sábado, 21 de agosto de 2021

CONDENADOS A ANHELAR LO QUE NO SE TIENE

Parece que estamos condenados a vivir anhelando lo que nos falta, que nos apena la carencia precisa porque la convertimos en la excusa que nos justifica, el condicionante que impide conseguir aquello que nos proporcionará la felicidad. Más aún si dicha carestía se ha producido de forma tan reciente que mantenemos un recuerdo que nos permite valorar el antes como para temer el después. Así, la ausencia -con aire de definitiva- de Marcos André ha generado una sensación de desasosiego, un ‘¿qué será ahora de nosotros?’, como si de haber interiorizado que la temporada iba a resultar un paseo primaveral hayamos pasado a temer una travesía a la Antártida como la que anunciaba el explorador Ernest Shackleton: «Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso».

Una cosa sí refleja la ausencia: un voto público de pobreza. Desde fuera, desde donde miramos los aficionados, observamos la debilitación voluntaria del bloque. Una vez visto el partido, la hipótesis se confirmó. Marcos André permite jugar de una forma que es imposible sin él. La apuesta de jugar con dos delanteros introduce una dificultad en el reparto de roles, arriesga a presentar cromos repetidos. La versatilidad del brasileño permitía que, a diferencia de la primera parte de ayer, uno más uno fueran dos.