martes, 5 de enero de 2016

NI TAN BIEN, NI TAN MAL


No son pocos los bares en que alguna de sus paredes ha sido adornada con un azulejillo que lleva escrita una de esas frases que resume la filosofía de la taberna: «Hoy es un gran día, ya verás como llega alguien y lo 'jode'». Ese pesimismo parece inherente a la condición humana, es como si no pudiésemos soportar con naturalidad que, en un momento dado, todo pueda ir razonablemente bien. En vez de disfrutar de los buenos tiempos, nos atormentamos pensando en que algo habrá de ocurrir que dará con todo al traste. Así, llamando a la desgracia, esta terminará por acudir y, ante ella, nos resguardaremos con el socorrido papel de augur del ‘ya lo decía yo’. Una profecía esta que, por obvia, carece de valor y que, sin embargo, termina condicionándonos de forma negativa al obligarnos a creer que cualquier circunstancia no deseada tiene el valor suficiente para derribarnos por completo. No es una cuestión de adivinación, sino de voluntad: somos capaces de dotar a los problemas de la fuerza suficiente para enturbiar todo lo que funciona y, a partir de ahí, realizar las peores lecturas posibles.