martes, 2 de agosto de 2022

NUDO AL CUELLO




Nunca me la puse, pero no por haberlo interpretado entonces como un acto de juvenil rebeldía, no por un actual empecinarme, sino porque jamás sentí la necesidad de anudarme una corbata. El ‘nunca’, eso sí, arrastra una excepción de cuando burbujeaban las carnestolendas pucelanas en la carpa instalada en San Agustín. Puede que entendiese la corbata, cuando no era laboralmente obligatoria, como una marca aspiracional masculina, pero tampoco era algo que me devanase la sesera. Es más causa de no ponérmela el que mi cuello paquidérmico no me permite ni abrochar la camisa. Eso sí, puesta o no, continúo sin saber qué aporta. 

Por tanto, el anuncio del presidente del Gobierno al respecto de quitarse la corbata no me incumbió en lo concreto pero me preocupó en lo general. No encuentro sentido a un modo de hacer política basada en anuncios aparentemente atolondrados que suenan más a ocurrencia que a plan. Cuando no a táctica de distracción.