jueves, 24 de abril de 2014

NO SOMOS DE CAFÉ

Tierra de pies en polvorosa, cuyos caminos, más que unir, son las venas abiertas por las que se desangra, Castilla, muere enseñoreada de sí misma sin saber lo que es porque nunca quiso mirarse. Envejecimiento, despoblación, palabras, palabras contra las que se combate tratando de mirar atrás para recrear las calles llenas de cuando el campo necesitaba manos. El futuro, si lo hay, es otra cosa. No asumir que los pueblos, muchos, habrán de morir es negar la esencia de las cosas. Cabe el llanto, a algunos se nos sepultará un trozo de nosotros mismos, la nostalgia arañará nuestros corazones, pero no hay más, las distancias ya no son lo que eran, los servicios se concentrarán en menos localidades. Queda el mientras tanto, la atención imprescindible en tanto en cuanto haya algo de vida porque la eutanasia no tiene sentido en estos casos. Los pueblos que han de morir lo han de hacer el día que les toque. Pero este mientras tanto es compatible con una visión a largo plazo que enfoque sus esfuerzos en las cabeceras de comarca, de lo contrario estas correrán el mismo destino poco más tarde.