Me acosa, tenaz, el eco de Víctor Jara en mi cabeza. Así, mientras veo el partido, tarareo repetida e inconscientemente una melodía del cantautor al que el felón chileno le cortara las manos y la lengua.
«Suena la sirena de vuelta al trabajo». La desidia tiene
estas cosas. Cuando ya habían dado por concluida su labor se topan con
la realidad. Faltaba algo más, un punto salvador, y ellos con esas
pintas vacacionales. Han vuelto al trabajo, cabizbajos, para gritar que,
cuando quieren, pueden. La respuesta al porqué no pudieron, al porqué
no quisieron, mancilla la imagen de un grupo tan conformista como lo es,
a veces, la ciudad que lo alberga.