ETA es vil y envilece. No cabe éxito mayor.
Treinta años acaparando portadas y debates. Dictadura, transición y democracia.
Caudillos y presidentes. Una generación, la mía, no ha conocido el antes. De
niños escuchábamos a nuestros mayores que ETA era el paradigma de maldad y, ya
entrados en grasas, el paradigma de maldad sigue siendo ETA. Seis lustros de
anuncios de agonía de la banda pero “el muerto que vos matasteis goza de
perfecta salud”.
Ese hijo bastardo del ramplón nacionalismo
araniano que mamó odio al albur de la represión franquista y se hizo grande
asumiendo para sí deseos de insatisfechos de toda laya se ha instalado en
nuestras vidas y no vemos el día del alivio de su extinción definitiva. Si
nunca tuvo sentido su existencia, hoy menos. Pero sigue y sigue matando y no
sólo, también confundiendo, atemorizando, manchando... pudriendo.