A mí me gusta el fútbol. Eso que comienza cuando el árbitro toca el
silbato y con el mismo toque, repetido tres veces, concluye. Y sin embargo
convertimos en protagonistas a los gil de turno. Necios avalados por el dinero
que están convencidos de que el dinero todo lo compra. Casi siempre es así, y
por ello cuando algo se torna inaccesible a sus pecunias el sentimiento de
frustración es superior a la del resto de los mortales. Es entonces cuando su
lenguaje de casquería mana a borbotones y encuentra acomodo en los medios de
comunicación en detrimento de la información de lo que sólo es fútbol. Se
presentaron con un discurso oportunista y demagogo, consiguieron el fervor de
gentes que necesitan el narcótico de la ilusión, oír a alguien que les hable de
futuros esplendorosos. Pero todo acaba. Se puede engañar a uno mucho tiempo, se
puede engañar a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el
tiempo. Los gritos de los aficionados del atleti y del Compostela a sus
presidentes pueden ser el fin de una pesadilla.