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Con agradecimiento a Carlos Arranz por la foto carlosarranz.blogspot.com. |
En el desarrollo de cualquier sociedad alguna cosa sucede porque sí, pero
estas son verdaderamente pocas. Normalmente, lo que ocurre responde a una
decisión previa. Ahí radica el sentido de la política, en la toma de decisiones
que sirven para configurar el mapa social del ámbito en el que se actúa. Hace
treinta años llegué a Valladolid. Una ciudad que a lo largo de su historia fue
creciendo de norte a sur saltando progresivamente los límites que marcaban las
Esguevas y de oeste a este -dejando a sus espaldas la frontera natural del
Pisuerga y avanzando desde el siglo XIX hasta la frontera artificial de la vía
del ferrocarril-. Ambos límites se franquearon para dar espacio a los que
fuimos llegando.
Hoy, la mitad de la población vive en ese territorio entre vía y río. La
otra mitad se divide en dos, una al otro lado del Pisuerga; la otra, al otro
lado de la Estación. Pero no son tratadas igual. En estos tres decenios he
visto construir los puentes del Cabildo, Juan de Austria, Hispanidad, Condesa
Eylo, Santa Teresa y las pasarelas del
museo de la Ciencia y Pedro Gómez Bosque. Cruzar el río se ha puesto fácil.
Saltar la vía sigue teniendo la misma dificultad que cuando llegué. Item más,
las dotaciones que podemos definir como de categoría-ciudad (Estadio Zorrilla,
Polideportivo Pisuerga, Museo de la Ciencia, Auditorio Miguel Delibes) se han
ido instalando al otro lado del río. Tras la vía, tampoco nada. El gasto de estas
infraestructuras se reparte entre todos, los de allá, los del medio y los de
acá. Son para todos, sí, pero para unos más que para otros. Que los problemas
sociales en un lado sean unos y en el otro sean menos no es fruto del azar sino
de sucesivas elecciones todas en el mismo sentido. El soterramiento al que se
esperó como a aquel Godot, que iba a venir como aquel Mister Marshall, ha sido
la excusa perfecta para no hacer nada. Para mí, no es de ahora, no era
necesario y no verteré una lágrima porque no se vaya a realizar. Pero la deuda
con un cuarto de la población de Valladolid es inmensa y urge satisfacerla.
Porque la historia reciente les ha convertido en ciudadanos de tercera y no ha
sido por casualidad.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-02-2017
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Es lo que pasa con las don nadie, que siempre malviven con parches, con limosnas, sus necesidades son menos importantes.
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