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Imagen tomada de primaluce.es |
Si el objetivo de las elecciones catalanas era el de poner algo de luz en
las penumbras, vaya si lo ha conseguido. Una claridad que ha parido una curiosa
paradoja: no ha servido para despejar el panorama político en Cataluña; más
bien, lo ha oscurecido ya que el resultado ha sido como apretar la tecla
‘standby’ en un viejo reproductor.
Claridad, ya digo, sí han aportado las urnas. Han ejercido un loable
papel en el ejercicio de desenmascarar buenas dosis de impostura. Resulta que
los independentistas, con menos votos que los ‘unionistas’, tienen más escaños
en el ‘Parlament’. Y estos, ¡qué cosas!,
se lamentan de un hecho tan injusto. Los mismos principios legislativos
que han servido para que PSOE y PP, tanto monta, cimentasen sus mayorías
durante cuatro decenios, ahora, que les viene mal, son puestos en entredicho.
En 2011, por ejemplo, con menos de siete veces más de votos, el PP obtuvo una
representación diecisiete veces mayor que IU.