jueves, 3 de marzo de 2016

PACTAR DEBILITA

Andan las cabezas visibles de las distintas organizaciones políticas enseñoreándose en el Parlamento mientras hacen cuentas con los dedos tratando de sumar 176. El problema tiene, sin embargo, una solución endiablada: todo lo que sume por un lado sirve para restar por el opuesto. Y así, dado que no hay manera de llegar, en esta pelea de gallitos se utiliza el estrado para atizar al oponente o marcar paquete ante los propios. Lo curioso, sin embargo, es que para encontrar una solución que sirva para hallar la salida de este laberinto será inevitable encontrar puntos de acuerdo entre los que hoy se atizan. O sea, que las agresiones verbales se utilizan como forma de chantaje, de aviso de lo que te espera si te vas con el otro. Existe otra salida, la convocatoria de nuevas elecciones, pero mucho me temo que, de llevarse a efecto, no sería más que un volver a la casilla de inicio. Todo parte de una disfunción muy española: una legislación electoral que marca a los territorios provinciales como circunscripciones. Con ella los padres de la Constitución y sus primeros hijos, quisieron garantizar que, a medio plazo, solo hubiera espacio para dos fuerzas políticas. De esta manera, unas fuerzas necesitan 500.000 votos para conseguir lo que a otras les cuesta diez veces menos. Pero, además, ha servido para generar en la sociedad una cultura política: si no hay más que dos, el que gana lo hace con mayoría absoluta o casi. Apenas cabe el acuerdo, el pacto. Cada cual, por tanto, es de los suyos y entiende un acuerdo, que siempre conlleva cesiones, como una bajada de pantalones.