lunes, 1 de mayo de 2017

LA LLUVIA LLEGÓ TARDE

El día nació raro. Tanto, tanto, que caía agua del cielo. Los más viejos del lugar, una vez habían encontrado cobijo para ellos y sus proles en las zonas cubiertas del estadio, se afanaban en relatar olvidadas historias de antaño a las criaturas. Con la ternura propia de quien se enfrenta a unos ojos absortos ante lo desconocido y la suficiencia que da el saberse escuchado por unos oídos abiertos de par en par, les explicaban que ese fenómeno se conocía como lluvia y que era muy buena para el campo. “Abuelo, entonces -se le ocurrió decir a algún mocosete- si es bueno para el campo, el partido será mucho mejor”. Hubieron de explicar los mayores que con la palabra ‘campo’ no se referían al terreno de juego sino a ese espacio situado entre dos carreteras en el que crecen los tomates, las lechugas y las demás cosas que sirven para preparar una ensalada.