los gestos políticos más audaces -y dignos- que recuerdo: la renuncia de Joseph Ratzinger al pontificado de la Iglesia católica. En aquel momento, surgieron muchas especulaciones que pretendían interpretar los motivos por los que había tomado tan drástica e infrecuente decisión. Casi todas ellas partían de un mismo punto que no era otro que la razón ofrecida por el protagonista, la falta de fuerzas para abordar los retos que el cargo le exigía. Para solventar asuntos de trámite habría tenido fuerzas, para llevar a cabo la limpieza pertinente en la curia, no. De esta forma tan sencilla dejaba patente la gravedad de la situación. La Iglesia, asolada por los escándalos financieros de la curia vaticana, por el ingente número de denuncias por abusos a menores, ya no podía huir hacia adelante escudándose en que se trataba de algunos casos aislados. No servía una poda, el mal estaba inserto en el tronco mismo de la institución. Ratzinger avanzó hasta donde pudo, pero llegado ese momento en que había que sajar vio que para él era imposible: sus muchos años siendo parte de ese cuerpo infecto lo convertían, a la par, en cómplice y rehén. Para seguir abordando la labor se tenía que retirar, pero no podía hacerlo como si nada hubiera pasado, como si nada quedase por hacer. Retirarse no era condición suficiente, pero sí necesaria. Permanecer suponía enquistar el problema.

domingo, 14 de febrero de 2016

EL PORTERO SANTO

El gentío se arremolinaba inquieto en el destartalado salón de actos. Allí estaban todos los vecinos del microcosmos de ‘Amanece que no es poco’ esperando ansiosos que el alcalde proclamase el resultado de las elecciones. Supongo que hoy en día esta escena sorprenda, pero antaño, sobre todo en los pequeños pueblos, era frecuente que las salas municipales se atestasen mientras se efectuaba el escrutinio en su doble vertiente: la que contaba los votos y la que escudriñaba quién había votado a qué. Los presidentes de las mesas, además de abrir los sobres e indicar el sentido del voto para su recuento, mostraban la papeleta a la concurrencia. Si este interés se despertaba en cualquier pueblecillo, imagínense en la aldea creada por José Luis Cuerda donde se votaba absolutamente todo.

jueves, 11 de febrero de 2016

EMPATE A CACHIPORRAS

Hemos escuchado muchas veces eso de que la realidad supera a la ficción; pero de tanto en tanto, ambas coinciden en el mismo escenario y la cosa concluye con un empate tan cerrado que en ese enfrentamiento costaría distinguir la una de la otra. En la ficción, unos titiriteros  –con mejor o peor fortuna- pretenden mostrar cómo se criminaliza la disidencia; en la realidad, se representa la misma obra y, en este caso, son los titiriteros disidentes los criminalizados. En la ficción, unos títeres de cachiporra; en la realidad, cachiporra a los titiriteros: cachiporra, sí. No es que Raúl García y Alfonso Lázaro hayan pasado un par de noches en la cárcel, es que se les ha atizado de lo lindo. ¿La excusa? La de siempre, la pieza favorita de cualquier poder que se precie: relacionar todo lo que se menea con el terrorismo. Si sirve de información, añado que a principios de los noventa también me tocó beber un poco de ese licor.

domingo, 7 de febrero de 2016

LAS MATES FALLAN

En nuestro lenguaje coloquial, cuando nos referimos a algo que es así porque es así y no puede ser de otra manera, lo reforzamos con una coletilla: «es matemático, como dos y dos son cuatro». Las matemáticas, aun para los que huyeron de ellas en cuanto pudieron, gozan de prestigio por su rigor, por su exactitud. De hecho, es la propia Academia de la Lengua la que define el término matemático identificándolo con preciso. Es natural que así sea ya que las matemáticas se van componiendo a partir de propuestas que parecen evidentes -los axiomas- que, mediante el razonamiento lógico, han de ser demostrados para convertirse en teoremas, esto es: verdades eternas demostradamente irrefutables. Como afirma en uno de sus monólogos el matemático humorista (¿o sería mejor humorista matemático?) Eduardo Sáenz de Cabezón: «Nos han dicho que un diamante es para siempre pero depende de lo que uno entienda por siempre. Un teorema, eso sí que es para siempre».

jueves, 4 de febrero de 2016

LA ALDABA DE LA PUERTA

Migración siria/Manel Vizoso
Golpean la aldaba del portón de la vieja Europa, pero quizá por el exceso de ruido, porque estemos demasiado lejos o porque el ejercicio de sobrevivir ya nos produzca demasiada zozobra, no atendemos la llamada. De tanto en tanto nos llega alguna imagen aislada, una foto cruel que nos remueve por dentro como si quisiera cortarnos la digestión. Sentimos que algo nos cruje y, como suspirando, aflojamos un ‘una lástima lo de estos niños’, un ‘una vergüenza que lo permitan’. Soportamos el golpe, tiramos de ese útil listado de preguntas retóricas para extraer un ¿qué podemos hacer?, cerramos los ojos y seguimos con el día a día.
Eso en el mejor de los casos, en otros no existe espacio ni para la compasión. Cada vez son más las voces que, ya sin disimulo, al escuchar el sonido de la puerta, exigen a los gobernantes que azucen a los perros para que salgan ladrando a intimidar, que dejen claro que aquí no queda sitio para nadie.
Son los sentimientos contrapuestos de las dos Europas de siempre: la que busca abrirse (aunque ahora calle como resignada a su suerte) y la que cierra sus puertas, la que fue capaz de teorizar y poner en práctica los valores de los que presumimos y la que prendió hogueras.